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Último mensaje de Alberto: “Siento pesar por lo que faltó hacer”

En su último mensaje como presidente, Alberto Fernández hizo un repaso de los principales logros de la gestión saliente y y dijo sentir pesar “por lo que faltó hacer”.

POR REDACCIÓN

08 de diciembre de 2023
Alberto Fernández dio su último mensaje como presidente (Imagen: Casa Rosada)

En su último mensaje como presidente, Alberto Fernández hizo un repaso de los principales logros de la gestión saliente antes de que Javier Milei tome el sillón de Casa Rosada este domingo. Puso énfasis en la “pesada herencia” que dejó el macrismo en 2015 y dijo sentir pesar “por lo que faltó hacer”.

“Argentina es un país mejor que hace 40 años, hoy tiene más trabajo, más obra pública, más infraestructura  más universidades, más derechos para las mujeres y disidencias, somos un país inserto en el mundo con autonomía”, expresó.

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Sin embargo, dijo tener sensaciones encontradas, por un lado, satisfacción con los avances y el crecimiento, pero también dijo sentir “pesar por no haber podido concretar todo lo que no propusimos hacer, lo que faltó hacer, lo que nos impidieron hacer, lo que no debimos hacer o lo que debimos hacer de otro modo".

El discurso completo: 

Querido Pueblo Argentino:


Hace exactamente 40 años transitábamos las últimas horas de la más feroz
dictadura militar de nuestra historia. Lo hacíamos con esperanza por el
futuro, y con el secreto terror de que pudiera volver a repetirse el círculo de
autoritarismo y espanto que marcó buena parte de nuestro siglo XX.
Lo logramos. Fuimos capaces.
La dictadura, con sus secuelas personales, políticas y económicas, tardó años
en terminar de irse. Y la transitó muchos vaivenes hasta
consolidarse. Y acá estamos, cuarenta años después, en las vísperas de un
nuevo traspaso presidencial.
La generación que esperó aquel día con el dolor por quienes ya no estaban,
con la fuerza de quienes habían resistido y la esperanza por lo que íbamos a
construir, tal vez no podía imaginar que cuatro décadas más tarde estaríamos
frente al traspaso institucional del gobierno de una fuerza política a otra de
un signo diferente, ambas elegidas por el pueblo.

Y a mí, que entonces era un joven abogado recién recibido en la Universidad
pública, tampoco me estaba dado pensar en aquel momento que el pueblo de
mi patria me concedería el inmenso honor de llegar a este día como
presidente de los argentinos y las argentinas. Por eso hoy, en la última
jornada del mandato Presidencial con el que la ciudadanía me distinguió,
quiero repasar algunos hitos de estos años, para compartir los aciertos,
reflexionar sobre aquello que erramos, decirles a quienes nos sucederán cuál
es el estado del Estado que van a recibir y agradecer el esfuerzo, el sacrificio
y la generosidad de tantos y tantas que en este tiempo no bajaron sus brazos.
El 10 de diciembre es el símbolo inapelable de un consenso democrático que
en cuatro décadas de vigencia sostuvo, aún con dificultades, la convivencia
plural y el fortalecimiento de las instituciones republicanas.
También expresa los desafíos inconclusos. En este tiempo, no hemos logrado
resolver una matriz económica sólida que permita el acceso a una vida digna
para todos y todas. Ampliamos derechos, pero faltan. Pusimos la Justicia
Social como horizonte, pero no la alcanzamos.


