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Economía > revolución productiva

En las caleras sanjuaninas el futuro llegó hace rato

El sector, que tiene fama de artesanal, está fuertemente tecnificado. Un gigante local abrió sus puertas para conocer a fondo la producción, que está a un paso de crecer un 40%.

04 de febrero de 2021

La producción y venta de cal en San Juan está lejos de ser esa actividad casi artesanal que muchos recuerdan de décadas pasadas. Para alcanzar las 500.000 toneladas anuales que van sólo a exportación, la producción sanjuanina ha crecido y se ha tecnificado. Para mostrar este cambio radical la única minera de dueños totalmente argentinos y sanjuaninos, Calera San Juan, abrió sus puertas a DIARIO HUARPE para conocer a fondo la mina más importante que tienen en Divisadero, Sarmiento.

La empresa se encuentra de cumplir con un hito productivo y de inversión que la consolidará como una de las más importantes del país. Es que tienen casi listo el segundo horno Maerz, una tecnología de punta alemana, con el que aumentarán un 40% su producción. De esta manera estará en la misma línea que las otras dos caleras más grande que tienen San Juan, que también tienen dos hornos de este tipo. Pero su dueño, el sanjuanino Raúl Cabanay, todavía sueña más en grande, porque sigue apostando a llegar a los 4 hornos de este tipo en los próximos años. El desafío no es pequeño, porque cada uno de estos monstruos que producen 300tn de cal diaria cuesta U$D11 millones.

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La revolución calera, marcada en dos vidas

Los hermanos Irrazabal, Enzo y Luciano, cuentan a través de sus 23 y 22 años, un relato que es espejo y resumen de cómo cambió esta industria en la provincia. A los 12 y 13 años, hace apenas una década, eran adolescentes curiosos que en las tardes, después de la escuela y los deberes, se daban una vuelta por el horno de su abuelo, que luego heredó el padre de los jóvenes.

La explotación familiar, como muchas que todavía existen, funcionaba a pulmón. Tenían que ir y venir con baldes cargados de piedra y carbón para colocarlos en ese pozo vertical que luego se prendía fuego y llegaba, por obra de la cantidad de combustibles, a los 900 ºC necesarios para que la caliza se convierta en cal. Los chicos no trabajaban, pero a veces “de intrusos”, aportaba cargando algunos viajes de material.

Hoy los turnos de 12 horas los hacen en una oficina moderna, con muebles claros, sillas anatómicas y seis pantallas frente a ellos, en lugar de los 60m entre las pilas de carbón y el horno criollo. Están sentados en el corazón del horno, un gigante que emerge frente al cerro, pero adentro tiene aire acondicionado. En lugar de controlar que en el pique esté todo bien, miran en las pantallas un sistema casi robótico que analiza todo lo que sucede en su interior y les avisa si hay un problema y dónde deben solucionarlo.

El cambio para los dos jóvenes es sustancial, recuerdan las historias en el horno criollo de su abuelo como tardes de travesuras, porque nunca tuvieron que trabajar realmente ahí. El cambio lo hizo el padre de Enzo y Luciano, que empezó a trabajar en la minera hace más de una década y hoy por hoy sigue en el lugar. No está en el horno como sus dos hijos, pero tampoco está en el horno como estaba su padre, lo que era un historia totalmente distinta.

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Tecnología de punta para revolucionar la industria y la economía

Las cales son unos de los principales productos de exportación de San Juan, ya que Chile requiere cada vez más de este producto, pero también son un producto que se vende muy fuerte en el país. Las cales sanjuaninas son conocidas por su calidad y cada vez más industrias las requieren. La construcción, la potabilización de agua y hasta la minería del litio, en pleno crecimiento y una de las “del futuro” están pidiendo cada vez más cal. Si se activan las productoras de cobre hasta podría duplicarse la necesidad interna.

Eso explica la fuerte inversión que empezó a hacer en 2018 Caleras San Juan para incorporar los hornos Maerz. Estos gigantes producen 300 o hasta 400 toneladas diarias de cal de mejor calidad frente a los 30 o 40 toneladas que produce un horno criollo o de gas. Esto lo hace más rendidor y más ecológico. Además, este tipo de hornos filtra casi totalmente los productos de la combustión y no sale humo de su interior. Una prueba de su impresionante eficiencia solo se puede apreciar estando en la mina: uno puede pararse junto al horno y hasta tocar la pared y la misma está apenas cálida, porque todo el calor queda en el interior, calcinando la cal a casi 1000 ºC.

La combinación de más mercado con las ventajas innegables de los hornos alemanes, conocidos también como hornos de doble cuba, hicieron que desde el 86 las mineras internacionales empezaran a instalarlos. La mina que dirige Raúl Cabanay tiene la particularidad de que es la única de capitales argentinos que consiguió instalar un horno y que tiene prácticamente listo el segundo. El primero produce el 40% de lo que saca la mina y cuando esté listo el otro sumará la misma cantidad.

Y esa es, probablemente, la próxima excelente noticia minera que tenga San Juan antes de marzo. Es que el segundo Maerz ya está instalado casi totalmente. Sólo resta que terminen de colocar el “cerebro”, una serie de computadoras que funcionan en una habitación gigante, y que lleguen los técnicos europeos a programarlo. Cuando empiece a producir iniciará un ciclo que funciona las 24 horas, con trabajadores de la zona que no cambian de industria, pero sí la viven con más confort.

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