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El sacerdote que burló a la dictadura: las operaciones secretas de Bergoglio

Al momento de ser elegido Papa, Francisco sufrió una intensa campaña de desprestigio por su presunto papel durante la dictadura. Más tarde se demostró que no habiendo tenido militancia política en esos años había arriesgado su vida ayudando a huir de la muerte

POR REDACCIÓN

21 de abril de 2025
Al momento de asumir, Francisco sufrió una campaña de desprestigio. FOTO: Gentileza

Durante los años de la última dictadura militar en Argentina (1976-1983), el entonces sacerdote jesuita Jorge Bergoglio desarrolló una red de protección para personas perseguidas por el régimen, demostrando un notable conocimiento de técnicas de clandestinidad y una capacidad organizativa que permitió el escape de varios perseguidos políticos. Su papel en ese período oscuro ha sido objeto tanto de reconocimientos como de críticas, aunque testimonios documentados revelan acciones concretas de auxilio.

Uno de los episodios mejor documentados es el de Gonzalo Mosca, militante del Grupo de Acción Unificadora (GAU) uruguayo, quien en 1977 se encontraba en Buenos Aires huyendo de la represión coordinada entre las dictaduras del Cono Sur. Tras un allanamiento fallido de las fuerzas represivas en su lugar de refugio, Mosca contactó a su hermano, sacerdote jesuita, quien a su vez recurrió a Bergoglio.

El futuro Papa organizó entonces un operativo de escape que incluyó el traslado clandestino de Mosca al Colegio Máximo de San Miguel, la creación de una coartada religiosa para justificar su presencia allí y la planificación de una ruta de huida hacia Brasil a través de Puerto Iguazú. Bergoglio acompañó personalmente a Mosca hasta el aeropuerto, uno de los puntos más riesgosos debido a la fuerte presencia militar.

Técnicas de clandestinidad

Lo llamativo de estos procedimientos fue el uso de métodos propios de la resistencia clandestina, como el "tabicado" (ocultar al perseguido el trayecto recorrido), la elaboración de identidades falsas y la identificación de puntos débiles en los controles de seguridad. Según reveló el mismo Bergoglio años después, estas técnicas las aprendió de Alicia Oliveira, una abogada y exjueza vinculada a la militancia peronista, destituida tras el golpe de Estado.

A lo largo de los años, la figura de Bergoglio durante la dictadura ha sido objeto de debate. Mientras algunos sectores lo acusaron de no haber tomado una postura suficientemente crítica frente al régimen, testimonios como los recopilados en el libro Salvados por Francisco (de Aldo Duzdevich) dan cuenta de al menos 25 casos de personas asistidas por él, ya sea mediante escondites, trámites para obtener documentos falsos o planes de exilio.

Lo cierto es que Bergoglio nunca tuvo una militancia política en esos años, pero su posición como provincial de los jesuitas lo puso en contacto con situaciones límite. Su estrategia fue discreta, evitando la confrontación directa con el poder militar pero aprovechando los recursos institucionales de la Iglesia para ayudar a quienes estaban en peligro.

 

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