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Eusebio de Jesús Dojorti

Vida y obra de Don Buena, el latir de todo el pueblo jachallero

Del libro “Buenaventura Luna: su vida y su canto”. Autores: He­be de Gargiulo, Elsa de Yanzi y Alda de Vera.

POR REDACCIÓN

11 de noviembre de 2017

Alto, severo, de oscura tez curtida por los soles, con mi­rada profunda e inquisidora, tenía la sonrisa triste de los criollos que viven de interioridad.

Aseguraba que “las cosas bellas se dicen en pocas frases” y que “tontera es hablar sin decir nada”.

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El 19 de enero de 1906, llegó al valle sereno del norte sanjuanino. Tuvo una niñez feliz, campesina y cristiana.

Fue de Buenaventura Lu­na, un hombre de confianza encargado del ganado y del ordeñe, reconocido por sus “tortas al rescoldo” y relatos montañeses, de quien toma su nombre. La primaria la hizo en la escuela Nº 26 de Huaco y continuó en la Escuela Normal Fray Justo Santa María de Oro de la villa de Jáchal. No terminó la secundaria pero ya entonces aparecía su inclinación por las letras. A tiempo que se sumergía en el mundo fascinante de los viajes por el campo argentino y de las lecturas. Don Quijote, La Biblia, El Martín Fierro fueron sus compañeros permanentes. La influencia de los re­nacentistas españoles que veneraba, Fray Luis y Garcilaso. Las lecturas po­líticas, sociales y económicas ocuparon mucho de su tiempo. Como también la filosofía oriental. Eusebio de Jesús Dojorti no tuvo una buena experiencia en la vida política aliado a Federico Cantoni. Su rebeldía juvenil y la evolución en sus planteos lo llevaron a disentir con los conductores del partido, y hasta fue perseguido y confinado a prisión.

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Fue periodista en el diario “La Reforma” de la UCR Bloquista. Funda y dirige el semanario “La Montaña”. Condujo programas de radio en San Juan y Buenos Aires desde el 30, hasta el último que se le escucho, en el 52: “San Juan y su vida”. Dirigió dos conjuntos folclóricos que alcanzaron fama en todo el país y el exterior: Los Manseros del Tulum y La tropilla de Huachi Pampa.

Casi todos los poemas y todas sus canciones fueron compuestos entre 1934 y 1955. Eusebio tenía una memoria de baquiano que nada olvida y un varonil concepto de la amistad: “Los hermanos los da Dios y los amigos los elige uno”. A lo que sumaba una gran ternura por su madre.

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Murió el 29 de julio de 1955. Un año más tarde, sus restos fueron llevados al Hua­co de sus amores. El sepulcro fue emplazado al pie de un añoso algarrobo y señalado con una rústica guitarra tallada a mano. A la cabecera está el símbolo de los cristianos, hecho también de algarrobo y atado con tientos de cuero.

Hasta allí llega el alma del pueblo cada vez que la acosa el sentimiento y rinde el homenaje del canto y la guitarra para su pedido.

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