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Reconversión viticola: el plan con el que San Juan busca adaptarse al nuevo escenario
Menos consumo de vino en el mundo, caída de hectáreas y un plan público–privado que apunta a cambiar la matriz productiva en San Juan
La viticultura atraviesa un proceso de transformación a escala global. En los principales países productores se consume menos vino, cambian los hábitos de las nuevas generaciones y, como consecuencia directa, se reducen las hectáreas destinadas exclusivamente a la vinificación. Frente a ese escenario, San Juan presentó un plan de reconversión varietal y tecnológica que busca anticiparse a una crisis estructural, ordenando su matriz productiva y adaptándola a un mercado que ya no demanda volumen, sino eficiencia y diversificación.
“El mundo está reduciendo superficie cultivada con vid y el consumo cayó un 12,5% en los últimos siete años. No hay margen para mirar para otro lado”, advirtió Alfredo Aciar, secretario de Coordinación para el Desarrollo Económico, al describir el contexto internacional que enmarca la iniciativa.
Un cambio global que ya impacta
Los datos muestran una tendencia sostenida. A nivel mundial, la superficie vitivinícola viene en descenso desde hace más de dos décadas y la producción de vino comenzó a caer en los últimos años. Argentina replica ese comportamiento: perdió cerca de un tercio de su comercialización total de vinos y el consumo per cápita se redujo de más de 30 litros anuales a alrededor de 15.
“En el mundo vemos que no hay mucho espacio para crecer con exportación de vino. Sí entendemos que hay oportunidades en otros productos, como el mosto y la pasa”, señaló Aciar, al explicar por qué el debate dejó de centrarse únicamente en el vino.
San Juan y el límite del modelo tradicional
En la provincia, una parte importante de la superficie vitícola está orientada a vinos genéricos, un segmento atravesado por precios cíclicos, sobrestock y márgenes cada vez más ajustados. “El problema de los precios son los stocks. Cuando el stock es alto, los precios no tienen margen para mejorar”, resumió Aciar.
En ese esquema, el mosto ocupa un rol central para la viticultura sanjuanina. La provincia exporta alrededor de 31.000 toneladas de mosto, lo que la posiciona como uno de los principales actores del país en ese segmento, con mercados consolidados como Brasil y Estados Unidos. Para el Gobierno provincial, fortalecer ese perfil exportador es una de las claves para extraer volumen del mercado interno y aliviar la presión sobre los precios del vino genérico.
Con ese diagnóstico, el Gobierno provincial elaboró un plan que no apunta a aumentar hectáreas cultivadas, sino a redefinir qué se produce y cómo se produce. “No se trata de expandir la superficie, sino de ser más productivos con las hectáreas que ya tenemos”, explicó el ministro de Producción, Gustavo Fernández.
Reconversión varietal: cambiar sin arrancar
Uno de los ejes centrales del plan es la reconversión varietal mediante injertos. Los estudios técnicos identificaron unas 21.800 hectáreas aptas para este proceso en San Juan. La herramienta permite modificar el perfil productivo del viñedo sin erradicar plantas y con plazos mucho más cortos para volver a producir.
“El injerto cuesta alrededor de 2.000 dólares por hectárea en promedio. Es muy distinto a arrancar un viñedo y esperar cuatro o cinco años para volver a producir”, explicó Miguel Moreno Mas. Frente a eso, una reconversión total con recambio de plantas implica mayores costos y varios años sin ingresos para el productor.
Riego y energía: la otra transformación
El diagnóstico sobre el uso del agua es uno de los puntos más sensibles del plan. Según el relevamiento del estado de situación del riego en la actividad vitivinícola, la vid en San Juan se riega mayoritariamente con sistemas tradicionales: unas 30.953,5 hectáreas cuentan con riego a manto, lo que representa el 78% del total de la superficie cultivada. En contraste, solo 8.730,48 hectáreas —el 22% restante— disponen de riego tecnificado.
Este dato explica por qué la reconversión tecnológica aparece como un eje central de la estrategia. El plan estima que unas 30.958 hectáreas requieren modernización de los sistemas de riego, incorporando tecnologías más eficientes que permitan optimizar el uso del agua en un contexto de crisis hídrica.
En paralelo, se proyecta la incorporación de generación de energía solar asociada al riego, como parte de un paquete tecnológico integral. Los costos estimados son significativos: la reconversión de riego demandaría entre 3.000 y 4.000 dólares por hectárea, según el sistema y la fuente de agua, mientras que la incorporación de energía solar tendría un costo promedio cercano a los 2.000 dólares por hectárea, prorrateando instalaciones pensadas para superficies de entre 10 y 15 hectáreas.
“La reconversión tecnológica no es solo una demanda del sector, es una necesidad impuesta por la crisis hídrica”, sostuvo Fernández. “Ir hacía mayor eficiencia energética y un mejor uso del agua es un consenso”.
Una inversión de gran escala
Al dimensionar el alcance económico del plan, el ministro Fernández puso números sobre la mesa. “Si se aplicara el paquete completo al 100% de las hectáreas, estaríamos hablando de una inversión del orden de los 190 millones de dólares”, explicó, al aclarar que se trata de una estimación máxima y teórica.
Al tipo de cambio oficial, ese monto equivale a aproximadamente $150.000 millones, una cifra que deja en claro que la reconversión no puede pensarse como una acción inmediata ni exclusivamente estatal. El esquema está concebido para trabajarse de manera articulada con el sector privado, del que también deberá surgir una parte central de la inversión.
Un proyecto de largo plazo
Fernández fue enfático al marcar los tiempos. Según explicó, la reconversión no es un proceso que pueda concretarse en dos, cuatro o pocos años. Se trata de un proyecto de largo plazo, que demandará planificación, financiamiento sostenido y consensos amplios dentro de la cadena productiva.
En esa línea, Moreno Mas remarcó que la inversión privada será clave: el Estado podrá articular herramientas y condiciones, pero la transformación dependerá de que productores y empresas encuentren rentabilidad y futuro en el nuevo esquema productivo.
Una transición inevitable
La reducción de hectáreas destinadas al vino es una tendencia que ya se consolidó a nivel mundial. San Juan asume que no puede quedar al margen de ese proceso y plantea la reconversión como una herramienta para ordenar su producción, sostener el empleo y adaptarse a un mercado que cambió.
Con ventajas comparativas claras —clima, sanidad, sol y experiencia técnica— la provincia apuesta a diversificar su viticultura, fortalecer el mosto, las pasas y otros destinos industriales, y encarar una transición que, según coinciden los funcionarios, ya no es opcional sino inevitable.