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Opinión > Para recordar

Día del Trabajador y Día de la Constitución Nacional

Es ésta una fecha perdida, lamentablemente olvidada, y para colmo eclipsada por el día del trabajador, más no por ello irrelevante.

 

Todos sabemos que el 25 de mayo de 1810 nació el primer gobierno patrio. También sabemos que el 9 de julio de 1816 las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata se independizaron de España y de cualquier otra potencia extranjera. Pero lo que muy pocos advierten, es que el país se organizó política y jurídicamente al amparo de una Constitución, el 1ro de Mayo de 1853. Es ésta una fecha perdida, lamentablemente olvidada, y para colmo eclipsada por el día del trabajador, mas no por ello irrelevante.

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La Constitución Nacional comenzó a gestarse el 31 de mayo de 1852, en San Nicolás de los Arroyos (provincia de Buenos Aires), cuando los gobernadores de las entonces catorce provincias argentinas, en el célebre Acuerdo de San Nicolás, decidieron que había llegado la hora de organizar al país a través de una ley fundamental, y por lo tanto de convertir a la Argentina en un Estado de Derecho. A ese encuentro concurrió, entre otros gobernadores, por la provincia de San Juan, Nazario Benavidez, cuatro veces gobernador de dicha unidad federativa.

En esa jornada del 31 de mayo de 1852 se decidió que la sede del futuro Congreso General Constituyente fuera la ciudad de Santa Fe, a la que cada provincia enviaría a dos representantes con el objetivo de iniciar la gran obra institucional. Sin embargo Buenos Aires, que no objetaba la necesidad de sancionar una Constitución, no estuvo de acuerdo con algunos de los ítems acordados en San Nicolás, y por ello no envió representantes al Congreso Constituyente; pero las otras trece provincias sí lo hicieron, y el referido Congreso inició sus sesiones el 20 de noviembre de 1852, bajo la presidencia del veterano salteño Facundo de Zuviría.

La provincia de San Juan, envió a dos conspicuos representantes: Salvador María del Carril (luego primer vicepresidente de la Nación entre 1854 y 1860) y Ruperto Godoy.

El Congreso funcionó, al principio, como un órgano legislativo común y ordinario, acompañando al recientemente designado director provisorio de la Confederación, el entrerriano Justó José de Urquiza, quien se desempeñaba en forma transitoria como Poder Ejecutivo.  Pero una de las primeras medidas adoptadas por el Congreso constituyente, al iniciar sus sesiones, fue la creación de una comisión redactora del proyecto de Constitución, y la designación de sus integrantes. Se decidió que fuera presidida por el joven José Benjamín Gorostiaga, e integrada además por Juan María Gutiérrez, Pedro Díaz Colodrero, Martín Zapata, Juan del Campillo, Pedro Ferré y Manuel Leiva.

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Intenten imaginarse cómo sería en aquellos años la ciudad de Santa Fe, que ya tenía por entonces casi trescientos años de existencia, y que hacia fines del año 1852 comenzó a recibir a los convencionales constituyentes: ocupaba pocas manzanas, tenía casas bajas de estilo colonial, sus calles eran arenosas, pobladas de naranjos, limoneros y palmeras. La realidad era que la ciudad carecía de infraestructura suficiente para alojar a los convencionales, motivo por el cual algunos se instalaron en los conventos de franciscanos y dominicos, otros en habitaciones del antiguo colegio de la Compañía de Jesús, y otros en cuartos alquilados a particulares.

Fue éste último el caso de José Benjamín Gorostiaga, quien se alojó en la esquina de las calles Tres de Febrero y San Gerónimo, frente al Cabildo en el que se realizaban las sesiones del emblemático Congreso Constituyente. Allí funcionaba la confitería de Hermenegildo Zuviría, apodado "Merengo", en cuya planta alta estaba el cuarto alquilado por el joven constituyente, quien prefirió no alojarse en ningún convento, tal como lo habían hecho algunos otros constituyentes, para poder sostener cierta imparcialidad a la hora de discutir y opinar sobre cuestiones tales como la libertad de cultos y el sostenimiento del culto católico, apostólico y romano.

La alfajorería “Merengo” elaboraba los típicos alfajores santafecinos, y el edificio en el que estaba instalada fue demolido en la década de los sesenta del siglo XX. Hoy la fábrica, que sigue existiendo y elaborando los tradicionales alfajores, está ubicada en la calle Santiago del Estero 3623, Santa Fe.

