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La mentira del Marketing Político

Los casi 4 años del gobierno de Mauricio Macri quedarán en la historia como los años en los que la Comunicación Política se redujo a elementos de marketing con el fin de maquillar realidades que, a cara lavada, hubiesen sido reconocidas por los ciudadanos como indeseables.

Los casi 4 años del gobierno de Mauricio Macri quedarán en la historia como los años en los que la Comunicación Política se redujo a elementos de marketing con el fin de maquillar realidades que, a cara lavada, hubiesen sido reconocidas por los ciudadanos como indeseables. Globos, papel picado y baile frenético del Presidente y su mesa chica quedarán en la retina de millones como el sinónimo de promesas incumplidas y sueños truncos. Discursos con palabras benefactoras tales como “juntos”, “sí, se puede”, “diálogo”, etc., quedarán enmarcadas en el museo de intenciones estratégico-discursivas antes que realidades efectivas.

La lista de contradicciones comunicacionales es larga, pero solo por mencionar algunas, digamos que el macrismo enarboló la bandera de la unidad de todos los argentinos, al tiempo que alimentaba en su retórica, violencias verbales estigmatizantes sobre el kirchnerismo y sus votantes contagiando a sus propios electores a reproducirlas en escenarios laborales, familiares y de la cotidianeidad toda, fortaleciendo la grieta en lugar de cerrarla. Vaticinó pobreza cero en su gestión, mientras cientos de miles de empleados quedaban sin trabajo debido al cierre indiscriminado de fábricas y comercios que ya no pudieron sostener la presión tributaria ni la suba sin freno de tarifas de los servicios básicos. Casi hasta el cansancio el presidente señaló que “no podemos vivir de prestado ni gastar más de los que tenemos”, mientras autorizaba a su equipo económico a iniciar uno de los procesos de endeudamientos más grandes de la historia argentina, a través de un préstamo que obligará al próximo gobierno a comprometer casi un 10% de nuestro PBI para el pago de deudas.

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Más allá de las responsabilidades políticas por un programa de gobierno que se destacó por decir una cosa y hacer otra, nos preguntamos: ¿Qué papel jugó el marketing político para que millones de argentinos hayan creído y luego defendido tamañas contradicciones? ¿Qué responsabilidad le cabe a Durán Barba y su equipo por la “publicidad engañosa”?

La Comunicación Política es una disciplina que no está colegiada; es decir, no existe un colegio de Consultores o Comunicadores Políticos. Esto significa que no existe una entidad que pueda, por ejemplo, encuadrar dentro de un marco ético a sus profesionales, nomenclar los servicios en relación a honorarios y diseñar un código normativo que permita sancionar a quienes incurren en prácticas reñidas con la ética. Quizá sea esa una de las razones por las cuales Durán Barba señala de manera impune que el engaño y los ataques al adversario son herramientas útiles para convencer al electorado. Quizá por eso el equipo de comunicación del actual Presidente haya podido avanzar con estratégicas discursivas que culpabilizan a quienes votaron a la fórmula Fernández – Fernández en lugar de realizar una autocrítica que permitiera comparar las promesas de campaña con la fallida gestión de los casi 4 años de gobierno.

Las campañas sucias, tal como aquella que relacionaba a Schoklender con el padre de Filmus en una encuesta telefónica para generar sospechas en los ciudadanos antes de votar, son parte de la “consultoría” que realiza Durán Barba. El ecuatoriano sería expulsado de un Colegio de Consultores, si existiera, y su matrícula sería suspendida impidiéndole ejercer su profesión. No hay dudas de eso. De lo que tampoco hay dudas es que ningún político es mejor que su consultor. El gobierno de Macri ha asimilado las características comunicacionales de un consultor que está dispuesto a mentir y desprestigiar al adversario para lograr su objetivo. Un consultor que no tiene reparos en ganar una elección a cualquier precio, tal como lo explica detalladamente en su libro “El arte de ganar”.

Lo que seguramente no evaluó el macrismo es que el precio a pagar en este caso fuera el descontento y el rechazo de una inmensa mayoría de los argentinos sobre los resultados de su gestión . El tiempo dirá si ese precio incluye también un desencanto tal que los deje fuera de carrera por un largo tiempo a menos que tengan la habilidad de reformularse con otro envoltorio ya que el “sí, se puede” es actualmente solo un mantra repetido por unos pocos.

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La paradoja es que, casi como una metáfora exacta e impensada por los mismos estrategas que diagramaron el espíritu festivo para ganar una elección, el PRO se presenta a estas horas tal como una fiesta de cumpleaños en su ocaso. Invitados que se despiden demacrados antes del amanecer, como el exministro Dujovne; desconciertos y entusiasmos que remiten más a globos desinflados en el suelo que a festejos.  

Quizá sea el momento de poner en el banquillo de los acusados no solo a candidatos que prometen y no cumplen, no solo a modelos de gobierno alejados de los intereses de las mayorías, sino también posiblemente haya llegado la hora de poner bajo la lupa a consultores carentes de toda ética que lastiman la investidura presidencial despojándola de la credibilidad necesaria para una relación saludable con la sociedad civil. Consultores que con sus prácticas construidas en base al engaño hieren de muerte a la política como herramienta de transformación deteriorando los cimientos mismos del pensamiento democrático.

Quizá sea el momento también de pensar la Comunicación Política como una herramienta para optimizar la comprensión de proyectos políticos en una campaña electoral, como así también de los actos de gobierno en una gestión. Eso sería, ni más ni menos, que colocar la consultoría política al servicio de la ciudadanía y de los pueblos, para ennoblecer a los candidatos y funcionarios.

 

*Hugo Lescano es Director del Laboratorio de Investigación en Comunicación No Verbal y ha sido galardonado como Consultor Político del Año por los Napolitan Victory Awards en abril del corriente año en la OEA en la Ciudad de Washington, D.C.

 

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