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Neuroarquitectura: el poder del entorno sobre nuestras emociones
Las estructuras que nos rodean a diario pueden influir en nuestro cerebro y comportamiento. En este artículo, descubrimos algunos de los principios de la neuroarquitectura y cómo aplicaros para lograr el bienestar.
POR REDACCIÓN
La neuroarquitectura es una disciplina en la que arquitectos y neurocientíficos trabajan a la par y, aunque parezca un estudio nuevo, está cercano a cumplir sus primeros setenta años de vida. Para entender fácilmente de qué se trata, podría decirse que su objetivo principal es crear espacios de felicidad, que favorezcan el bienestar, la productividad, mejoren la calidad de vida y reduzcan el estrés y la ansiedad.
En esta línea, el diseño de los espacios y edificios está centrado en el funcionamiento del cerebro de quienes los ocupan. Así, nada está librado al azar o al capricho, sino que tanto los ángulos de los muros, la posición de las ventanas, como la ubicación del mobiliario y los colores son tenidos en cuenta de manera estratégica en esta ciencia “compartida”. Sobre esto, la arquitecta Laura Cocinero, directora del estudio UNOENCIEN analiza un dato interesante: “Según la OMS, los seres humanos permanecemos entre el 80% y 90 del tiempo en nuestros edificios, por lo que estar en un lugar que nos ayude y acompañe tanto desde la salud física como la emocional es una parte importantísima en el campo de la arquitectura y el diseño”.
Cabe destacar que los estudios al respecto comenzaron a aplicarse principalmente en hospitales y cárceles, pero en los últimos años está siendo utilizado de manera más frecuente en espacios como edificios de oficinas, escuelas, casas, etc.
Para comprender de qué manera pueden utilizarse algunos de los principios de la neuroarquitectura en nuestra vida cotidiana, la arquitecta Laura Cocinero detalló algunos aspectos a tener en cuenta:
ILUMINACION
Según explica la profesional consultada, la luz en la arquitectura es fundamental. Los lugares iluminados favorecen un buen estado de ánimo y a la concentración de las personas, por lo que una iluminación inadecuada fuerza al cerebro a trabajar más. Inclusive, hasta puede alterar nuestros ciclos circadianos (como la variación diurna de la temperatura del cuerpo, ritmo cardiaco, pérdida de líquidos corporales por evaporación, etc.).
En este sentido, lo ideal es que los espacios que habitamos estén, en la mayor parte del día, iluminados de manera natural. Esto se logra a través de un estudio de las orientaciones del lugar para generar un diseño que las aproveche al máximo a través de grandes ventanales. Sin embargo, de no ser posible, se puede recurrir a la iluminación artificial, a través de luminarias.
Como explica la arquitecta, “en caso de tener que recurrir a fuentes de luz artificial, se tiene en cuenta que las luces de temperatura cálida reducen el estrés, mientras que la luz blanca e intensa activa nuestro cerebro. También debemos saber que las luces que inciden de forma directa pueden causar deslumbramiento al usuario, por lo que una luz indirecta nos dará un ambiente más natural”.
ESPACIOS VERDES
Los seres humanos estamos diseñados para vivir en la naturaleza, es parte de lo que somos. Sin embargo, la vida en ciudades nos ha alejado de ello y eso trae consigo perjuicios a niveles físicos y emocionales.
Por esa razón, explica Cocinero, es importante traer un poco de ese verde a nuestros espacios, lo que nos va ayudar a mantener la mente calma, aumentar la concentración y reducir el estrés.
Se puede optar por generar visuales hacia el exterior, a espacios abiertos que tengan naturaleza o bien incluyendo plantas en los interiores.
En los espacios cerrados podemos hacerlo mediante plantas de interior que ayuden a oxigenar el ambiente, lo cual nos ayudará a un mejor descanso. Algunas de las plantas de interiores que podemos elegir son: potus, ficus, cintas, sansevieria, lirio de la paz, lengua de suegra, monstera, etc.