Asumí el gobierno en diciembre del 2019 en una situación calamitosa, dejada
por el gobierno que me precedió, con altísimos índices de pobreza e inflación
y una deuda que nos comprometía por generaciones.
Soy plenamente consciente de que el voto popular de ese momento
expresaba la esperanza de terminar de una vez y para siempre con esa
herencia y que no logramos plenamente el cometido.
Argentina es un país mucho mejor que hace cuatro años: con más trabajo,
más obras de infraestructura construidas, más viviendas, más industria, más
universidades, más derechos para las mujeres y disidencias, más desarrollo
de ciencia y tecnología. Somos un país inserto en el mundo con autonomía,
que rechaza los hegemonismos y lucha por el multilateralismo y que lidera
la unidad de Latinoamérica.
En este tiempo de reflexión, no puedo negar que tengo sensaciones
encontradas.
Siento satisfacción con todo lo hecho y construido, con los enormes avances
que hemos logrado en muchas áreas, con el crecimiento que se verifica en
muchos ámbitos sociales y económicos.
Pero también siento pesar por no haber podido concretar todo lo que nos
propusimos alcanzar. Lo que faltó hacer, lo que nos impidieron hacer, lo que
no debimos hacer o lo que debimos haber hecho de otro modo. Sé que en
todo tengo responsabilidad. Aun cuando fue singular el momento en que nos
tocó gobernar y aun cuando el contexto argentino tornó todo más complejo,
no estoy aquí para cargar culpas en otros.
Entrego el gobierno en paz, hemos custodiado las instituciones de la
democracia con convicción y compromiso. Lo hemos hecho de la mano de
este Pueblo de la Nación argentina que ha sabido demostrar, en las
circunstancias más adversas, que conoce la dimensión exacta de lo que ha
costado esta institucionalidad. Confío en mi pueblo, en su madurez política
y en su capacidad de defender y preservar los valores de la vida en común y
cada uno de los derechos que ha sabido conquistar.

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En este particular momento del mundo donde los discursos de odio y la
confrontación degradan el debate, deshumanizan la convivencia y
espiralizan la violencia y la incertidumbre, quienes ocupamos lugares
públicos tenemos la obligación de estar serenos y recuperar el diálogo. Si
algo me reprocho, es no haber podido terminar con la grieta que nos separa
y nos enfrenta. He aprendido que para cerrar la grieta no hace falta someter
al otro. No se trata de ver quién impone su relato. Lo que hace falta es
caminar junto al otro. Aprender a profundizar los acuerdos y a minimizar las
diferencias. Argentina es un maravilloso país del que todas y todos debemos
estar orgullosos. Ese amor y ese orgullo deben ser la base común sobre la
que aceptamos nuestras discrepancias y construimos nuestras coincidencias.
Los factores de poder siempre buscan domesticar al pueblo sin importarles
lo que al pueblo le cuesta satisfacer tanta avaricia.

 

En estos cuatro años hemos sufrido los efectos negativos de una deuda que
irresponsablemente tomó el gobierno que me precedió. Esa es la principal
causa de nuestra crisis social y económica. El acuerdo que firmamos con el
FMI hizo posible postergar pagos que jamás hubiéramos podido enfrentar
con la economía recesiva que recibimos. Solo hay que recordar que esa
deuda nos obligaba a pagar entre 2021 y 2022 la suma de 37.000 millones
de dólares. De esa deuda, tomada irregularmente, denunciada ante los
tribunales federales y que ahora el mismo FMI comienza a indagar, no ha
quedado en Argentina un solo dólar. Esos dólares tomados por el macrismo
no sirvieron para fundar escuelas, hospitales o rutas. Todo se ha fugado
especulativamente, profundizando la constitución de activos externos.
Supimos desde el primer momento que debíamos afrontar desafíos que
conocíamos bien. Vinimos a poner de pie un país que habían dejado de
rodillas. Ibamos tras ese objetivo cuando apenas en el día 99 de nuestra
gestión empezaron a sucederse desafíos tan inesperados como fatales. Una
pandemia que arrasó con 15 millones de vidas en el mundo. Una guerra que
distorsionó todos los precios de la energía y los alimentos. Finalmente, una
sequía que terminó con el 23% de nuestras exportaciones. Les hicimos
frente. Cuando enumero esa sucesión de conflictos busco poner de relieve
cuáles fueron las dificultades que debimos enfrentar. No pretendo que sirvan
de excusa por nuestros eventuales errores.


En la pandemia preservamos la salud sin abandonar a nadie a su suerte.
Recompusimos un sistema de salud quebrado. En poco más de un trimestre,
terminamos la construcción de hospitales que habían dejado de construirse,
ampliamos los centros de atención médica y creamos 40 hospitales
modulares en distintos lugares del país. Las más de 4.000 camas de terapia
intensiva provistas de respiradores automáticos aseguraron que todos y todas
tuvieran la asistencia médica que necesitaban.
Decidimos proteger a nuestra ciudadanía por sobre cualquier otra cosa. Les
pedimos que permanecieran en sus casas porque era la única herramienta que
la medicina recomendaba.
Estuvimos en el grupo de países que iniciamos la inmunidad de sus pueblos
y llevamos adelante el plan de vacunación más grande que nuestra historia
registra. Buscamos vacunas en todo el mundo. Fuimos parte de la producción
de las mismas. Al día de hoy, hemos inoculado más de 130 millones de dosis
de esas vacunas. También hemos desarrollado nuestra propia vacuna, en un
hito para la ciencia argentina. Formamos parte de los países que consiguieron
altos niveles de inmunidad.

