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Comunidad > Llegar es entender

Las Chacras resiste: entre la identidad Huarpe, el abandono y la amenaza minera

DIARIO HUARPE llegó hasta la comunidad de Las Chacras para escuchar, de primera mano, la lucha silenciosa, pero firme, de un pueblo originario que defiende su territorio, sus raíces y su forma de vida frente a los proyectos mineros y el olvido del Estado. 

Hace 7 horas
Las Chacras es un ejemplo de cómo se puede vivir con dignidad, sin renunciar a la identidad ni a la tierra. Imágenes: Sergio Leiva / DIARIO HUARPE.

A 35 kilómetros tierra adentro de Marayes, siguiendo una huella de tierra que serpentea entre piedras y cerros, se llega a Las Chacras, una comunidad pequeña y antigua que parece haber quedado suspendida en el tiempo, en el corazón de una quebrada al sur de las Sierras Pampeanas en el departamento de Caucete.

DIARIO HUARPE viajó hasta allí para conocer de cerca el sentir y el pensar de un pueblo que sobrevive y resiste. La Chacras no es solo un lugar remoto; es un refugio cultural, natural y humano; es una comunidad que ha aprendido a sostener su existencia con esfuerzo propio, en aislamiento y en profunda armonía con su entorno.

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Los vecinos estiman que en el territorio, que abarca casi 600 hectáreas, residen actualmente 24 hombres, 20 mujeres y 20 niños. Sin embargo, por razones laborales, de salud u otras circunstancias, han emigrado más de 60 almas (13 hombres, 19 mujeres y más de 30 niños). La mayoría de los habitantes son parte de una misma familia, con raíces huarpe. Viven rodeados de montañas, en un paisaje árido, pero de una belleza conmovedora. Lejos del cemento y del ruido urbano, preservan valores que en las ciudades parecen haberse perdido: el respeto, la ayuda mutua, la palabra dada, la escucha y el trabajo colectivo.

El vallecito enclavado al Sur de las Sierras Pampeanas sanjuanina.

Raíces profundas: identidad, territorio y resistencia

La historia de Las Chacras no tiene fecha de fundación precisa, pero, los relatos orales, las memorias familiares y los cementerios indígenas que rodean la comunidad, revelan una continuidad ancestral. Bisabuelos nacidos en la zona, generaciones que crecieron ahí, sin documentos ni títulos de propiedad, pero con una certeza: este es su hogar. Y fue esa certeza la que los llevó a autorreconocerse como comunidad huarpe en 2016, impulsados por José Luis Marín, uno de los referentes de la comunidad. A partir de ese año, comenzaron a juntarse con otras comunidades huarpes, empezaron a estudiar su historia y se organizaron. En 2022, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) realizó el relevamiento territorial y en 2023 lograron la personería jurídica como Comunidad Huarpe de Las Chacras. Fue un paso histórico que coronó años de lucha.

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"Hemos pasado por situaciones muy feas y difíciles, porque, en esos años, había gente que quería entrar al territorio y sacarnos, diciendo que eran los dueños. Esa lucha nos llevó a estar más unidos que nunca y más arraigados que antes al lugar", contó a DIARIO HUARPE, Elida Marín, una de las jóvenes que eligieron quedarse en la tierra que la vio nacer. Pero, ese paso también implicó visibilidad. Y con la visibilidad, llegaron más presiones y responsabilidades, que la comunidad tuvo que enfrentar y asumir, como protectora de su entorno y raíces. 

Caminar por sus callejones es un viaje al pasado, al la historia del pueblo.

"Aquí no queremos minería", el claro mensaje

Por la plataforma geológica donde está enclavada la localidad caucetera, Las Chacras está rodeada por proyectos mineros. En el oeste, el norte y sobre todo en el este, empresas extractivistas, avaladas por los gobiernos de turno que desde hace décadas impulsan el desarrollo minero como política de Estado, han intentado avanzar sobre sus sierras. El más ambicioso de todos, Santo Domingo, un mega proyecto de cobre y oro ubicado cerca del cerro La Huerta, a casi 10 kilómetros de la comunidad, que apunta a perforar y explotar sierras y montañas de ese ecosistema frágil. Pero la comunidad lo rechaza de plano.

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“No estamos en contra del desarrollo económico de la provincia”, aclaran, “Por el contrario, lo apoyamos, pero siempre y cuando no sea sacrificando nuestro pueblo y ecosistema" y afirman. "Acá no queremos un progreso así. No queremos que nos destruyan el equilibrio ambiental, ni nuestra forma de vida. Esta zona es sagrada y no se puede tocar”.

La postura de los huerteros es clara: "la minería pone en riesgo las vertientes de agua, la flora, la fauna y la permanencia de nosotros como pueblo", citando a sus vecinos como ejemplo de lo que sucede tras el paso de la minería: (Marayes y La Planta).

En esta defensa no están solos. La Asamblea Agua Pura para Valle Fértil y otras comunidades vecinas han forjado una red de resistencia. Se realizan encuentros, intercambios, se comparten saberes y estrategias. Por ahora, la presión popular ha logrado frenar momentáneamente el avance del proyecto. Pero el acecho persiste.

