Opinión
De impecable traje negro
De impecable traje negro y camisa blanca sin corbata
levantó la copa, transparente, más grande que su mano
una mitad de vino tinto y la otra de sueños y de figuras que él hacía con palabras
que se enredaban en el bullicio que ignoraba
con la copa en alto reía
como si todos atendieran a sus brindis
su mesa al centro del salón, casualmente, o estaría alineada con la Luna y un secreto que llevaba
la música flamenca, fuerte, que algunos hombres acompañaban con los golpes de sus manos, hacia juego con sus botas cortas y sus pantalones de cintura alta
Los otros hombres hablaban entre ellos, comentaban, reclamaban fastidios cotidianos. Y en otro mundo
brinda sólo el hombre de la mesa del medio
Soy gitano, gritaba antes de sus brindis solitarios, o no
tal vez había una multitud en una fiesta lejana, o
una mujer tomada de su mano, que los demás no veían
¿Qué miraba la mirada del hombre de impecable traje negro de gitano?
¿Cómo serán las calles que caminaba por su vino?
¿Cómo es el rostro de la mujer por la que brinda? Porque brinda por una mujer cuando brinda por la Vida
Y ¿de dónde regresa cuando asienta la copa sobre la mesa?
La noche se acababa y se fue llevando los hombres
se quedó solo en el salón de luces muy blancas, sirvió lo que quedaba en la botella, una etiqueta negra hacia juego con su saco
bebió, de pie, y levantó la copa mientras reía y dijo en voz alta: no quiero dejar de ser
el hombre que lleva el niño
y el niño que lleva el pájaro. Bebió su vino como si fuese su último brindis
dejó propina como si no volviera
tomo su sombrero negro y lo llevó en la mano hasta el umbral, y dijo en voz baja
el hombre vive por su necesidad de volar
Al salir se puso el sombrero y arrastró la oscuridad que hasta la altura de sus tobillos estaba espesa, más negra, más callada
Caminó las calles, como si fuesen todas las calles que aprendió en sus juegos
Compró los diarios y leyó los titulares como si buscase una señal cifrada de antiguos testamentos
Tiró los diarios a un tacho de basura y caminó
la noche le duró una multitud de sueños, entró a cada uno de ellos, anduvo por su juventud, golpeó las manos de sus antepasados
y le puso una tilde a las nostalgias
dejó con asteriscos unas cuantas incertidumbres como si se asegurara no olvidarlas
entró a un auditorio que tenía tantas puertas como su edad y leyó poemas
había olvidado su edad y contó las puertas
anotó ese número en la palma de su mano izquierda
amanecía en la similitud de su carácter
la claridad que hace la vigilia se demoraba debajo de las sombras
claro: esperaban que nazcan mariposas negras
El hombre de sombrero y traje negro caminaba como un fantasma por las calles. No se detenía para cruzar en las esquinas
los transeúntes que salieron lo percibían, lo veían caminar por el medio de la calle, inaprehensible
como una sombra, lo percibían sin saberlo próximo
Los diarios sacaron otra edición por la mañana, habían asesinado a los generales
una música flamenca sonaba y los transeúntes acompañaban el ritmo con golpes de sus manos
resucitaron las mariposas que habían muerto siete noches antes y volaban insistentes entre los Hombres
del mar y de los ríos salían hombres y mujeres jóvenes
reían, desorbitadamente
levantaban sus manos y gritaban que sólo le temían al olvido
Por la noche, el mismo bar de hace siete siglos, tenía servida en la mesa del centro del salón de luces blancas
una botella de vino tinto, con la etiqueta negra y una copa transparente, llena de brillos
más grande que una mano, más alta
alrededor otros hombres hablaban entre ellos, comentaban, reclamaban fastidios cotidianos
en otro mundo habían asesinado a los generales
nadie comentaba
a nadie le importaba
Al bar entraba un hombre de impecable traje negro de gitano