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Granja El Manantial: Para aprender a amar la naturaleza

En el corazón del Médano de Oro, Rolando Cáceres, junto a su familia, crearon un lugar especial, que además de su belleza paisajística permite a disfrutar de la naturaleza y los animales de granja.

POR REDACCIÓN

17 de febrero de 2018

“Para nosotros es como un edén, por eso tratamos de mantenerlo verde e impecable en todas las estaciones del año” comenta orgulloso Rolando Cáceres quien, junto a su mujer, decidieron crear un verdadero paraíso en medio del médano de Oro al que llamaron Granja El Manantial.

Lo que comenzó como un hobbie de la familia hoy se transformó en un emprendimiento, con una variada cantidad de propuestas para el disfrute de grandes y chicos. El predio de dos hectáreas cuenta con un salón de eventos, una granja de animales domésticos, un vivero, una gran pileta y parrilleros para comerse un buen asado. Con respecto al salón, Rolando afirma que “las noches en el médano son especiales, aunque en la ciudad las temperaturas sean muy altas, en este rincón sanjuanino siempre refresca”, lo que sumado al increíble entorno verde hacen de cualquier evento un éxito.

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Pero la actividad más importante para la familia es la que se lleva a cabo en relación a los chicos. “Nuestro objetivo es inculcarle a los más pequeños el amor por la naturaleza, y el cuidado hacia el medio ambiente”, afirma el propietario, y justamente es esa idea alrededor de la cual organizaron un itinerario de visitas grupales.

Los niños, ni bien ingresan al lugar, pasan al salón de eventos en donde se les enseña a preparar las tradicionales semitas sanjuaninas. Ellos amasan e incluso agregan los chicharrones para que, luego, los mayores la horneen.

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La siguiente actividad tiene que ver con un paseo por la granja, en donde pueden observar vacas, patos, pavos, ciervos, cabras, gallinas, caballos y otros animales domésticos. Además de verlos, aprenden sobre sus particularidades, dependiendo la edad de los visitantes. Incluso, en el vivero, los chicos aprender a crear una plantita, la cual se llevan de recuerdo a casa. Finalmente, el paseo termina con un gran desayuno campestre, en donde los pequeños prueban la deliciosa semita que crearon con sus propias manos.

Los chicos se van maravillados de la granja, ya que se trata de actividades difíciles de realizar en el día a día, más aún en la ciudad. “Hay chicos que nunca vieron una vaca”, por ejemplo.

Como afirma Rolando, se trata de una actividad familiar que se convirtió en un trabajo, el que realizan como mucho amor y dedicación, ese mismo sentimiento que en cada visita intentan inculcarle a grandes y chicos.

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