Un oasis que los Estados eligen ignorar

Mientras enfrentan intereses mineros, los pobladores de Las Chacras deben lidiar también con otro enemigo: el abandono estructural del Estado. En pleno siglo XXI, el pueblo no tiene acceso a salud pública, ni conectividad garantizada.

“El camino de tierra está transitable, a medias", relata Adela Teresa Andrada, nacida y criada en Las Chacras, "pero sin mantenimiento o en época de lluvias, se vuelve intransitable". Luego agrega: "Si alguien se enferma, lo tenemos que bajar nosotros como podemos hasta Marayes, porque si el camino está feo, la ambulancia no entra”.

Adela contó que los médicos de salud pública llegan al lugar, con suerte, una vez al año. Tampoco hay una sala de primeros auxilios, a pesar de que en el lugar existen estructuras edilicias abandonadas que podrían ser refaccionadas con ese fin. “Acá nos mejoramos con los yuyos nomás", dice Adela, y entre risas: "somos todos medio médicos y enfermeros vio?”.  

El abandono no es nuevo. En la memoria del pueblo se siguen llorando las muertes de muchos seres queridos que se fueron sin asistencia médica, y por momentos sienten que ese olvido es deliberado.

“La mayoría pensamos que nos quieren borrar del mapa, que nos quieren ir empujando a que nos vayamos para quedarse con la tierra”, denuncian.

La sospecha no es descabellada, porque saben que esa amnesia, en realidad, también es una forma de presión.

Las comunicaciones con el mundo, hasta hace muy poco eran imposibles. El acceso a internet se logró gracias a una gestión comunitaria con un proveedor privado, incluso para la escuela pública, que carecía de este servicio. "Ahora, por lo menos, si tenemos alguna urgencia, podemos mandar un mensaje por WhatsApp", manifestó Carla Martínez, otra de las jóvenes que decidió volver a Las Chacras para vivir. 

Más porteros y ciclo orientado para la escuela

Si bien, las instalaciones de la escuela Rómulo Giuffra se encuentran en buen estado y el servicio educativo está, persisten necesidades importantes.

En diálogo con la directora del establecimiento, Ana María Benegas, señaló que desde hace varios años vienen solicitando al Ministerio de Educación la incorporación de tres porteros más, dos de los cuales deberían ser hombres, ya que muchas de las tareas requieren fuerza física, como cortar leña, cargar garrafas, entre otras tareas.

Benegas también subrayó la necesidad de crear el ciclo orientado para que los adolescentes de la comunidad puedan completar la educación secundaria. Explicó que factores como el desarraigo, la falta de recursos económicos de las familias y otras dificultades, hacen que muchos de los chicos y chicas no puedan continuar sus estudios fuera de la comunidad.

“Hemos planteado al Ministerio que, al menos, nos den la posibilidad de implementar un sistema virtual, con tutores para que los chicos puedan recibirse del secundario con alguna orientación”, expresó la directora.

Por último, Benegas destacó la inteligencia, sensibilidad, inocencia y pureza de sus alumnos; y remarcó que, por esas cualidades, se merecen la oportunidad de continuar estudiando en el lugar donde nacieron y eligen vivir.

Tierra viva, pueblo vivo

Las Chacras no es solo un punto en el mapa. Es un pueblo con alma, con historia, con presente y con sueños. Las niñas y niños juegan en las calles sin miedo, respetan a los mayores, aprenden de la tierra y de la palabra. Aquí no hay semáforos ni redes sociales que dicten tendencias. Aquí hay silencio, estrellas, viento y resistencia.

“Si no fuera por nosotros, este pueblo ya no existiría”, dice con firmeza Sara Elizondo, quien vive desde hace más de 40 años allí junto a Jorge Andrada, su compañero nacido y criado en el pueblo. “Nosotros gestionamos la luz, que llegó recién en el 2016; gestionamos el internet; mantenemos el camino; nos cuidamos entre nosotros. Pero sabemos que necesitamos más presencia del Estado”.

Una voz clara desde la quebrada

La comunidad de Las Chacras no pide caridad. Pide respeto, reconocimiento y acceso a derechos básicos. Pide que se escuche su voz, que no se desmonte, que no se perforen sus sierras y que no se vendan sus tierras ancestrales a cambio de falsas promesas.

Quieren agua limpia, segura, sin contaminación. Quieren salud, educación y caminos. Quieren vivir como eligieron, con sus costumbres y sus tiempos. Quieren vivir en paz y en armonía con la naturaleza.

Ellos saben bien lo que es "vivir en el paisaje".

Las Chacras es mucho más que un caserío entre cerros. Es un ejemplo de cómo se puede vivir con dignidad, sin renunciar a la identidad ni a la tierra. Es un símbolo vivo de una lucha silenciosa, una advertencia para los que piensan que el progreso se mide solo en toneladas de oro, plata, cobre, litio u otros minerales.

Desde esta quebrada desértica del sureste sanjuanino, una comunidad originaria sigue diciendo “acá estamos”... y por lo visto y escuchado, su determinación es inclaudicable.

 

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