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La noche de los cristales rotos todavía hace ruido

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

Caía la tarde y comenzaba la noche del 9 de noviembre de 1938 en la Alemania nazi, incluyendo el territorio de Austria.

Unos cuantos sabían que la furia y la locura estaban a punto de desatarse, pero pocos podían medir las proporciones del horror. ¿Se puede poner límites a la violencia cuando se la organiza y promueve desde el poder? Una ola humana feroz y a los gritos salió a las calles sedientas de destrucción.

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Una horda incontrolable.

A quienes intentaban poner un freno cuidando sus casas o familias los molían a patadas y les saltaban encima.

El odio había sido alentado por discursos de dirigentes oficiales responsabilizando de cualquier mal a todos los judíos. Una masacre que despertó el horror.

La destrucción fue programada y dirigida a sinagogas, tiendas y viviendas de ciudadanos judíos. Las calles y veredas se llenaron de vidrios rotos de las ventanas de las casas, las vidrieras de los negocios.

Es difícil cuantificar las consecuencias con números precisos, ya que fueron manipulados por los dominadores. Varios coinciden en que cerca de 200 (o muchas más) sinagogas fueron quemadas y vandalizadas; prácticamente ninguna quedó libre de los signos de la violencia. Además hubo cerca de 7.000 comercios apedreados y saqueados. Los hogares y sus familias también fueron atacados. El objetivo era causar estragos, demoler violentamente, desencadenar actos de violencia contra los judíos.

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La policía, los bomberos, se mantuvieron al margen como si nada pasara.

Unos 100 ciudadanos judíos fueron asesinados esa noche —se presume que el número puede ser mayor—; y unos 30.000, detenidos. Muchos fueron sacados de sus casas con la ropa que tenían puesta y subidos a camiones, para luego enviarlos al campo de concentración.

Este fue unos de los primeros pasos de una persecución sistemática y asesinato de judíos en lo que se le dio posteriormente el nombre de Holocausto.

A partir de esa noche, niños y adolescentes judíos fueron expulsados de las escuelas públicas, quedando segregados de sus pares.

El Papa Francisco en su nueva Encíclica expresa: “La Shoah no debe ser olvidada. Es el «símbolo de hasta dónde puede llegar la maldad del hombre cuando, alimentada por falsas ideologías, se olvida de la dignidad fundamental de la persona, que merece respeto absoluto independientemente del pueblo al que pertenezca o la religión que profese»[231]. Al recordarla, no puedo menos que repetir esta oración: «Acuérdate de nosotros en tu misericordia. Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos sido capaces de hacer, de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido nuestra carne, esa carne que tú modelaste del barro, que tú vivificaste con tu aliento de vida. ¡Nunca más, Señor, nunca más!»[232]”. (Fratelli Tutti 247)

Los atropellos a la dignidad de las personas lamentablemente continúan de diversas maneras en el mundo. Guerras, hambrunas, secuestros, torturas… Los asesinatos a causa de la fe son verdaderos martirios, destrucción del Templo de Dios que es cada ser humano. Indigna contemplar con dolor la destrucción de lugares de culto, verdadero atentado a la libertad religiosa.

Seamos artesanos de paz.

En el contexto de esta recordación, la colocación de la placa en el “Sendero de la fraternidad”, en la vereda de la catedral San Juan Bautista, será el viernes 13 de noviembre a las 9:30 hs. La placa expresa una frase del Profeta Isaías: “Forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. Se inicia así la realización de un “Sendero de la Fraternidad” interreligiosa que unirá la sede de la Sociedad Israelita de Beneficencia, pasando por la Catedral y culminando en el Club Sirio Libanés. En la vereda de las tres Instituciones estará la misma frase del Profeta; luego, cada cuadra se unirá formando un mismo sendero con frases que ayuden a destacar los valores de la paz. Elegimos esta fecha como memoria de la Noche de los Cristales Rotos. Invitamos a todos a sumarse a la oración desde el lugar en que cada uno se encuentre.

Quiero aprovechar para compartirte que he sido designado Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) de modo interino hasta el mes de mayo de 2021. En esa oportunidad se desarrollará la Asamblea de Presidentes de las 22 Conferencias Episcopales de los países de América Latina y El Caribe, que deberán realizar la votación correspondiente.

El CELAM es un organismo de servicio y comunión creado en 1955, integrado por obispos, y con la colaboración de diversos miembros del Pueblo de Dios. Tiene varias áreas de reflexión y organización de la evangelización en el Continente.

Asumiré esta responsabilidad a partir del lunes 23 de noviembre dedicando algunos días a la semana a reuniones virtuales y estudio, compartiendo el tiempo con las tareas propias de la Arquidiócesis de San Juan. Te pido me acompañes con tu oración.

 

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