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Chile y Ecuador: otra vez los civiles llaman a los militares

POR REDACCIÓN

26 de octubre de 2019
Ya nada será igual después de las revueltas de Chile y Ecuador, donde las demandas contra la desigualdad social y la pobreza fueron reprimidas de un modo que recuerda a las peores dictaduras del siglo pasado en América Latina. En Quito, los disturbios se iniciaron cuando el gobierno de Lenín Moreno llegó a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener un crédito de 4.200 millones de dólares, bajo la promesa de eliminar los subsidios a los combustibles. Sin embargo, el 13 de octubre, después de once días de protestas que causaron ocho muertos, Moreno tuvo que dar marcha atrás con el decreto. En Chile, uno de los países más desiguales del mundo, los disturbios comenzaron el 18 de octubre por el aumento del boleto del subte, dejando hasta el momento 19 muertos. Pero los reclamos se vienen postergando desde hace varios años, incluso durante los gobiernos de la ex presidenta socialista Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018). Quienes hayan visto las tanquetas del ejército avanzando en la noche de Santiago, increpadas por jóvenes que hacían sonar sus cacerolas, habrán recordado las imágenes del golpe militar contra el presidente Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. No fue un sueño ni una visión del pasado, sino la realidad de un país que a menudo es puesto de ejemplo por haber reducido la pobreza a menos de un 10% en la región. Sin embargo, la mitad de la población gana unos 500 dólares al mes, con lo cual no puede cubrir sus necesidades de vivienda, salud y educación. El director del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), Sergio Micco, denunció que durante la represión hubo "desnudamientos, torturas, disparos contra civiles, maltrato físico y verbal". Treinta años después del inicio de la democracia, Chile no ha sabido resolver las diferencias entre pobres y ricos, aunque ha creado una ambiciosa clase media. Un estudio de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile señala que el ingreso per cápita mensual de las 1200 personas más ricas, es de unos 10 millones de dólares al año. Dichos valores son 3.000 veces mayores que el ingreso promedio del 80% más pobre de la población. Otros informes de la misma casa de estudios estiman que el 1% más rico controla el 30% de la riqueza. "Es un disparate sacar los tanques después de la experiencia de (el general Augusto) Pinochet. Tampoco favoreció a la crisis la reacción del presidente (Sebastián) Piñera, hablando de 'guerra', y ahora tuvo que retroceder y dar concesiones", dijo a Télam Norberto Consani, director del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI), dependiente de la Universidad Nacional de La Plata. Para este analista, "hay un antes y un después. Nada va a ser lo mismo en Chile. Porque esta protesta es el resultado de una crisis estructural, con toda una nueva generación de chilenos que reclaman más derechos". En Chile, la mayoría de los servicios están privatizados, incluido el cuestionado sistema el sistema de pensiones AFP, y el agua corriente que, según algunos políticos, crea desabastecimiento en la población. Consani afirmó que "este país sudamericano no tiene la estructura social que poseen algunos países europeos, como Francia y España para hacer frente a este tipos de crisis". Desde que empezó su segundo mandato, el 11 de marzo de 2018, Piñera promovió una reforma tributaria para bajar los impuestos de los ricos, convencido de que esa medida reactivaría la economía. Sin embargo, el mandatario fue acusado de cuidar los intereses de los sectores más pudientes en vez de defender a los más empobrecidos. Luego de disculparse por haber dicho que había una "guerra", Piñera (un millonario ex dueño de una aerolínea) subió el salario mínimo, disminuyó el precio de los medicamentos y ordenó rebajas en la tarifas eléctricas. Es cierto, también, que el gobierno conservador tuvo algunos gestos pragmáticos, incluido un proyecto que envío al Congreso para aumentar en 20% la pensión básica solidaria, con el fin de beneficiar a unos 600.000 ciudadanos que no tienen ahorros previsionales. Pero hasta el mediodía del sábado se negó a levantar el Estado de Excepción, como le pidió la Central Única de Trabajadores, y así sacar a los militares de las calles. La desigualdad genera injusticia. El viernes, cuando caía la noche, más de 1,2 millones de personas se reunieron en la Plaza Italia y el centro de Santiago para reclamar por un país más justo y solidario; ese Chile de "largo pétalo de mar y vino y nieve" que amaba Pablo Neruda.
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