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A pura chaya y risas, una familia contagió el espíritu de carnaval a todo un barrio

Comenzaron mojándose entre ellos, pero a los minutos sus vecinos se unieron y revivieron esta tradición.

POR REDACCIÓN

01 de marzo de 2022

Las risas, la chaya, las corridas y también algunos resbalones fueron parte del panorama que se vivió el lunes en el barrio Patiño, en el departamento Sarmiento.

Esto fue debido a que una familia decidió vivir el carnaval tal como lo hacían años anteriores. Comenzaron chayando entre ellos, pero las risas y los gritos de alegría llamaron la atención de los vecinos que de a poco fueron saliendo de sus casas y sumándose a ellos.

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Se trata de los Fornari que iniciaron la chaya en la cuadra en la que viven y, a los minutos, varias cuadras del complejo habitacional disfrutaba entre risas y baldazos de agua.

Foto: gentileza Sarmiento Web.

En ocasiones sacaron de las canillas y surtidores, en otras, la cuneta fue la mejor opción debido al fácil acceso y a que era la mejor alternativa para no derrochar mucha agua. A nadie le importó el barro o las hojas que ese líquido contenía, lo importante para ellos fue el momento y el revivir la tradición que hace años se vivía en diferentes barrios sanjuaninos.

La leyenda de la chaya

Cuenta la leyenda que Chaya era una muy bella jovencita india, que se enamoró perdidamente del Pujllay, joven alegre, pícaro y mujeriego que ignoró los requerimientos amorosos de la indiecita. Fue así como ella, al no ser debidamente correspondida, se internó en el monte a llorar sus penas y desventuras amorosas, desapareciendo en él para siempre. Desde entonces, suele retornar anualmente, hacia mediados del verano en forma de rocío o fina lluvia. En tanto Pujllay, sabiéndose culpable de la desaparición de la joven india, sintió remordimiento y procedió a buscarla por todo el monte infructuosamente. Tiempo después, enterado el joven del regreso de la joven a la tribu, volvió también al lugar para continuar la búsqueda. Pero fue inútil. Allí, la gente que festejaba la anhelada cosecha, y lo recibía con muecas de alegría; él, por su parte, prosiguió la búsqueda y la indagación con profunda desesperación y resultados siempre negativos. Por ello, derrotado, terminó ahogando en chicha su soledad y su pasada fama de Don Juan. Hasta que estuvo ebrio, cayó en un fogón y murió quemado. Desde ese entonces, "Chaya" viene en febrero año a año a apagar el fuego de "Pujllay"; y cada año aparece el Pujllay y muere al terminar el festejo, y se lo entierra hasta el año que viene.

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