 

Mi eterna gratitud a los hombres y mujeres de nuestro sistema de salud que
dieron todo de sí para salvar vidas.
Priorizamos la salud, pero lo hicimos protegiendo el sistema económico.
Pusimos el Estado al servicio del cuidado de la gente, de los empleos y de
los ingresos. Creamos la Asistencia al Trabajo y la Producción, ayudamos a
las empresas, y millones de trabajadores pudieron mantener sus salarios
mientras las fábricas, oficinas y comercios estaban cerradas. Con el Ingreso
Familiar de Emergencia auxiliamos a los sectores más vulnerables de nuestra
sociedad. Más de 9 millones de personas recibieron el auxilio. Otorgamos
créditos blandos a pequeñas y medianas empresas para que pudieran
sostenerse. También otorgamos créditos blandos para que el consumo no
cayera. Cuando la pandemia empezó a ceder, creamos el PREVIAJE para
dar impulso a los sectores más castigados en la emergencia: la hotelería y el
sector gastronómico.

 

Con la guerra, que disparó los precios de la energía, enfrentamos un nuevo
dilema: debimos decidir si preservábamos las reservas monetarias y
parábamos las importaciones o garantizábamos las importaciones de
insumos para no detener la producción y el trabajo. Optamos por defender la
producción y el trabajo, y fue la mejor opción para nuestro país. Mientras el
mundo sufría cortes programados y veíamos a las grandes capitales
apagadas, atravesamos el invierno con las fábricas produciendo sin
alteraciones y con los hogares argentinos con un suministro ininterrumpido.
Ante la sequía, que nos privó de 23.000 millones de dólares, apostamos a
administrar las divisas para asegurar la importación de insumos que
garantizaran la producción. La tasa de inversión del primer semestre fue la
más alta de los últimos 15 años. La actividad económica está 7,5% por
encima de lo registrado en 2019. Casi el 67% de la capacidad industrial
instalada está siendo utilizada, el registro más alto desde 2016.


La Argentina vio crecer su economía un 16% entre 2021 y 2022. El empleo
registrado comenzó un crecimiento que lleva 37 meses ininterrumpidos, el
lapso más prolongado de creación de empleo observado en democracia. El
empleo industrial es el más alto de los últimos seis años. Con el empleo
aumentó el consumo y así registramos treinta meses consecutivos de
crecimiento. El consumo privado hoy es un 10% mayor que antes de la
pandemia.
El mercado de trabajo continuó mejorando sus indicadores. La conflictividad
laboral observada en nuestro mandato, ha sido la más baja de los últimos
doce años. La tasa de empleo se ubica en niveles récord de 44,6%; la tasa de
desocupación presentó niveles mínimos en términos históricos: 6,2%. El
total del empleo registrado llegó a niveles máximos desde 2012 con
13.320.000 ocupados.

 

Con la Ley 27.570 promovimos nuevas tecnologías, generamos valor
agregado, fomentamos el empleo de calidad y aumentamos las exportaciones
de las empresas basadas en el conocimiento.
Para reforzar el proceso de recuperación del poder adquisitivo jamás
suspendimos ni pusimos topes a las negociaciones paritarias. Eliminamos el
Impuesto a las Ganancias para quienes trabajan.
En la misma dirección, cuidamos el consumo y comercio. Con Ahora 12,
contando solo los primeros 7 meses del año que termina, las ventas del
programa alcanzaron un nuevo récord en operaciones. Eso implicó un
aumento superior al 100% con respecto al mismo período de 2022.
Para garantizar un desarrollo justo y federal, a lo largo de todo nuestro
mandato, transferimos recursos a las provincias. Hace apenas una semana
transferimos 230.000 millones de pesos, destinados al pago de sueldos y
aguinaldos. El gobierno entrante encontrará en la caja del Estado Nacional
más de1 billón de pesos. La ciudadanía merece saberlo, porque cada peso le
pertenece.


