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Opinión

¿Cada vez más comunicados y más solos?

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

Con el correr de los años es mayor la cantidad de instrumentos técnicos para comunicarnos: celular, tablet, computadora… Y también los medios o canales para hacerlo: WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram… Podemos decir que el hombre de hoy busca —a veces con angustia— vencer la experiencia de la soledad. Por otro lado vemos cómo en las ciudades grandes es creciente la cantidad de gente que elige vivir sola.

Este domingo en el cual celebramos la Ascensión de Jesús al cielo, se desarrolla la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que este año tiene como lema «“Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25).

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De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana».

Francisco en este mensaje comienza reconociendo los aspectos positivos de los medios de comunicación virtual, y el aporte que pueden significar para los vínculos humanos, aunque no dejan de tener cierta ambigüedad.

“Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos.” Llegando incluso a expandirse entre los más jóvenes el verse envueltos en episodios de acoso cibernético.

Insiste Francisco en que “ante la complejidad de este escenario, puede ser útil volver a reflexionar sobre la metáfora de la red que fue propuesta al principio como fundamento de internet, para redescubrir sus potencialidades positivas. La figura de la red nos invita a reflexionar sobre la multiplicidad de recorridos y nudos que aseguran su resistencia sin que haya un centro, una estructura de tipo jerárquico, una organización de tipo vertical. La red funciona gracias a la coparticipación de todos los elementos”. Sin embargo, debemos reconocer también que los vínculos que se establecen son débiles.

“La red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa. Los jóvenes son los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes que se convierten en ‘ermitaños sociales’, con el consiguiente riesgo de apartarse completamente de la sociedad.” Esta situación suele ser motivo de angustia de familiares y amigos que se sienten impotentes para revertir el aislamiento.

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Por eso nos propone el Papa pensar en otra “metáfora, la del cuerpo y los miembros, que san Pablo usa para hablar de la relación de reciprocidad entre las personas, fundada en un organismo que las une. «Por lo tanto, dejaos de mentiras, y hable cada uno con verdad a su prójimo, que somos miembros unos de otros» (Ef 4,25). El ser miembros unos de otros es la motivación profunda con la que el Apóstol exhorta a abandonar la mentira y a decir la verdad: la obligación de custodiar la verdad nace de la exigencia de no desmentir la recíproca relación de comunión. De hecho, la verdad se revela en la comunión. En cambio, la mentira es el rechazo egoísta del reconocimiento de la propia pertenencia al cuerpo; es el no querer donarse a los demás, perdiendo así la única vía para encontrarse a uno mismo”.

En el Mensaje de esta Jornada encontramos una afirmación bella y certera: “Llevamos siempre en el corazón la nostalgia de vivir en comunión, de pertenecer a una comunidad”. A veces sentimos como una especie de desarraigo existencial que busca reforzar sentido de pertenencia. Se han multiplicado los encuentros entre compañeros de escuela después de varias décadas de haber egresado, la participación en clubes de amigos o peñas, las tareas solidarias en común.

“Soy verdaderamente humano, verdaderamente personal, solamente si me relaciono con los demás. El término persona, de hecho, denota al ser humano como ‘rostro’ dirigido hacia el otro, que interactúa con los demás. Nuestra vida crece en humanidad al pasar del carácter individual al personal. El auténtico camino de humanización va desde el individuo que percibe al otro como rival, hasta la persona que lo reconoce como compañero de viaje.”

¡Cómo necesitamos de los demás! Y no lo digo como afirmación abstracta. “La imagen del cuerpo y de los miembros nos recuerda que el uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro.” Nada reemplaza el calor del abrazo, la ternura de la mano en el hombro.

“Podemos pasar así del diagnóstico al tratamiento: abriendo el camino al diálogo, al encuentro, a la sonrisa, a la caricia… Esta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres.”

El fin de semana que viene sabremos que “compartir transforma vidas”. Preparate para la Colecta Nacional de Cáritas.

Y un saludo especial para quienes ejercen el periodismo: el próximo 7 de junio es su día. Rescaté de san Pablo VI y con el propósito de compartir ideas, unas palabras que el Papa Montini les dirigió a los periodistas latinoamericanos que lo visitaron en el Vaticano en el año 1965, y que mantiene intacta su vigencia: “Con el sentido de finos observadores que los distingue, habrán, sin duda, captado ángulos desconocidos de visión, tal vez hayan corregido apreciaciones, seguramente habrán enriquecido su caudal de experiencia y habrán surgido vínculos nuevos de amistad. Es bien sabido cómo en nuestro siglo, en virtud del sorprendente desarrollo de las técnicas de comunicación y de información, y por el nuevo modo de vivir las gentes en aglomerados colosales, se multiplican las posibilidades de influenciar la opinión pública en modo casi simultáneo creando juicios que pueden ser vividos no ya solo como raciocinio sino en clave de voluntad operativa, dinámica y aun pasional. Pues bien; Nuestra invitación no es otra que la de exhortarlos a usar siempre de este medio formidable, como de propaganda de la verdad, propaganda que de arte se convierte en técnica en nuestro tiempo. Que sea además su periodismo instrumento de caridad y amistad entre los pueblos. La verdad hace libres a los hombres; la caridad los hará hermanos”.

Si me permiten, me quedo de ese mismo mensaje que, insisto, data de 1965, con un breve parrafito que me parece de absolutísima actualidad: “La Iglesia no puede ni quiere desinteresarse de la prensa, pues comprende bien que ella es instrumento de difusión de su doctrina, medio de educación popular, arma para la defensa de sus derechos. El tema ha tenido puesto importante en la agenda de este Concilio, y fruto de un Decreto Conciliar es la Pontificia Comisión para las Comunicaciones Sociales”.

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