Además, la incorporación de elementos vivos en espacios cerrados trae consigo muchísimas ventajas extra, como son: la regulación térmica, absorción de contaminantes y decoración.
COLORES
“Cada color actúa de una manera diferente en nuestro cerebro, condicionando, además, nuestro estado de ánimo”, explica Cocinero. A la hora de decidir de qué color pintar nuestros muros, la información que la profesional revela será muy útil:
Blanco: Genera una sensación de relajación y tranquilidad, sin embargo, su uso en exceso lleva a una sensación de frialdad. Por eso es que no se debe abusar de este color, ya que nuestra casa terminará careciendo de calidez y terminará pareciendo una sala de museo. Puede ser usado en cualquier espacio.
Amarillo: Nos otorga una sensación de productividad y alegría. Sin embargo, en exceso puede resultar un poco agobiante. Se usa en lugares como, por ejemplo, espacios infantiles, gimnasios, etc.
Naranja: Nos llena de actividad mental y creatividad, es por eso que, en lugares como espacios de trabajo, escuelas y estudios favorece una mejor realización de las tareas. No obstante, el abuso de este color se traduce en un estado de ansiedad.
Rojo: Estimula los sentidos y produce apetito. Es por ello que es el color, por excelencia, de grandes marcas de comida y muy usado en restaurantes. Sin embargo, el uso exagerado de este color nos lleva a la tensión.
Violeta: Induce a la relajación. Es por eso que se usa en baños, y habitaciones, como también en centros de estética, por ejemplo. Su uso de más, está relacionado con la generación de pensamientos negativos.
Azul: Genera serenidad y frena el apetito. Es muy usado en negocios y habitaciones. Su abuso lleva a sentimientos de depresión.
Verde: Útil para el agotamiento. Es muy usado en espacios infantiles y su exceso lleva al aburrimiento.
Negro: Produce sensación de misterio. Su exceso lleva a la depresión al igual que el azul
USO DE LAS FORMAS
La geometría de los espacios es otro factor que influye en la manera en la que nuestro cerebro los percibe. En este sentido, hay dos ítems principales a considerar: la altura y la forma.
En cuento a la altura de los ambientes, la arquitecta explica que los techos elevados ayudan a fomentar la creatividad y el proceso de ideas. Si el espacio tiene techos bajos, por el contrario, se generará un pensamiento más analítico e introvertido. En este sentido, en espacios sociales de la casa serán beneficiosas las dobles alturas, al igual que en escuelas y en talleres creativos, mientras que será mejor optar por una menor altura en lugares como dormitorios, oficinas, consultorios médicos, etc.
En cuento a las formas, la especialista asegura que los espacios cuadrados pueden resultar agobiantes y hasta agresivos, mientras que los rectangulares, en cambio, no generan ese encierro. Por su parte, las angularidades más puntiagudas pueden llegar a estresarnos y, por el contrario, el uso de curvas genera confort, ya que transmiten suavidad y calma.
Siguiendo con los distintos elementos arquitectónicos que pueden colaborar con una mayor sensación de bienestar, la arquitecta menciona a los sentidos. Así, las fragancias y la temperatura del ambiente también serán aliados a la hora de influir en cómo nuestro cerebro percibirá y decodificará los espacios que nos rodean. “El diseño de los entornos hace que el cerebro ponga en marcha mecanismos que produzcan las hormonas necesarias para el desarrollo de emociones y sensaciones determinadas”, explica la profesional.
Gracias a la neurociencia y a sus distintos estudios aplicados a la arquitectura y el diseño, tenemos la posibilidad de darle forma a nuestros espacios pensando en su funcionalidad y en cómo sacarles el mayor provecho posible. Con ayuda de algunos de los tips explicados en este artículo, te invitamos a que analices tus espacios y pienses en qué podrías modificar o mejorar para que rindan al máximo.