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Policiales > Recuerdo

El hombre fallecido en la Ruta 20 era el poeta de la Plaza de Santa Lucía

El hombre fue recordado por un vecino luego del choque fatal que tuvo lugar este jueves. 

30 de junio de 2022

Un trágico siniestro vial en la Ruta 20 se cobró la vida de una persona en Santa Lucía. La víctima del choque era Fernando Ahumada, un hombre de 64 años que en vida alegró  a muchos santaluceños: se pasaba horas y horas recitando poemas que él mismo escribía. Hablaba con la gente, buscaba un gesto de aliento, una señal de que no estaba solo.

DIARIO HUARPE habló con un vecino de Ahumada que vivía a dos casas de él, llamado César Santivañez. El hombre se mostró muy conmocionado por el siniestro vial y el trágico final que tuvo Fernando. Además, comentó que acostumbraba a recitar poemas de su propia autoría en la Plaza de Santa Lucía.

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“Fernando era un tipo inteligentísimo. Relataba sus poemas, no los leía. Él mismo se los inventaba. Iba y venía buscando gente con quien hablar, alguien que lo escuche”, relató.

Fernando tuvo una muerte que estremece. Alrededor de las 14 horas de este jueves, estaba por cruzar la Ruta 20 en la intersección con calle Gorriti para dirigirse al supermercado mayorista Café América. Antes de poder alcanzar la otra vereda, lo sorprendió el bocinazo de un colectivo que iba a Valle Fértil. Según comentaron algunos testigos del choque, el hombre se dio cuenta de lo que le iba a suceder, pero no llegó a cruzar y fue atropellado por el móvil. Murió en el acto.

El chofer del colectivo fue identificado como un hombre de apellido Mut, de 38 años de edad. Según indicaron fuentes policiales, le hicieron test de alcoholemia que arrojó negativo. 

Conforme contó el vecino de Fernando, su vida no fue la mejor. Se dedicaba a recitar poemas y a hacer felices a quienes lo escuchaban, ya que se acercaba a familias, a parejas y a personas solitarias que estaban dispuestos a prestarle atención. Sin embargo, el hombre de 64 años buscaba en la calle lo que no encontraba en su propio hogar.

Pasaba muchas horas en la calle, no solo para encontrar a alguien que le brindara apoyo, sino también para escapar de su realidad. Fernando vivía con una hermana y su sobrino en una casa ubicada en la calle General Paz, en Santa Lucía.

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“Fernando contaba que en su casa le negaban cuestiones básicas como el agua fresca o los espirales para los mosquitos. No lo querían  ahí”, contó Santivañez.

En relación con esto, el hombre comentó que, cuando llegaba de trabajar a las 3 de la madrugada, encontraba a Fernando en la vereda de su casa durmiendo. A veces, se refugiaba en la pared de un consorcio cercano para repararse del frío o del calor. Siempre estaba afuera de la vivienda porque "molestaba a los que vivían allí". 

“Era pleno invierno, te lo encontrabas a Fernando a las 2 o 3 de la mañana y andaba con una botella de coca en la mano. En el verano, estaba desde las 16 en la plaza buscando gente a quien recitarle sus poemas. Estaba en la calle todo el día”, comentó.

En la Comisaría 5ta también lo conocían bien. Como Ahumada se pasaba varias horas por día en la plaza, a veces se cruzaba a la dependencia para charlar con los efectivos policiales. Este medio habló con la oficial Berenguer, quien contó que Fernando iba varias veces a la semana a recitar poemas.

“Él siempre fue muy respetuoso. Venía con un cuadernito y anotaba todas sus rimas. Nos contaba algunas anécdotas, nos contaba que lo invitaban a participar de algunas fiestas de Santa Lucía y se iba. A veces, también nos pedía entrar al baño. Siempre con respeto”, explicó la mujer.

Santivañez también reconoce a Fernando como una persona respetuosa y amigable. “Una noche de verano estábamos con mi mujer en la Plaza de Santa Lucía comiendo empanadas. Lo vi que estaba solo y sin comer nada y le acerqué unas empanadas de choclo. Cuando se las di, me agradeció y me dio un papelito con un poema para mi esposa. Era un buen hombre”, manifestó.

Lamentablemente, la vida de Fernando Ahumada terminó de una manera muy trágica, en un accidente de tránsito que parece una fatalidad. Pero la gente que lo conoció no lo recuerda por su forma de morir, sino por su manera de vivir. Lo recuerdan de una manera muy cariñosa, como una persona que vivía para alegrar a los demás con sus poemas.

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