Cultura y Espectáculos
Por qué Parasite, por qué ahora, un análisis de la mejor película de los Oscars
La cinta pone en evidencia la sociedad de privilegios contemporánea. Un recorrido de como el k-pop, la filosofía y la industria multimedia dejan un escenario perfecto para la premiación.
En la edición número 92 de los premios de la Academia, la surcoreana Parasite se consagró como la mejor película. Es la primera que gana en las categorías de “Mejor Película Extranjera” y “Mejor Película” además de ser la primera en idioma coreano en obtener este galardón.
En este análisis no solo proponemos echar un vistazo a la cinta sino en su contexto de producción y entender por qué ahora este fenómeno sucedió.
AQUÉL PAÍS LLAMADO COREA
Poco a poco la cultura coreana ha logrado instalarse en la cultura occidental, música, multimedia y hasta filosofía forman parte de una escena global hiperconectada. Va quedando atrás ese estereotipo de lo oriental como un conjunto donde “todo es lo mismo”.
En el caso de corea, allá por el 2012 llegaba un primer boom “El Gagnam Style”, dio tela para cortar ya que rompía las barreras de YouTube, pero otra subcultura se cocía, el k-pop. Con sus imponentes coreografías, sus clips plagados de estridentes colores y sus letras de superación y amor comenzaron a ser un lugar en el que jóvenes y adolescentes de todo el mundo se podían sentir identificados. En números, BTS (uno de los grupos insignia de la subcultura) ha roto, solo en 2019, siete récords mundiales; como mayor cantidad de reproducciones en YouTube o ser el grupo que registra mayor cantidad de ventas físicas y digitales.
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Con esto como antecedente, se pude definir como un fenómeno de masas que dotó a Corea del Sur de una visibilización que no tenía hasta el momento.
Pero “lo popular” no solo ha recibido este impacto, los círculos menos mainstream también ha encontrado un sol al que mirar: Byung-Chul Han, el filósofo en contra del neoliberalismo. Dos de los grandes lenguajes contemporáneos, el audiovisual y el escrito, comienzan a tener referentes de la región.
Byung-Chul Han se ha convertido en un fenómeno de lecturas gracias a que pone en conflicto al sistema que vende la autosuperación como un trabajo sin descanso, lo privado y lo público como un terreno en disputa y como la felicidad ahora es un servicio de consumo. Con una sintaxis amigable que busca más acercar que volver el pensamiento algo extraño, el filósofo explica y pone en relieve algunas de las problemáticas de la sociedad contemporánea.
EL DIRECTOR DEL CAPITALISMO
En este contexto donde surcorea ya no es un país lejano sino que comienza a tener más similitudes que diferencias, donde deja de ocupar el lugar de “lo otro” y la Academia amplió su base de votantes de otros países, Bong Joon-ho, director de la cinta, presenta Parasite.
Poderosa visualmente, hace de los espacios entes que nos cuentan a quienes estamos viendo, cómo viven, quiénes son. Emocionante en la intriga, hace recorrer al espectador por una espectro de emociones, por momentos es solemne, en otros indignante. Se da el lujo de ir de la genialidad a la estupidez sostenidas en las actuaciones del elenco. Es una bola de nieve que comienza y no hace otra cosa que crecer y crecer hasta explotar en el final contra una pared “metafórica”.
Se escribe que es una película sobre la lucha de clases, pero quede que esta sentencia haya perdido sustancia en los discursos. Parasite habla de los privilegios, de como una lluvia puede ser una hermosa postal de Instagram y a la vez un desastre que deja sin hogar a alguien.
Parasite es cruda, pero necesaria. Lo bueno es que este es otro paso más en la filmografía de Bong Joon-ho que nunca le esquivó a hablar de lo que genera incomodidad, como en Snowpierce donde plantó una semilla para lo que hoy es Parasite o en Okja donde la industria alimenticia y la lógica del reality es el detonante.
Allá afuera hay un mundo que está esperando ser descubierto y citando al director surcoreano “Una vez superada la barrera de los subtítulos, descubrirán películas maravillosas”.