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Provinciales > Día de la Mujer

Un amor ineludible: el camino de una sanjuanina que abrazó la Ciencia

Gemma Acosta, una joven investigadora, cuenta cómo fue que llegó a dedicarse 100% a una profesión para la que poco y nada se educa a las niñas.

POR REDACCIÓN

01 de marzo de 2021

Desde los 11 o 12 años Gemma Acosta no verbalizaba que quería ser científica. Como un acto fallido o desliz freudiano, antes de terminar la carrera de ingeniera agrimensora dio el primer paso a ese futuro que soñó de chica. Era un camino que dejó en segundo plano, pero para el que aportó en silencio siempre. A sus 33, esta sanjuanina abraza por completo una vida de investigaciones, estudio y trabajo en la montaña para satisfacer esa necesidad que la guió siempre: el amor por saber y ofrecer ese conocimiento a la sociedad.

Hoy esta joven recibida de la Escuela Industrial tiene un trabajo a tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Sismológicas Volpini y está por encarar el desafío de ser la primera mujer en dedicarse a una rama específica del estudio de volcanes. Su principal trabajo hoy es analizar cuánto se mueve la tierra después de un terremoto. Junto a un equipo trabajan contrarreloj para saber cuáles fueron los efectos del terremoto del pasado 18 de enero y presentarán el informe a la comunidad científica internacional. 

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Parte del trabajo de Gemma es estar analizando datos y mapas, pero su parte preferida es cuando toca ir al campo. Foto Gonzalo Medina / DIARIO HUARPE

De chica su sueño era diferente. Una vez se subió a un horno de barro y se quedó un buen rato mirando las estrellas y eso fue suficiente para ir y anunciar que iba a ser astrónoma. La respuesta que recibió de su madre fue clave: le compró un telescopio y días después la llevó a observatorio astronómico. También le recomendó ir una escuela técnica. 

Ésta actitud, de acercar la ciencia a los niños y sobre todo a las niñas, es el camino al éxito "Yo siempre intento regalarle a las nenas de mi familia y a las de mis amigas juegos de ingenio ", contó Gemma. "Por lo menos hay que mostrarles que pueden hacerlo, aunque después no lo hagan pero que sepan que pueden ser ingenieras, astronautas, medir una cota de un dique", reflexionó.  Ella vio que ese camino de vida era posible gracias a eso. 

En las campañas pueden pasar hasta varios días haciendo mediciones en la montaña. Imagen gentileza Gemma Acosta.

Saber que podía hacerlo y que era una opción fue clave cuando estaba a dos años de terminar la carrera de Ingeniería en Agrimensura y le ofrecieron una beca de investigación. Con los años se había alejado de ese sueño, barajando opciones de trabajo tradicional. Pero una sola propuesta hizo que reviviera ese amor y aplicó al programa de Conicet. 

No aprobó la primera vez, pero insistió y fue así que empezó a trabajar en investigación dos años después. El proceso, describió, es duro. "Si no te apasiona, es muy difícil, yo he visto compañeros llorar, porque hay que estudiar y trabajar mucho para poder llegar a los plazos", explicó. Si bien ella asegura que muy pocas veces se sintió limitada, explicó que vio el doble esfuerzo que hacen sus colegas cuando están publicando y además deben cuidar a hijos o una casa. Esta desigualdad es la que a veces frena la carrera de ellas y lo que ocasiona el "techo de cristal". 

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Cuando pudo terminar su tesis doctoral, Gemma consiguió especializarse en una técnica muy específica con la que hoy trabaja buena parte en una oficina con computadoras, datos e imágenes satelitales. Pero de vez en cuando también sale a campañas en plena montaña que pueden durar días. Este, explicó, es uno de los desafíos de su trabajo pero también una de las cosas que más le gustan. Se ha encontrado con algo de desconfianza de sus pares, pero explica que tanto ella como otras mujeres científicas se han puesto a la par de los colegas hombres para subir cerros, hacer huecos en la tierra y pasar varios días al aire libre. 

Los sensores con los que trabajan les dan datos de cuánto se mueve la tierra. A veces son milímetros, otras centímetros. Imagen gentileza Gemma Acosta.

"Siempre he sido muy inquieta y sobre todo me impulsan esas ganas de entender lo que pasa. Si vivo en una provincia que tiembla, cómo no voy a querer saberlo" explicó. "Cuando tembló en enero, lo primero que hice fue empezar a pensar cómo podíamos investigar", confesó Gemma, en un claro ejemplo de cómo funciona, siempre a mil, una mente científica. 

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