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Casi la mitad de los argentinos sufre estrés económico pese a la baja de la inflación
Un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina revela que el 47% de la población percibe insuficiencia de ingresos para cubrir necesidades básicas.
POR REDACCIÓN
Un reciente informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA) señala que el estrés económico —la percepción subjetiva de no contar con ingresos suficientes para cubrir necesidades básicas— afecta actualmente al 47% de la población. Esto significa que casi uno de cada dos argentinos vive en hogares con esta condición, un valor que supera el piso histórico cercano al 35%.
El estudio revela que entre 2010 y 2017 hubo un deterioro progresivo en este indicador, seguido por una estabilización posterior. Aunque en 2024 y 2025 las variables económicas mostraron una tendencia a la normalización, los niveles de estrés económico volvieron a situarse en valores similares a los de 2022 y 2023. Esto ocurre pese a una mayor estabilidad económica y a la desaceleración de la inflación, aunque con una mejora de 3 puntos porcentuales respecto a 2024, año en que el estrés alcanzó al 50% de la población en un contexto de ajuste y recesión.
Según la UCA, las desigualdades socioeconómicas persisten con fuerza: 7 de cada 10 hogares de sectores bajos enfrentan estrés económico, mientras que en los niveles medios esta proporción baja a 3 de cada 10. La situación se agrava especialmente en las familias con niños, donde el deterioro se intensificó entre 2010 y 2025.
El Observatorio destaca que “en el ciclo de ajuste predominan las trayectorias de empeoramiento. En la estabilización aumentan levemente las de mejora, aunque se evidenciaría que la población no ha sentido la baja de la pobreza con la intensidad que muestran los indicadores tradicionales. La cronicidad del estrés económico se mantiene elevada, cercana al 30%”.
El vínculo entre el estrés económico y los ingresos laborales es claro. El nivel salarial promedio registrado en la etapa de estabilización (2024-2025) se asemeja a los valores de 2009-2010, sin mostrar una mejora real respecto a 2023. El informe señala que “el salario registrado privado sigue estancado en rangos históricamente bajos, y probablemente seguirá así a menos que se consolide el crecimiento económico”.
En cuanto a las privaciones económicas, el informe subraya que constituyen un problema estructural de larga data en Argentina, con más de 40 años de historia. Desde 2023, la combinación de tensiones macroeconómicas, la desaceleración de la actividad interna y la aceleración de los precios erosionó el poder adquisitivo, generando un ajuste recesivo. Durante la crisis y el período contractivo de 2023-2024, las carencias monetarias aumentaron significativamente.
Sin embargo, con la desaceleración inflacionaria y el repunte parcial de ingresos reales, transferencias y cobertura de programas sociales, sumado al dinamismo del trabajo informal, los indicadores de privación comenzaron a mostrar una reducción. El ODSA aclara que “la mejora relativa observada entre 2024 y 2025 no constituye, al menos por ahora, evidencia de un cambio estructural en las condiciones de vida”. Los niveles recientes de privaciones se asemejan a los de 2022/2023 o incluso 2018/2019, períodos también caracterizados por altos déficits monetarios y tensiones laborales.
Respecto a la capacidad de ahorro, esta sigue siendo limitada para la mayoría de los argentinos. Solo entre el 8% y el 16% afirma poder reservar parte de sus ingresos, cifra que viene disminuyendo de manera sostenida desde 2010. El ligero aumento registrado en 2024-2025 apenas logra volver a valores similares a los de años previos, sin compensar el deterioro acumulado.
Las diferencias entre niveles socioeconómicos son notorias: los sectores medio-altos concentran la mayor parte de los hogares con capacidad para ahorrar, muy por encima del resto, incluso considerando posibles sesgos en las encuestas. Además, se mantienen amplias brechas entre familias con y sin hijos. El informe indica que el 83% de los hogares no tiene margen para ahorrar en los dos años observados.
El estudio también revela que en fases de ajuste predominan los retrocesos en la capacidad de ahorro, mientras que en momentos de mayor estabilidad se registran avances, aunque concentrados en los grupos más favorecidos. En el segmento medio-alto, la situación financiera es heterogénea: una parte mejora, mientras otra continúa bajo presión.