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Vacaciones para el Gobernador

El segundo tercio del siglo XIX estuvo marcado por la dilatada gobernación de Nazario Benavides. Un mandatario que sólo se apartaba del que luego sería “sillón de Sarmiento” en casos muy extremos: una batalla, acordar la organización nacional o reasumir en un nuevo mandato como gobernador.

El calor sanjuanino es agobiante en verano, nadie tiene dudas. Para qué hacer notable mención de las siestas que achicharran hasta los brotes tiernos de las parras. Esta ha sido una realidad que poco ha cambiado en los cuatro siglos y medio de la provincia. Por suerte siempre existieron oasis donde refrescarse y descansar.

El segundo tercio del siglo XIX estuvo marcado por la dilatada gobernación de Nazario Benavides. Un mandatario que sólo se apartaba del que luego sería “sillón de Sarmiento” en casos muy extremos: una batalla, acordar la organización nacional o reasumir en un nuevo mandato como gobernador. Estaba tan convencido que gobernar demandaba permanecer en su puesto de lucha que ni estando enfermo se alejaba de sus funciones públicas. Por cierto la distancia no era mayor que la que existía entre su dormitorio y el comedor principal, pues su vivienda era al mismo tiempo residencia familiar y despacho de gobierno.

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Cosa extrema debió ser el verano de 1846 que el Brigadier decidió tomarse unos días de receso. El destino eran los esteros de Zonda. Se sabe que el sistema de lagunas formaban unos bañados muy apreciados por su vegetación, sin olvidar, el deleite que significaba a la población poder disfrutar de un chapuzón.

La marcha hacia el veraneo comenzó desde el centro mismo de la Ciudad, desde su casa en la actual calle Santa Fe entre General Acha y Mendoza. Su esposa, Telésfora Borrego, y sus hijos cargaron en varios carros tirados por mulas grandes baúles repletos con todo lo que les fuese a ser falta. Avisados los caseros de Zonda comenzaron también otros tantos preparativos para recibirlos.

Pero había un pequeño detalle que el Brigadier no había querido pasar por alto: pedir permiso a la Sala de Representantes para “…retirarse a Zonda a tomar baños…”. Con extrañeza lindante con la desilusión, amargados, los Benavides volvieron con los baúles del carro a la casa a soportar el calor, en espera de la venia legislativa. Con una extrañeza rayana con lo irrisorio, como parte del orden del día los diputados se encontraron con el pedido. Como era de esperar no hubo debate sobre la moción, con cerca del 80% de legisladores seguidores del gobernador, el permiso fue otorgado sin más. Y con el consentimiento de la Sala de Representantes, Don Nazario pudo irse de vacaciones.

 

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