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El inicio de un emblemático congreso constituyente

La Constitución Nacional comenzó a gestarse el 31 de mayo de 1852, en San Nicolás de los Arroyos, cuando los gobernadores de las entonces catorce provincias argentinas, decidieron que había llegado la hora de organizar al país al amparo de una ley fundamental.

La Constitución Nacional comenzó a gestarse el 31 de mayo de 1852, en San Nicolás de los Arroyos (provincia de Buenos Aires), cuando los gobernadores de las entonces catorce provincias argentinas, en el célebre Acuerdo de San Nicolás, decidieron que había llegado la hora de organizar al país al amparo de una ley fundamental, y por lo tanto de convertir a la Argentina en un Estado de Derecho.

Cuatro meses antes, en la batalla de Caseros, Justo José de Urquiza -gobernador de Entre Ríos-, había derrotado a Juan Manuel de Rosas -gobernador de la provincia de Buenos Aires-, quien se negaba a sancionar una Constitución Nacional con el argumento que el país no estaba preparado para ello.

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En esa jornada del 31 de mayo de 1852 se decidió que la sede del futuro Congreso General Constituyente fuera la ciudad de Santa Fe (fundada por Juan de Garay el 15 de noviembre de 1573), a la que cada provincia enviaría a dos representantes con el objetivo de iniciar la gran obra institucional. Sin embargo Buenos Aires, ya liberado de Rosas, que no objetaba la necesidad de sancionar una Constitución, no estuvo de acuerdo con algunos de los ítems acordados en San Nicolás, y por ello no envió representantes al Congreso Constituyente; pero las otras trece provincias sí lo hicieron, y el referido Congreso inició sus sesiones un día como hoy, pero de hace ciento sesenta y siete año (el 20 de noviembre de 1852), bajo la presidencia del veterano salteño Facundo de Zuviría.

El Congreso funcionó, al principio, como un órgano legislativo común y ordinario, acompañando al recientemente designado director provisorio de la Confederación, el entrerriano Justó José de Urquiza, quien se desempeñaba en forma transitoria como Poder Ejecutivo, pero había sido convocado para la extraordinaria tarea de organizar políticamente al país. Fue por eso que una de las primeras medidas adoptadas por el Congreso constituyente, al iniciar sus sesiones, fue la creación de una comisión redactora del proyecto de Constitución, y la designación de sus integrantes. Se decidió que fuera presidida por el joven José Benjamín Gorostiaga, e integrada además por Juan María Gutiérrez, Pedro Díaz Colodrero, Martín Zapata, Juan del Campillo, Pedro Ferré y Manuel Leiva.

El proyecto de Constitución elaborado por la comisión redactora antes mencionada, fue presentado al Congreso el 18 de abril de 1853, y el día 20 se iniciaron los debates que se desarrollaron durante once días, entre el 20 y el 30 de abril de 1853.

Primero se inició el debate del proyecto en general, y luego se lo hizo artículo por artículo. Al iniciarse la discusión en general, sorprendentemente aparecieron algunas voces que cuestionaban la oportunidad para sancionar una Constitución; pero esas voces no llegaban desde afuera de la Convencón Constituyente, sino que paradójicamente se originaron adentro de ella. Eran las voces de algunos convencionales constituyentes que inexplicablemente no querían constituir un Estado de Derecho.

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¿Quiénes eran esos temerosos constituyentes? el principal: Facundo de Zuvirìa. Lo notable e insólito a la vez, es que este veterano salteño era el presidente de la Convención Nacional Constituyente. De hecho fue quien hizo una larga perorata en la que explicaba por qué no era oportuno dictar una ley fundamental. Lo acompañaban en esa teoría el Gral. Pedro Ferré (quien contradictoriamente había formado parte de la comisión redactora), el fray Manuel Pérez y Pedro Zenteno. Argumentaban que en la Argentina no había hábitos de cumplimiento de la ley y que era necesario esperar que el país se pacifique antes de sancionar una Constitución.

Por suerte la mayoría pensaba diferente, e inclusive el constituyente Delfìn Huergo dijo que era un insulto escuchar desde el seno de la Convención, “elevado sobre las ruinas de la dictadura”,[1] las palabras que Rosas había escrito en su famosa “Carta de Hacienda de Figueroa” (en la que explicaba por qué, a su juicio, no estaban dadas las condiciones para organizar al país).  Francisco Seguí agregó que si fuera cierto lo que decía Zuviría, “sería necesario declarar que los argentinos somos incapaces de tener un gobierno fundado en leyes y que sólo merecemos la tiranía”.[2]

Afortunadamente el proyecto terminó aprobándose, y la Constitución Nacional se sancionó el 1 de Mayo de 1853, cuando se cumplía el segundo aniversario del llamado “pronunciamiento” de Urquiza contra Rosas. 

Con la sanción de nuestra Constitución Nacional, la Nación Argentina se constituyó en un Estado de Derecho, que es aquel en el cual los gobernantes conducen los destinos del país con los límites que impone una ley suprema. A pesar de la relevancia de ese hecho institucional, no parece ser lo suficientemente importante en la nuestro país. En efecto, siempre hemos conmemorado de un modo entusiasta el aniversario del nacimiento del primer gobierno patrio (25 de Mayo de 1810) y el de la declaración de la independencia (9 de Julio de 1816), sin embargo nos hemos olvidado de celebrar, cada primero de mayo, un nuevo aniversario de la organización política de la Argentina.

El Congreso constituyente siguió funcionando hasta el 7 de marzo de 1854, dos días después de haber asumido Justo José de Urquiza el cargo de presidente de la Nación Argentina. Fue allí cuando el histórico Congreso, que casi un año antes había organizado política y jurídicamente a la Nación al amparo de una Constitución, clausuró sus sesiones y redactó el “manifiesto” dirigido a los pueblos de la Confederación, en cuyo último párrafo declaró:

“Este Congreso sólo tiene que hacer una recomendación a sus compatriotas: una solo recompensa que pedirles en premio de sus desvelos por el bien común. En nombre de lo pasado y         de las desgracias suplidas les pide y aconseja: obediencia absoluta a la Constitución que han jurado. Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se libran de arrodillarse ante los tiranos”.

¡Qué gran verdad la esgrimida por quienes constituyeron la organización política, pero qué difícil nos resultará a los argentinos tomar conciencia de este postulado, mientras la gran mayoría de la gente no conozca ni le interese conocer qué es la Constitución Nacional y para qué existe!

 

[1] CLUSELLAS Patricio. Artículo La Nación: “La sombra de Rosas en el Congreso Constituyente”. Año 2003.

[2] CLUSELLAS Patricio. Artículo La Nación: “La sombra de Rosas en el Congreso Constituyente”. Año 2003.

 

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