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"Me identifico como un zorro": la búsqueda de identidad de un joven therian en Argentina
Lexi, un joven argentino, se identifica como un zorro. Su experiencia forma parte de la comunidad therian, personas cuya identidad interior no es humana.
POR REDACCIÓN
En un contexto social donde las categorías de identidad se expanden y revisan, emergen experiencias que desafían los límites tradicionales de lo humano. Lexi, un joven que prefiere mantener su nombre legal en reserva, es una de esas voces. Con cabello negro y mechones azules, a veces complementa su presencia con una máscara y una cola de zorro, no como un disfraz, sino como una expresión de lo que siente ser: un therian, una persona que se identifica internamente como un animal no humano.
El término “therian” tiene sus raíces en comunidades que inicialmente se identificaban con seres mitológicos, como hombres lobo o dragones. Con el tiempo, su significado se amplió para incluir identidades basadas en animales reales. Para Lexi, esta identidad no es un juego, una moda pasajera ni una performance, aunque su visibilidad haya crecido en plataformas como TikTok. Se trata, explica, de una forma profunda y constante de percibirse a sí mismo y de relacionarse con el entorno. “Siento que mi forma de ser se asimila a la de un zorro”, afirma, describiéndose como caótico, inquieto y curioso, rasgos que, según relata, nunca encajaron del todo en las expectativas sociales humanas.
Esta identificación trasciende lo meramente interno y se manifiesta en conductas y preferencias. Lexi describe el placer de actividades como correr libremente, cavar o simular gestos de caza hacia las palomas en la calle, aunque sin intentar lastimarlas. También practica la meditación como una forma de conectar con su entorno de una manera más visceral. “Nunca entré en los estereotipos de humanos”, reconoce, enfatizando que ser therian no lo aleja de la vida cotidiana, sino que le ofrece un prisma diferente para experimentarla. “Realmente yo hago lo mismo que cualquier otra persona”, aclara.
Un pilar fundamental en su camino es lo que denomina su “manada”: un grupo de amigos que comparten la experiencia therian, aunque se identifiquen con diferentes especies, desde coyotes y lobos hasta gatos. Con ellos, Lexi encuentra un espacio de pertenencia y comprensión, frecuentando entornos naturales para reconectarse con lo que perciben como su hábitat.
El proceso de aceptación familiar fue un momento crucial. Tras una conversación inicial cargada de incertidumbre, donde Lexi simplemente expuso “soy esto, no puedo cambiar”, su familia llegó a un lugar de apoyo y comprensión. No todas las reacciones externas han sido igualmente positivas. Lexi enfrenta prejuicios, miradas hostiles y agresiones directas. Relata haber recibido insultos en la calle e incluso intentos de agresión física. “La gente tiene miedo a lo diferente”, reflexiona, señalando cómo ese temor puede derivar en violencia.
Entre los mitos que busca desterrar están las ideas extremas que circulan en redes, como la asociación de algunos therians con el consumo de comida para mascotas. “La realidad es que la vida de uno no le interesa”, afirma, distanciándose de estereotipos que no representan su experiencia.
La decisión de hacerse visible, usando sus máscaras o colas, es tomada con cautela. Evalúa el entorno para evitar situaciones de riesgo, prefiriendo espacios naturales para expresarse libremente. “Incluso sin máscara, la verdad es que sigo siendo un zorro”, sostiene, subrayando que su identidad es intrínseca, no dependiente de un accesorio.
La historia de Lexi invita a una reflexión más amplia sobre la diversidad de la experiencia humana. Su testimonio no busca patologizar ni sensacionalizar, sino simplemente narrar una forma de ser que, aunque resulte ajena para muchos, para él es fuente de autenticidad, libertad y un sentido profundo de comunidad. En última instancia, su experiencia plantea que la identidad puede ser un espectro mucho más vasto y menos antropocéntrico de lo que tradicionalmente se ha concebido.