En materia de energía, gracias al Plan Gas.AR incrementamos los niveles de
producción de gas. Argentina logró un nuevo récord de producción de gas
no convencional en Vaca Muerta: 62,3 millones m3 diarios.
La minería alcanzó nuevos récords en creación de trabajo y exportaciones.
El sector marca 29 meses consecutivos con incrementos interanuales en la
cantidad de puestos de trabajo. Al mismo tiempo, las exportaciones de
minerales representan el valor exportado más alto desde 2013.
Promovimos la tecnología en materia agrícola: aprobamos y lanzamos el
trigo HB4, que le permite a la semilla crecer en condiciones de estrés hídrico.
Hoy, esa semilla transgénica desarrollada científica y tecnológicamente en
Argentina ha sido aprobada en Estados Unidos, Brasil, Colombia, Australia
y Nueva Zelanda.
Estamos orgullosos de haber impulsado la investigación científica y el
desarrollo tecnológico. Tuvimos la inversión más federal de la historia en
materia de ciencia y tecnología. Argentina no está condenada a vivir
importando tecnología. Tenemos a científicos y científicas de probada
calidad para poder desplegar la tecnología que necesitamos. Así lo prueban
los múltiples reconocimientos internacionales en todas las disciplinas.
Impulsar nuestra ciencia es un imperativo para vivir en el siglo XXI. No es
justo ni inteligente retrotraer la Argentina a las lógicas del siglo XIX.
La salud de argentinos y argentinas ha vuelto a ser una prioridad para el
Estado. En el año 2021, la tasa de mortalidad infantil registró a nivel nacional
un nuevo descenso, llegando al ocho por mil. Es el índice más bajo de
mortalidad infantil de la historia. Ese dato significa miles de vidas que se
salvan y tienen futuro. Este descenso de la mortalidad infantil se explica,
entre otras acciones, por el impacto de la “Ley de los 1000 días”, que hemos
impulsado y sancionado para la atención y el cuidado integral de la salud
durante el embarazo y la primera infancia.


Este gobierno acompañó las transformaciones que reclamaba la marea del
feminismo en las calles, y así logramos hacer historia: conseguimos
sancionar el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Era una deuda de la
democracia, siguiendo el camino de ampliación de derechos individuales que
tuvo tantos avances en democracia y que debe continuar. Con la sanción de
la ley y la implementación de la Educación Sexual Integral, logramos en
apenas dos años un descenso del 40% en la mortalidad materna por embarazo
terminado en aborto y se redujeron a menos de la mitad los embarazos en
niñas y adolescentes. También en nuestro gobierno avanzamos en los
derechos de las personas trans y avanzamos en el fortalecimiento de las
políticas de cuidado con los aportes jubilatorios por tareas de cuidado, la
construcción en todo el país de jardines maternales y centros de primera
infancia y el envío de la ley de licencias paternales.

 

El futuro habita en nuestras escuelas, y hemos trabajado para que la
educación pública, gratuita, inclusiva y de calidad llegue a todos y todas.
Construimos jardines y universidades, entregamos libros de texto y
distribuimos cerca de 2 millones de Becas Progresar. Es una historia de
guardapolvos blancos que ha llevado a los hijos de nuestro pueblo a las
universidades públicas y lo más alto de la vida científica del mundo.
Gracias al Fondo de Garantía de Sustentabilidad del ANSES, tenemos un
sistema de seguridad social sólido y confiable. Durante nuestra gestión,
alcanzó los US$ 76.000 millones, el valor más alto de su historia. Y en estos
cuatro años creció 117%. Es el fondo financiero más importante de América
Latina. Y es de todas y todos los argentinos.
Quiero hacer un reconocimiento especial a las empresas estatales que han
demostrado la capacidad de trabajo y de crecimiento que tiene el Estado.
Por un lado, Aerolíneas Argentinas termina con un balance positivo de USD
32 millones y sin necesidad de haber ejecutado un solo peso del presupuesto
asignado por parte del Estado. Lo logra por primera vez desde su
reestatización. También ha sido récord la cantidad de pasajeros
transportados, llegando a las 14 millones de personas. Es un verdadero
orgullo nuestra aerolínea de bandera.

