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Provinciales

Escuela de Sierras de Elizondo, otra dimensión de la existencia

Allá, en una remota localidad, donde la gente vive y muere sin saber qué es un camino. Donde la palabra felicidad se asocia al hecho de que los niños no se enfermen y puedan seguir creciendo en la soledad geopolítica. Allá recostarse cara al cielo es reposar en la paz del aislamiento, y mirar a

POR REDACCIÓN

21 de junio de 2013

Allá, en una remota localidad, donde la gente vive y muere sin saber qué es un camino. Donde la palabra felicidad se asocia al hecho de que los niños no se enfermen y puedan seguir creciendo en la soledad geopolítica.

Allá recostarse cara al cielo es reposar en la paz del aislamiento, y mirar a los ojos es percibir el compás del latido de una vida anclada a días apacibles. Allá también se respira el arraigo y una cultura casi intacta, sin híbridos. Necesidades, miles. Allá llegamos, a Sierras de Elizondo, Valle Fértil, con calzados, útiles, juguetes y algunos alimentos. De allá volvimos, con los puños cargados del latido de un pueblo de otra dimensión. 

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“Escribiendo el futuro”, la campaña solidaria de DIARIO HUARPE llegó hasta la escuela albergue Marcos Gómez Narváez, ubicada en Sierras de Elizondo, 20 kilómetros al suroeste de Astica, Valle Fértil.

Llegar allí fue una travesía cargada de momentos in­tensos. Luego de recorrer a lomo de mula 20 km entre rocas, río, quebrada, ascenso de sierras y angostos caminos con precipicios, el vertiginoso viaje resultó tener un destino inesperado.

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Una comunidad en la que los buenos modales, la pulcritud, la sonrisa sana, la cooperación, el trabajo en equipo, el amor a la naturaleza y la vida de campo generan un estado que mucho dista de la vorágine que enfrentamos día a día en la ciudad. Y también mucho dista de las típicas postales de costumbres rurales.

Es que no existe camino. Sí, no existe camino para llegar a las sierras. Y así como no hay vía para llegar diariamente con atención de salud, mercade­ría, co­municaciones, trans­portes mo­dernos o energía, tampoco hay vía para que la violencia, las groserías, la falta de reconocimiento hacia quienes deben inculcar enseñanzas, el no reconocimiento del otro como un ser legítimo y la destrucción de la naturaleza, transformen la cultura del lugar, la cotidianeidad.

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Una cotidianeidad plagada de valores que en la ciudad fueron desgarrados por la globalización, que encontró camino para llegar.

Para bien, un camino brindaría a las 17 familias de las sierras la posibilidad de poder entrar y salir del lugar de un modo digno, sin recorrer a lomo de mula 8 horas para tener un hijo, hablar por teléfono, velar a un vecino fallecido o comprar arroz.

Para mal, un camino destruiría la pulcritud física y espiritual de seres que habitan un lugar en el mundo en el que todavía quedan valores que creíamos perdidos.

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