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Opinión > Cine nacional

Juan Moreira

El rodaje fue realizado en la localidad de Lobos, lugar donde vivió el verdadero protagonista. Favio se basó para la realización de su proyecto en los escritos de Eduardo Gutiérrez.

El cine nacional cuenta con valiosos directores, yo diría los mejores de América, genios que han producido filmes a veces con escaso presupuesto y pocos recursos tecnológicos, pero que sin embargo lograron esplendidas películas, ganando premios internacionales.  Sus obras  han quedado como verdaderos exponentes de nuestro acervo artístico cinematográfico. Un director con este perfil-mi preferido- es el mendocino Leonardo Favio. En general sus películas enfatizan lo social y se caracterizan por la constante preocupación en rescatar personajes cuyas vidas han estado signadas por la marginalidad y el desamparo. Como ejemplo podemos citar aquellas primeras producciones tales como “Crónica de un niño solo”, “El dependiente” “Gatica, y el documental maravilloso, con versos de Leopoldo Marechal, “Perón, sinfonía de un sentimiento”.

El film al que voy  ser referencia fue estrenado en 1973 y se transformó en una de las obras que más encantó al público argentino. Se trata del inolvidable “Juan Moreira”. El rodaje fue realizado en la localidad de Lobos, lugar donde vivió el verdadero protagonista. Favio se basó para la realización de su proyecto en los escritos de Eduardo Gutiérrez. La historia que presenta  transcurre en ese Buenos Aires de 1866 convulsionado por las luchas políticas. El “matrero” Moreira (interpretado magistralmente por Rodolfo Bebán) actuaba indistintamente como guardaespaldas de aquellos “clubes” políticos rivales denominados autonomistas y nacionalistas, que lideraban Adolfo Alsina y Bartolomé Mitre. La película en cuestión tiene escenas memorables, como aquella en que Moreira peligrosamente herido logra salvarse de las garras de la muerte (la parca) ganándole  un patético partido al truco. Sin embargo su rival no acepta la derrota y decide “llevarse” a uno de sus hijos, porque ella “nunca pierde”. El final de la obra es recreado espléndidamente por Favio: nuestro personaje solía frecuentar un prostíbulo donde es sorprendido por un grupo de hombres armados y en un épico combate logra vencerlos hasta que finalmente y como acto culminante aparece el sargento Chirino ultimándolo de un bayonetazo sobre una muralla, aun así Moreira moribundo logra descargar su mortal trabuco. Estas grandiosas escenas son acompañadas por una soberbia  música coral (Adonde irás con este sol) la cual acentúa la heroicidad de Moreira. El film además del logro estético se  constituye en una denuncia social donde los marginados son utilizados por los políticos-recordemos  la serie “EL Puntero”- y cuando dejan de ser valiosos son abandonados o descartados, prácticas que aún tienen una triste vigencia.

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