Por otro lado, quiero resaltar el extraordinario trabajo que ha hecho YPF
contando con ganancias que alcanzaron los 926 millones de dólares y una
producción de petróleo que promedió los 237 mil barriles diarios, un
crecimiento del 5%. YPF es una marca de nuestra identidad nacional, pero
sobre todo es una pieza clave en la matriz productiva y en nuestra soberanía
energética.

Además, ARSAT volvió a demostrar su importancia en el mundo actual
generando un incremento en sus ingresos del 823% durante nuestra gestión.
ARSAT ha garantizado el acceso al servicio de las telecomunicaciones en
todo el país, conectando a los argentinos con infraestructura terrestre y
satelital. No solo ha generado valor para la nación, si no que también vino a
reconocer un derecho de los argentinos.
Durante este gobierno, AYSA cosntruyó 4000 km de redes, incluyó a un
millón y medio de vecinos en redes de agua potable y otros tantos en redes
de cloacas. Inició junto al Banco Mundial la obra Sistema Riachuelo, de la
que ya terminó la primera etapa, y que es la obra de infraestructura más
importante del área metropolitana en 70 años que beneficia a casi seis
millones de habitantes.

Iniciamos 7.000 obras públicas y terminamos 4.000 de ellas. Hemos
intervenido 18.000 kilómetros de rutas a lo largo y a lo ancho de la patria.
Puentes, túneles, obras enormes y obras pequeñas pero imprescindibles para
una comunidad. No existe un municipio en Argentina que no haya recibido
alguna obra pública de parte del Gobierno Nacional.
Desarrollamos obra pública para ganar pujanza en cada rincón de la
Argentina. Lo hicimos de forma transparente, lo hicimos con la fuerza, el
talento y el trabajo argentino. Lo hicimos con los más de cuatros cientos mil
trabajadores de la construcción que se incorporaron al aparato productivo.
Los datos dan cuenta que terminamos siendo el gobierno que más obra
pública desarrolló en su mandato.

Así lo atestiguan:
El Acueducto “El Impenetrable” construido para el abastecimiento de agua
potable de miles de personas que habitan el monte chaqueño.
Las inversiones en el Instituto Malbrán y los casi 40 hospitales modulares
que le devolvieron dignidad y orgullo a nuestra salud pública.
Los edificios y otras obras edilicias que desarrollamos en universidades
nacionales de todo el país y que beneficiaron a más de 1.5 millón de
estudiantes.

El Tronador II, el primer cohete que se produce en Argentina para poner en
órbita los satélites que nosotros mismos estamos construyendo.
El reactor CAREM, el primer reactor nuclear argentino de baja potencia
construido en más de un 80% en la ciudad de Lima, Provincia de Buenos
Aires.

 

El gasoducto Néstor Kirchner, la mayor obra pública hecha en democracia
en poco más de nueve meses, que nos permitirá ahorrar cerca de 5.000
millones de dólares que hasta aquí gastábamos importando gas licuado.
Las más de 141.000 viviendas que edificamos y entregamos a familias
argentinas que soñaban con tener un techo propio y también lo atestiguan las
96.000 viviendas que se están construyendo. También dimos créditos para la
compra de lotes con servicios, para la construcción de la casa propia o para
la ampliación de ellas.
Si el plan de viviendas que nosotros impulsamos continuara, el año entrante
otras 50.000 familias estarían accediendo a su vivienda propia. Ahí está la
trascendencia de un Estado presente. Si el Estado no lo hace no habrá nadie
en el mercado que se preocupe de hacerlo.
Todas son obras concretas, reales, materiales, que quedan de una vez y para
siempre en el corazón de nuestra patria. Y todas las personas que han sido
alcanzadas por esas obras, hoy viven un poco mejor.

 

Quienes hoy tienen una casa y antes no la tenían, quienes hoy tienen agua
potable, quienes accedieron a una notebook o una beca para estudiar, a
quienes se fueron de vacaciones por primera vez, quienes se han atendido en
un hospital de su barrio donde antes no había presencia del Estado, quienes
consiguieron un trabajo formal. Todos ellos han incorporado lo que antes era
un sueño, a la realidad de su vida cotidiana. Y no hay nada más emancipador
que cumplir nuestros sueños.


