Provinciales > La otra elección
Ponerle el cuerpo a la democracia: la épica de votar en las Sierras de Chávez
Por Carolina Putelli
El día, cualquier día, empieza cerca de las 7 en las sierras de Chávez, Elizondo y Riveros, en Valle Fértil. A esa hora las cabras ya están esperando que abran los corrales para salir a pastar y no saben de domingos, feriados ni días de elecciones. Por eso, antes de prepararse para la urna, todos los puesteros tuvieron que encargarse de las primeras labores diarias. Recién ahí salen para la Escuela Hernán de Magallanes, ubicada en el medio de lo que llaman “las pampas” de las sierras por ser uno de los pocos sectores planos del terreno montañoso que caracteriza la zona.
A pesar de que no tienen el día despejado de trabajo, como el resto de los sanjuaninos, llegan de punta en blanco y la mayoría antes de las 12. El pañuelo al cuello en los hombres, algo de maquillaje en las mujeres y los niños impecables son la regla, incluso en el caso de aquellos que habían preparado la montura a las 7 de la mañana para llegar a las 9 a la escuela.
Este domingo 14, los primeros en votar fueron Jesús Chávez y su esposa Alicia Díaz, dueños de la primera proveeduría de las sierras. A las 8:30 se bajaron de la primera camioneta que llegó y, como todos, saludaron a cada uno por su nombre. En las sierras todos saben quién es quién, aunque se ven poco, a menos que se crucen en las labores diarias. “De acá nos vamos a seguir con el trabajo”, acotó Alicia después de dejar su sobre en la urna. Junto a su esposo no solo atienden el comercio, tienen cabras, caballos y huerta. Él además es portero de la escuela y ella hacía tejidos en telar. Como todos en la zona, tienen jornadas que van del amanecer al atardecer.
Aurelia Gómez tiene 89 años, es la serrana más longeva y es de las pocas que se “jubiló” de las labores de campo. A veces sigue tejiendo, hilando y bordando para ella y su familia. A pesar de su edad y de que camina con mucho esfuerzo y con andador, aprovechó una de las movilidades fue hasta la escuela. Va siempre “porque así nos enseñaron” y sólo hace dos años dejó de hacerlo a lomo de caballo. La mujer vive “frente a la escuela”, dicen los locales, pero lo cierto es que tiene más de una hora a caballo porque ese frente incluye una loma completa que tiene que bordear.
El primer jinete fue Roberto Gómez, “el gauchito” como le dicen. Es el que vive en el puesto más alejado para el lado de las Sierras de Elizondo y llegó en tiempo récord para ser el primero a caballo. Antes de las 8 salió de su casa, con su caballo “que ha ganado carreras”, según contó, y llegó poco antes de las 10 a la escuela. Estuvo unos minutos hablando con los vecinos, que lo conocen todos, y luego volvió a su montura, llamó a los dos perros que lo acompañaban y partió otra vez.
Eran pocos los que se quedaban en la zona, charlaban unos minutos y después seguían camino, aprovechando una de las pocas ocasiones de encuentro. Entre ellos estaban los más jóvenes, que hasta hace poco vivían juntos en la escuela y mantienen esas amistades como pueden, ya que no hay internet o cualquier otra forma de comunicación que no sean encuentros casuales.
Paulo Riveros y Fernando Chávez eran de esos. Los amigos llegaron juntos, el segundo salió a las 6:30 de su casa en mula hasta la casa de Paulo, quien tiene una moto y lo acercó a la escuela. Aprovecharon esos minutos de sociales para organizar la vuelta del campeonato de fútbol que jugaban regularmente hasta que llegó la pandemia.
Quienes también apostaron por las monturas, pero porque no consiguieron una movilidad por estar muy lejos del camino, fueron Pedro Chávez, su esposa Lucía y su hija Ivana. Los tres llegaron también temprano, dejaron los caballos en un árbol cercano y votaron rápido. Después se tomaron un tiempo para ver a familiares y amigos con los que coincidieron. “¿Cómo están las cosas?” y “¿alguna novedad?” eran las primeras preguntas de todos.
Antes de que inauguraran el camino hace dos años, solo se podía llegar a lomos de mula o de caballo. Hoy existen otras dos alternativas: en las camionetas que pone la municipalidad o moto. Pero solo hay un puñado de estas últimas, menos de 10 en todas las sierras. Para la mayoría todavía no llega el camino, no pasan las movilidades o, simplemente, llevan una vida moviéndose en sus monturas
A las 12:30 la mayoría de los votantes habían llegado, pero alguien le avisó las autoridades que todavía quedaba por votar un vecino, que venía de lejos también a caballo. La decisión fue unánime: la urna se quedó a esperarlo. Es que la mesa 1614 tiene otra característica única: no se queda toda la mañana en el mismo lugar. A mediodía, cuando los cerca de 80 serranos terminaron de votar, las autoridades sellan la urna, la suben a una camioneta y hacen casi una hora de camino escarpado para llegar a Los Bretes, otra localidad vallista donde los esperan más votantes.
“Es la única que hace esto en San Juan y tal vez en el país”, explicó Carlos Ortiz, el delegado electoral en la Hernán de Magallanes. Esto se decidió así porque una vez hace años un temporal impidió a los vecinos de zonas alejadas, sin embargo, que están “más abajo en la sierra” no pudieron subir a votar, por lo que dividieron una mesa en dos localidades.
Después de todo esto las autoridades cuentan los votos, que este año fueron en total 114, exactamente el 76% del electorado, e informan los resultados. Se dice que quien gana en las sierras gana la elección. Incluso cuando la discusión política general pocas veces toca las problemáticas o vivencias de quienes viven tan lejos. Lo cierto es que, en la votación general, hay 114 votos que, de forma silenciosa, conllevan una épica increíble.