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Censo carcelario: los protagonistas que desafiaron prejuicios e hicieron historia

Un siglo pasó para que se hiciera un censo en el penal de Chimbas. La idea, que nació en conjunto entre el Servicio Penitenciario y la carrera de Sociología para que estudiantes avanzados hicieran su prácticas, resultó ser una experiencia que generó revelaciones impensadas.

POR REDACCIÓN

13 de agosto de 2024
Los estudiantes de Sociología que realizaron el censo de los internos del Penal de Chimbas.

Tras 100 años sin información, un grupo de treinta estudiantes de Sociología de la UNSJ emprendió el desafío de censar a la población carcerlaria de San Juan. Las historias se multiplicaron, así como también las competencias para poder hacer una proyección que sirva para tornear el camino a seguir creciendo socialmente.

En la actualidad, y en pleno análisis de datos, DIARIO HUARPE entrevistó a los protagonistas de este hecho histórico y con el relato en perspectiva, empezaron a surgir las revelaciones de lo que les dejó esta experiencia única.

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En un principio, y sacudiéndose los prejuicios para entrar a hacer el trabajo de campo, los estudiantes tuvieron que enfrentarse a un gran impacto, encuestar a jóvenes de su misma edad, que ni siquiera estaban escolarizados. "Cuando empezamos con el relevamiento y nos decían los números de DNI, nos dábamos cuenta que tenían nuestra edad, pero que su realidad era justamente opuesta a la nuestra. La mayoría jamás había estado escolarizado o habían abandonado muy pronto los estudios para dedicarse a trabajar", dijo Flore García.

Esos casos conforman la mayoría y en algunos casos calaron hasta el alma de los jóvenes que se preparan para ser sociólogos. "Es que es difícil ver cómo el penal de Chimbas contiene realidades tan duras, alejadas pocos kilómetros de la ciudad. Cómo se puede reinsertar a alguien que nunca estuvo en el sistema. Cómo anotar en cursos de capacitación a personas que no saben leer ni escribir, cómo hacer con aquellos que ni siquiera saben qué hacer de sus vidas. A eso se le suma el trabajo desde muy chicos y familias desmembradas", reflexionó Matías Moncunill.

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Monculli fue el mismo que debió encuestar a Adrián Villavicencio, de casi 45 años, que permanece preso en el penal desde los 17 años. No obstante, para él y para cualquiera, con estos datos es un recluso más, pero es nada más y nada menos que "El loco del sifón" un asesino y abusador cuya historia trascendió las fronteras de San Juan. Para este estudiante, el encuestado fue uno más. No hubo amenazas, ni confesiones, ni miedo.

"Uno en esos momentos trata de dar lo mejor, recabar la información y así poder ayudar", señaló el joven de tan solo 27 años.

Los estudiantes, que desde el claustro universitario debaten ideas de autores leídos y las formas en las que contrastarán sus saberes con la realidad, se encontraron con historias de vida, con personas, con humanos que jamás habían sido escuchados y que les exigieron repensar una tarea planteada para un fin específico.

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Choques y más choques de realidades. Mientras algunos internos hacían fila para que los escuchen y los censen, había otros que ni siquiera querían hablar. Es que verbalizar era revivir una realidad que atraviesa el alma y los llevó a la marginalidad. Los estudiantes hicieron más que su trabajo, porque el relevamiento implicó conocer más que solo respuestas a un cuestionario.

Las cientos de historias que escucharon antes de entrar a hacer su trabajo, así como las recomendaciones y cuidados, se fueron desvaneciendo hasta lograr el objetivo. Hoy siguen trabajando, repensando cómo hacer para que esos datos no queden solamente en una fotografía, sino que tengan un impacto en una parte de la sociedad que exige sacarla de la marginalidad y mirarla desde otra perspectiva.

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