Esta es una radiografía, ni siquiera pormenorizada, del estado en que el
nuevo gobierno encontrará a nuestro país. Un país más federal, más justo,
más potente, con enormes posibilidades de avanzar en el camino marcado.
Está claro que en la vida cotidiana y en el debate público, pesan muchas
veces más los debe que el haber, sobre todo cuando tienen que ver con el
esfuerzo de llevar adelante el día a día. Sabemos que no alcanzamos los
objetivos que nos propusimos en el fortalecimiento del ingreso, la lucha
contra la inflación y la disminución de la pobreza. Porque las circunstancias
y el contexto no nos acompañaron y también porque deberíamos haberlo
hecho mejor o diferente o porque no encontramos las herramientas
adecuadas.

El año entrante ingresarán, producto de nuestras exportaciones agrícolas y
ganaderas, de nuestras exportaciones de gas y de litio, alrededor de 35.000
millones de dólares. Además, gracias al gasoducto que construimos,
dejaremos de gastar 5.000 millones de dólares para importar gas licuado.
De aquí hasta el 2030 las estimaciones marcan que las exportaciones
sumadas de bienes y servicios crecerán el 80%.
Con semejante escenario no es razonable pensar en un ajuste que detenga
nuestra producción y restrinja el empleo y el consumo que tanto nos ha
costado recuperar. Debemos cuidar que bajo el argumento de querer resolver
el problema fiscal, no se vulneren los derechos de los que trabajan ni se
frustren las aspiraciones de los que invierten y producen.
Hemos mejorado los niveles de calidad institucional que hace años
reclamaba la ciudadanía en nuestro país: división de poderes, respeto a las
libertades y a la diversidad, eliminación de los mecanismos de inteligencia
política interna y de persecución ilegal.

La libertad de expresión fue absoluta. La libertad de prensa fue absoluta. He
sido injuriado, calumniado, difamado y lo he soportado sin denunciar a
ningun periodista ni ningun medio. Sin perseguirlos ni judicial ni
económicamente. Jamás hemos usado la estructura del Estado para acallar
alguna voz.


Quien quiso manifestar sus quejas en el espacio público pudo hacerlo.
Nuestras fuerzas de seguridad jamás fueron acusadas de haber ejercido
violencia institucional.
Actuamos de buena fe y hemos trabajado honradamente. Como alguna vez
dije, he dejado todo de mí en estos cuatro años de esfuerzo y solo me he
llevado el enorme honor que me han concedido de presidir esta patria que
tanto amo.

Lo he hecho junto a un extraordinario equipo de colaboradores y quiero hoy
agradecerle a quienes me acompañaron en la función pública desde el
gobierno nacional y también a las y los gobernadores, intendentes y a todos
quienes dedican cada día de su vida a la única herramienta real de
transformación en democracia: la política.
Como siempre nos marcaba Néstor, como siempre creyó Cristina, estoy
convencido de que hacemos política para poder transformar la patria. Mi
reconocimiento también a ellos.

Me llevo la persistente alegría de aquella madrugada en que aterrizó el avión
con las primeras vacunas, la incertidumbre de una nueva guerra, la emoción
de cada familia que recibió una casa, el terror de la noche en que atentaron
contra la vicepresidenta, el orgullo de haber puesto en marcha el gasoducto
que cambia de una vez y para siempre nuestra matriz energética, la dignidad
de haber llevado agua potable al impenetrable chaqueño, la decisión de
seguir reclamando en donde me toque estar la inmediata liberación de los
rehenes que Hamas tiene ocultos en algún lugar de Gaza.
Guardo conmigo el dolor profundo de no haber llegado a mejorar la vida de
quienes aún están en la pobreza.

No voy a elegir el lugar cómodo de esperar el juicio de la historia que suele
ser benévola con los ex presidentes porque oculta los claroscuros del
presente. Escucho y me hago cargo del juicio de mis contempóraneos. De su
entusiasmo, sus enojos y sus críticas.
Por eso, no importa dónde me toque estar a partir de mañana. En el mismo
momento en que entregue los atributos del poder, volveré a ser aquel joven
abogado guiado por la búsqueda de la libertad, la igualdad y la fraternidad
dispuesto a darlo todo por construir junto a mis compatriotas una sociedad

justa que se desarrolle en paz. Siempre junto a cada uno de ustedes.

Siempre agradecido por el inmenso honor que me dispensaron.

A 40 años de democracia, defendámosla cada día, como nos enseñaron las
Abuelas y las Madres de Plaza de mayo, y todos y todas quienes nos
marcaron el camino. Más y mejor democracia, siempre.

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