En aquellos años la sencillez no era solo una característica de la ciudad de Santa Fe, sino también de la vida que desarrollaban sus pobladores. Las familias vivían en grandes casonas, en las que habitaban hasta cuatro generaciones (bisabuelos, abuelos, padres e hijos), y las mujeres se casaban muy jóvenes, aunque era costumbre que permanecieran con sus maridos en la casa paterna. Por esos días de fiesta cívica se creó el Club del Orden, en el que se organizaban tertulias y bailes que permitieron confraternizar a los constituyentes con las santafecinas. De hecho, gracias a esas reuniones sociales se formalizaron noviazgos y hasta posteriores casamientos. Un ejemplo fue el de Dr. Juan María Gutiérrez, soltero de 43 años de edad, constituyente por Entre Ríos, quién se casó con Gerónima Cullen. Otros ejemplos fueron los de el viudo Dr. Salustiano Zavalía, representante de la provincia de Tucumán, quien se unió a Emilia López, y del joven médico Luciano Torrent, quién representaba a la provincia de Corrientes, y terminó conociendo y casándose con Severa Zavalía (inclusive Torrent se radicó finalmente en Santa Fe). Todos ellos fueron nombrados socios honorarios del mencionado Club del Orden.

Pues más allá de ese contexto social, lo cierto es que el proyecto de Constitución elaborado por la comisión redactora antes mencionada, fue presentado al Congreso el 18 de abril de 1853, y el día 20 se iniciaron los debates que se desarrollaron durante once días, entre el 20 y el 30 de abril de 1853.

Primero se inició el debate del proyecto en general, y luego se lo hizo artículo por artículo. Al iniciarse la discusión en general, sorprendentemente aparecieron algunas voces que cuestionaban la oportunidad para sancionar una Constitución; pero esas voces no llegaban desde afuera de la Convención Constituyente, sino que paradójicamente se originaron adentro de ella. Eran las voces de algunos convencionales constituyentes que inexplicablemente no querían constituir un Estado de Derecho.

¿Quiénes eran esos temerosos constituyentes? el principal: Facundo de Zuvirìa. Lo notable e insólito a la vez, es que este veterano salteño era el presidente de la Convención Nacional Constituyente. De hecho fue quien hizo una larga perorata en la que explicaba por qué no era oportuno dictar una ley fundamental. Lo acompañaban en esa teoría el Gral. Pedro Ferré (quien contradictoriamente había formado parte de la comisión redactora), el fray Manuel Pérez y Pedro Zenteno. Argumentaban que en la Argentina no había hábitos de cumplimiento de la ley y que era necesario esperar que el país se pacifique antes de sancionar una Constitución.

Por suerte la mayoría pensaba diferente, e inclusive el constituyente Delfìn Huergo dijo que era un insulto escuchar desde el seno de la Convención, “elevado sobre las ruinas de la dictadura”, las palabras que Rosas había escrito en su famosa “Carta de Hacienda de Figueroa” (en la que explicaba por qué, a su juicio, no estaban dadas las condiciones para organizar al país).  Francisco Seguí agregó que si fuera cierto lo que decía Zuviría, “sería necesario declarar que los argentinos somos incapaces de tener un gobierno fundado en leyes y que sólo merecemos la tiranía”.

Afortunadamente el proyecto terminó aprobándose, y la Constitución Nacional se sancionó el 1 de Mayo de 1853, cuando se cumplía el segundo aniversario del llamado “pronunciamiento” de Urquiza contra Rosas

Con la sanción de nuestra Constitución Nacional, la Nación Argentina se constituyó en un Estado de Derecho, que es aquel en el cual los gobernantes conducen los destinos del país con los límites que impone una ley suprema.

El Congreso constituyente siguió funcionando hasta el 7 de marzo de 1854, dos días después de haber asumido Justo José de Urquiza el cargo de presidente de la Nación Argentina. Fue allí cuando el histórico Congreso, que casi un año antes había organizado política y jurídicamente a la Nación al amparo de una Constitución, clausuró sus sesiones y redactó el “manifiesto” dirigido a los pueblos de la Confederación, en cuyo último párrafo declaró:

“Este Congreso sólo tiene que hacer una recomendación a sus compatriotas: una solo recompensa que pedirles en premio de sus desvelos por el bien común. En nombre de lo pasado y de las desgracias suplidas les pide y aconseja: obediencia absoluta a la Constitución que han jurado. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se libran de arrodillarse ante los tiranos”.

¡Qué gran verdad la esgrimida por quienes constituyeron la organización política, pero qué difícil nos resultará a los argentinos tomar conciencia de este postulado, mientras la gran mayoría de la gente no conozca ni le interese conocer qué es la Constitución Nacional y para qué existe!

Hoy, 1ro de mayo, que todos los trabajadores del país, y particularmente de la provincia de San Juan, tengan un merecido reconocimiento como tales; pero no nos olvidemos que también hoy es fiesta cívica, porque es el “día de la Constitución Nacional”, tal como lo dispone la ley 25.863 sancionada en el año 2003.

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