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Mariana Tellechea
Por Eliana Ruiz
Su voz dulce, clara y que transmite calma se contrapone con la personalidad avasallante con la que se la ve en las marchas. Cada 27 de septiembre, Mariana Tellechea junto a sus hermanos Rodrigo, Gonzalo y Mauricio encabezan las manifestaciones para pedir justicia por la desaparición en democracia de su papá, Raúl.
—Justicia, justicia, justicia —repite Mariana mientras sostienen una parte de un pasacalles blanco que dice “No hay paz sin justicia”.
Mariana actualmente tiene 42 años. Tenía 28 cuando desapareció su padre, en la primavera del 2004. Ella hacía 2 meses vivía en Buenos Aires, apenas se enteró se tomó un avión y se vino a San Juan, su provincia natal, para acompañar a su familia.
Los días pasaron y de su papá no había noticias. A las 3 semanas organizó la primera convocatoria junto a sus hermanos. Participaron pocos: algunos familiares, amigos de Raúl de la juventud y la mujer con la que estaba saliendo antes de desaparecer.
“Estaba en shock. Tenía furia. Me dominaba la furia. Tenía necesidad de que todo San Juan supiera lo ocurrido”, recuerda Mariana.
Supo transformar ese enojo en acción. Quería que se hiciera justicia. Lo quiere y espera todavía. “Él era apasionado, no tenía límites a la hora de profundizar cuando algo le interesaba”, cuenta. Y ella heredó eso. Cada 2 semanas organizaba marchas. Después cada 3 meses, cada 6 y desde hace algunos años solo las hacen el día de la desaparición. Ella y sus hermanos nunca callaron su grito en reclamo de conocer la verdad.
Cada 27 de septiembre a Mariana la invade la tristeza, pero sabe que no puede caerse, mucho menos ese día. “Nos abocamos mucho a la marcha y es un agotamiento total, aunque tenemos la tranquilidad de seguir en la lucha”, dice.
Cada año son más los sanjuaninos que se unen a este reclamo colectivo, a este pedido de justicia por el ingeniero de 55 años desaparecido. Mariana siente que la sociedad se “apropió” del caso, que se unió para que esto no volviera a pasar nunca más.
El recuerdo de lo ocurrido en el 2004 a ella la desarma, pero ese apoyo que siente cada año a fines de septiembre le da fuerzas para seguir, le renuevan la energía.
“Me da una especia de calma que mi acción haya tenido repercusión”, admite. Asegura que se siente orgullosa de que a partir de su impulso y de una “gran injusticia familiar” los sanjuaninos se movilizaran y se unieran al pedido de los Tellechea.
A pesar de lo logrado a través de los años, Mariana sigue de duelo. Lo define como flotante, continuo y sin fin. “No tiene un cierre porque no hay un cierre desde lo judicial, entonces no siento que se pueda cerrar desde lo emocional y lo interno porque la energía está muy puesta en que se haga justicia”, dice y las lágrimas la invaden.
— No puedo hablar —expresa con su voz quebrada y triste. De este lado de la línea se oye el ruido de una respiración profunda. Quizás se está tapando la boca con las manos para que no escuche su llanto. También puede que esté secándose las gotas que caen de sus ojos con la manga de su suéter. O tal vez, todo sea imaginación mía.
Esas lágrimas las deja de lado cuando encabeza las marchas. Tiene claras sus metas: “Cuando algo me interesa voy muy a fondo”, dice y en eso es en lo que más se parece a Raúl Tellechea.