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Opinión

Sin apertura no hay desborde

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

Cuando nace un bebé es común que se le busquen rasgos parecidos con otros miembros de la familia: la nariz, las orejas, la sonrisa. Pero el conocimiento verdadero lo alcanzamos cuando sabemos quién es la persona en sí misma.

Respecto de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe que estamos desarrollando en México, nos ha sucedido algo semejante.

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Al principio comenzamos resaltando “lo que no es” para comprender lo que “sí es”.  No es una Conferencia General del Episcopado, como las anteriores (Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida); en esta la Asamblea participan las diversas vocaciones del Pueblo de Dios.

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No es un Encuentro del Pueblo de Dios, que se reúne para una celebración o un espacio formativo que empieza y concluye.  En la Asamblea se discute, se comparten inquietudes, se discierne, se imagina el futuro para caminar juntos.

La Asamblea Eclesial no termina con la Eucaristía este domingo 28 de noviembre.  Es un proceso con diversas fases o etapas.  Ahora vendrá el tiempo de recoger los aportes de estos días y continuar realizando el discernimiento de opciones pastorales para asumir los nuevos desafíos a los cuales Dios nos urge responder.

Recuerdo que al publicarse el Documento Conclusivo de Aparecida nos preguntábamos: “¿Cómo hacemos para que los Obispos se apropien del Documento?”.  Pero pronto cambiamos la formulación: “¿Cómo hacemos para se lo apropien las Diócesis, todo el Pueblo de Dios?”.

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Hoy seguimos escuchando preguntas en aquel estilo. “¿Cómo hacemos para que se sumen los párrocos; para que los obispos se motiven con la Asamblea Eclesial?” “¿Y con el camino sinodal al cual nos ha convocado Francisco?” No se trata de contraposición de vocaciones, sino de sumarnos todos los hombres y mujeres de fe (diversos carismas, vocaciones, ministerios) como Pueblo de Dios para caminar juntos.

Hay una cuestión que es muy importante señalar. Entre la Asamblea Eclesial y el Sínodo no hay yuxtaposición y menos aún oposición. Son impulsos del mismo Espíritu Santo en el mismo sujeto eclesial.

La conversión pastoral comenzó en la mañana de Pentecostés. Las primeras comunidades debieron discernir qué hacer ante los nuevos desafíos de la misión. El Espíritu Santo fue mostrando los lugares y actitudes en los cuales los nuevos escenarios desafiaban a la Evangelización: compartir los bienes para que nadie sintiera necesidad, rezar juntos, acercarse a los pobres y excluidos de la sociedad y la comunidad religiosa. Los textos del Nuevo Testamento nos traen hermosos testimonios concretos de quienes “fueron puestos en crisis”: Pedro, Santiago, Juan, Felipe, Pablo, Bernabé, Priscila, Lidia, María, Evodia, Julia. Francisco nos invita a volver a leer y dejarnos iluminar por el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Quisiera que no perdamos de vista las dos palabras que el Papa nos pidió tener en cuenta en su mensaje a la Asamblea Eclesial: Escucha y Desborde.

La Escucha no tiene la finalidad de un marketing religioso. Implica entrar con los pies descalzos en los corazones que se abren y se expresan. Estamos “pisando tierra sagrada”.

Se trata de escuchar “la voz de Dios hasta escuchar con Él el clamor del Pueblo, y escuchar al pueblo hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama” (Francisco, Mensaje a la Asamblea). Resuena en esta expresión la voz del Beato, Obispo y mártir Enrique Angelelli: “tener un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”.

Para que haya desborde debe haber apertura para recibir. Un vaso invertido no es capaz de ser colmado; el agua que se le vuelca le resbala sin ingresar en él. Cuando está con la boca hacia arriba es capaz de recibir en abundancia. Algo semejante sucede con el Espíritu Santo en los hombres y mujeres de fe. Para ser “desbordados” debemos estar abiertos a su obra.

Varias veces hemos escuchado al Cardenal Bergoglio hacer referencia a lo que implicó desarrollar las sesiones de la V Conferencia debajo del Santuario de Aparecida. Compartir cotidianamente la Eucaristía con los peregrinos, y durante toda la jornada escuchar sus cantos, cruzarnos permanentemente con las peregrinaciones grupales o familiares, daba esa connaturalidad y amistad con el pueblo sencillo. Las expresiones de la Piedad Popular nos vinculan con las raíces de la fe.

En la oración preparatoria de la Asamblea mencionamos “la sangre de tantos hombres y mujeres mártires que fecundaron nuestra fe”. En los diálogos grupales acogemos los dolores y sufrimientos de los pueblos de América Latina y el Caribe. También las alegrías; entre ellas la próxima beatificación de los cuatro mártires en El Salvador: Padre Rutilio Grande (gran amigo del Obispo San Óscar Romero), Padre Cosme Spessoto, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus (de 15 años de edad).

El obispo San Óscar Romero tenía como lema episcopal “sentir con la Iglesia”.  La Iglesia en el continente está en camino de Asamblea; la Iglesia y el mundo están en camino sinodal.  Hoy “sentir con la Iglesia” nos lleva a la comunión y la misión en espíritu sinodal. “La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268).

Estamos iniciando el tiempo del Adviento, y nos orientamos hacia la Noche Buena, la celebración del desborde del Amor de Dios.

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