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Gema Guiomar, la sanjuanina que rescata los restos del horror de la dictadura cívico militar

La sanjuanina trabaja en Pozo de Vargas, en Tucumán. Allí desentierra restos de desaparecidos a los que se les devuelve la identidad.

23 de marzo de 2021

Arqueóloga forense, secretaria, artesana y mamá. Así es como se presenta Gema Guiomar Huetagoyena Gutiérrez, la sanjuanina de 32 años que trabaja con el Colectivo de Arqueología Memoria e Identidad de Tucumán (Camit), en Pozo de Vargas. Este lugar fue utilizado durante la dictadura cívico militar de 1976 y es la primera inhumación clandestina detectada, abordada y excavada arqueológicamente en Argentina.

El Pozo de Vargas es el primer centro de inhumación clandestina abordado multidisciplinariamente en Argentina. Foto: Gentileza Camit

El trabajo de ella consiste en rescatar los restos que luego son identificados por la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas. En un pozo de unos 40 metros de profundidad y tres de diámetro en la que la humedad es del 90%  recoge lo que ella llama “material genético” y “material contextual”, una forma de nombrar huesos, prendas y cualquier objeto que brinde información con la cual pueda certificarse e identificarse a quienes fueron arrojados ahí.

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De la tumba de Alejandro Magno a un pozo sin salida

“Siempre quise ser arqueóloga”, cuenta Gema, mientras va de un lado al otro en su casa de Capital. Ella habla rápido y nunca se sienta. “De chiquita mi mamá me metió en la cabeza la historia de Alejandro Magno (uno de los reyes más importantes del mundo antiguo) y me obsesioné con que yo iba a descubrir su tumba”, afirma. Eso fue lo que la llevó a estudiar la carrera: “Llegué a Tucumán por la carrera”, cuenta la profesional y agrega que “cuando me enteré del Pozo de Vargas, se me metió en la cabeza que iba a trabajar ahí".

Mientras cursaba, en 2015 se abrieron dos lugares para trabajar en la causa de Pozo de Vargas. Gema se presentó y junto a Julia Lund ingresaron al Camit. Ellas son las únicas mujeres del equipo conformado por diez personas.

Gema junto a Julia, las dos integrantes del Camit. Foto: Gentileza Camit

Desde ese momento, junto con sus compañeros, trabaja recolectando las evidencias que le devolverán el nombre a las víctimas halladas en el Pozo. El material inerte es rescatado a la espera de un nombre, una historia y una memoria que lo recuerde.

Gema tiene un cuadro de no más de 30 centímetros del Camit colgado sobre la pared de su living. El cuadro está pintado a mano y cada vez que puede habla con gratitud sobre sus compañeros que guarda en esos 30 centímetros. Sin ese equipo quizás esa enérgica mujer estaría en otro lugar.

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El último gran proyecto que encabezó antes de regresar a San Juan, en 2019, fue comenzar con la difusión a las primeras infancias, adolescentes y jóvenes sobre la historia que se encontró en el Pozo. “Me pasó de crecer creyendo una historia que no era. Empezar a toparme con familiares y con víctimas, me demostró otra cosa”, dice.

Los trabajos van desde excavación hasta la recolección del material. Foto: Gentileza Camit

Con el proyecto recorre el "territorio", desde escuelas a centros culturales de Tucumán, contando y reflexionando lo que significa el terrorismo de Estado.

“Me gustaría poder servir y aportar mi granito de arena para que las nuevas generaciones conozcan esta verdad”, asevera.

Gema regresó a San Juan para criar a su hija en este lugar. Dice que volverá a Tucumán por periodos cuando la situación del Pozo, que ahora está sobresaturado de agua, se normalice.

Ella aclara que es estudiante avanzada de la carrera de arqueología, aunque ejerza, todavía no termina los estudios universitarios. Si bien hace seis años que trabaja en la causa y puede describir desde la experiencia que significa bajar por el ascensor hasta el fondo del pozo y sentir la humedad en la piel a pesar de estar completamente protegida, afirma que no vive de la arqueología. Es por eso que también se desempeña como secretaria y artesana.

En su estudio la estecas se hunden en porcelana en frio, no en tierra con sedimentos para extraer la astilla de un hueso. Corre las cortinas para que entre un poco de luz y airea el ambiente, lejos de aquellas mangas a 30 metros de profundidad que ayudan a ventilar el confinado espacio. De fondo se escucha la risa de su hija.

“Hace poco cobramos tres meses que nos debían del 2019”, cuenta y pone en valor sus ganas de trabajar en aquel lugar  No se imagina afuera del pozo.

“Una vez que entrás no salís, no podés salir de la causa”

Hace seis años que comenzó con a trabajar en el lugar. Foto: Gentileza Camit

Pozo de Vargas, donde los muertos hablan

Pozo de Vargas está ubicado a diez kilómetros de la plaza central tucumana, en el margen Sur de Tafí Viejo, es una construcción subterránea de mampostería de fines del siglo XIX  que servía para abastecer el ferrocarril a vapor.

El Pozo de Vargas visto desde arriba con la "apacheta" junto al sector de zaranda. Foto: Gentileza Camit

El puesto ferroviario fue inutilizado una vez que dejaron de pasar los trenes. En ese periodo de pausa el productor de limones Antonio Vargas se apropió de ese terreno, de allí su nombre.

Durante el operativo Independencia y la dictadura del 76 el pozo fue reutilizado para arrojar los cuerpos de los detenidos desaparecidos.

En el retorno a la democracia, 1983, el pozo fue tapado con tierra, completamente escondido hasta que en 2002 fue desenterrado nuevamente. A partir de ahí un grupo de profesionales que en 2009 fundaría el Camit comenzó a trabajar en el lugar desenterrando una de las pruebas más crudas y violentas de lo que fue la situación.

EL proceso es el siguiente: Por un lado está la excavación, en la que las personas bajan por el pozo de a dos o tres. Por la humedad del lugar, más de 90%, y por la falta de oxígeno no pueden estar más de media hora adentro. Una vez cumplido ese tiempo suben y vuelven a descender.

El proceso en general se compone por: la certificación a través de material fílmico y fotográfico de dónde y cómo fueron encontrados los restos, luego se pasa a la recolección y finalmente lo recolectado es entregado a la justicia.

La Justicia le llama “secuestro judicial”, ellos “acto de recuperación de evidencia”. Gema repite, “el Camit es un equipo multidisciplinar”.

Gema junto al quipo del Camit. Foto: Gentileza Camit

Desde el Pozo, hasta la fecha, fueron identificados por la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas  113 personas, además hay 34 perfiles genéticos que continúan sin ser identificados porque falta material para comparar. Gema hace hincapié en las campañas de donación de sangre que sirven para identificar esos perfiles genéticos.

En la actualidad el pozo está sin actividad. Paró sus actividades unos meses antes de la pandemia de Covid-19 por sobresaturación de agua, pero aún hay mucho trabajo que hacer allí.

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