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Paula Albarracín de Sarmiento

La madre del maestro de América se caracterizó por su devoción religiosa y el apego a sus raíces.

13 de junio de 2020

La Casa de Sarmiento que está en el microcentro sanjuanino la construyó con sus manos Paula Zoila Albarracín Irrazábal. En esa época no era frecuente que las mujeres se encargaran de la construcción, pero ella lo hizo junto a 2 esclavos que le prestó una tía.

Los padres de Paula fallecieron y le dejaron como herencia el solar en el barrio El Carrascal. Lo único que tenía era una higuera y ahí ella decidió construir su hogar. Empezó a levantar los primeros muros a los 23 años, en 1797. Con adobes y techos de palos y cañas logró hacer una habitación principal de unos 55 metros en la que hizo una pared divisoria: así formó la sala y una habitación.

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Al tiempo se casó con José Clemente Cecilio Quiroga Sarmiento con quien vivió en la casa que había levantado. A pesar de ello, la directora de la Casa de Sarmiento, María Rosa Plana, dijo que la madre del prócer de la educación “siempre estuvo sola”. Esto pasaba porque su marido era baqueano y la mayor parte del tiempo estaba en el Ejército.

La pareja tuvo 15 hijos. Solo 5 llegaron a edad adulta: Paula, Bienvenida, Domingo Faustino, Rosario y Procesa. A ellos los mantuvo con las ganancias que le dejaban las ventas de lo que tejía en el telar.

Gracias a sus habilidades pudo tejer todo para la familia: frazadas, almohadones y prendas de vestir eran solo algunas de las creaciones que supo hacer bajo el resguardo de la higuera. A ellas se les sumaban los anascotes, una especie de mantas hechas con lana muy fina que hacía para los sacerdotes.

Para mantener a sus seres queridos también fue fundamental la huerta que aún está en la casa de calle Libertador y Sarmiento. “Una huerta pequeña, del tamaño de un escapulario” solía decir Sarmiento. A pesar de su tamaño, con esas verduras se alimentaban todos.

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En esa casa Paula rezaba todos los días el rosario junto a sus hijas. Era devota de Santo Domingo, a tal punto que a su hijo comenzó a llamarlo con ese nombre. Sarmiento en realidad se llamó Faustino Valentín porque nació el Día de San Valentín.

“Compartía ideas de libertad, era cariñosa y sencilla. Estaba todo el tiempo en la casa, siempre alentó a sus hijos a que estudiaran”, cuenta María Rosa.

La madre del gran maestro fue educada por el cura José Castro. No recibió una educación formal y a pesar de ello instó a sus hijos a que se formen constantemente. Sabía leer y escribir y cuando sus hijas hacían alguna tarea, ella se sentaba al lado y tomaba notas. “Sarmiento la describe como muy culta y muy inteligente”, dice la directora del museo.

Paula Albarracín de Sarmiento junto a su hija mayor, Bienvenida. Foto: gentileza Museo y Casa Natal de Sarmiento.

También era nostálgica y apegada a sus raíces. A los 76 años cruzó la cordillera para ver a su hijo que estaba exiliado en Chile. Ahí estuvo 8 años, pero decidió volver a su tierra natal porque había fallecido su esposo y extrañaba, principalmente su huerta y su telar. “Tenía miedo de que la muerte la sorprendiera fuera de su hogar”, dice María Rosa. Por ello se despidió y regresó a San Juan.

Sarmiento siempre le dijo su madre que vendría a la provincia cuando ella lo llamara al dejar esta vida. En septiembre de 1861 partió con el ejército a la batalla de Pavón y le dejó un mensaje. Le decía que no le permitía morir antes de que él llegara. En noviembre de ese año, estaba camino a San Juan cuando a mitad de camino, en San Luis, se encontró a un sacerdote que le llevaba un mensaje de Paula: “No pude esperarte más, te bendigo”, cuenta la directora de la Casa Natal de Sarmiento sobre el contenido. Así falleció la madre del maestro de América, el 21 de noviembre de 1861 a sus 87 años.

Paula Albarracín de Sarmiento. Foto: gentileza Museo y Casa Natal de Sarmiento.

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