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A un año de gestión, las promesas de Javier Milei que cumplió y las pendientes

A un año de asumir, Javier Milei enfrenta el desafío de materializar sus promesas de campaña. Qué medidas avanzaron, cuáles se estancaron y qué quedó en el camino.

POR REDACCIÓN

09 de diciembre de 2024

Desde su llegada al poder, Javier Milei se posicionó como un líder dispuesto a romper con el modelo económico y político tradicional en Argentina. Sus promesas de campaña generaron grandes expectativas en un electorado fatigado por las crisis recurrentes, pero también despertaron escepticismo sobre su viabilidad. A cumplirse un año de gestión, precisamante este 10 de diciembre, los resultados muestran avances parciales, modificaciones de rumbo y algunos compromisos incumplidos.

Uno de los puntos más destacados de su administración ha sido la lucha contra la inflación. Tras un inicio tumultuoso marcado por una devaluación que llevó el dólar oficial a $800, la inflación comenzó a ceder terreno. Si bien diciembre de 2023 cerró con un alarmante 25,5%, el índice se desaceleró notablemente en los meses siguientes, alcanzando en octubre de 2024 un 2,7%, la cifra más baja de los últimos tres años. Este logro fue atribuido a un ajuste fiscal temprano que incluyó el aumento de tarifas, la eliminación de subsidios y una fuerte contención del gasto público. Sin embargo, el costo social de estas medidas fue alto, afectando especialmente a los sectores más vulnerables.

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En el ámbito de las tarifas, Milei enfrentó críticas por las subas significativas que, aunque necesarias para reducir el déficit fiscal, impactaron duramente en el bolsillo de los ciudadanos. Por ejemplo, el boleto mínimo de colectivo en el AMBA pasó de $56 a $371 en menos de un año. Aunque esta política contribuyó a estabilizar las cuentas públicas, generó descontento en amplios sectores de la sociedad.

El plan de dolarización, una de sus banderas de campaña, se diluyó rápidamente. Aunque inicialmente prometió implementar este esquema en un año, la falta de reservas internacionales obligó a un cambio de estrategia. El gobierno optó por lo que definió como una “dolarización endógena”, buscando que la economía se alinee naturalmente con la divisa estadounidense. Este giro pragmático reflejó las limitaciones de llevar adelante una medida tan disruptiva sin el respaldo financiero necesario.

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En el terreno de las relaciones internacionales, Milei sorprendió con un acercamiento inesperado a China, país al que había criticado con dureza en campaña. La necesidad de mantener el comercio bilateral, especialmente en sectores clave como la soja, y la importancia del swap de monedas llevaron al presidente a modificar su postura. En contraste, su promesa de trasladar la embajada argentina en Israel a Jerusalén avanzó lentamente, sin mayores novedades más allá de los anuncios iniciales.

El ajuste fiscal anunciado como un golpe exclusivo a la “casta política” terminó repercutiendo en diversos sectores de la sociedad. Según datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso, las transferencias a universidades cayeron un 27,9% en términos reales, mientras que el gasto en jubilaciones se redujo un 17,5% en el último año. Además, se eliminaron programas sociales y se paralizó gran parte de la obra pública, lo que afectó a las provincias más dependientes de la asistencia nacional.

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En el ámbito laboral, Milei avanzó con una reforma que busca reemplazar las indemnizaciones tradicionales por un fondo de cese laboral, similar al modelo de la construcción. Sin embargo, la implementación de este sistema enfrenta resistencias y aún no ha tenido un impacto significativo en los convenios colectivos.

Pese a las críticas, la gestión de Milei muestra algunos indicadores positivos, como el incremento del salario mínimo en dólares y una leve recuperación de los créditos privados. Sin embargo, estos avances se enmarcan en un contexto de recesión económica y ajuste estructural que todavía no da señales claras de un cambio sostenido en la calidad de vida de la población.

De cara al futuro, el gobierno de Milei enfrenta el desafío de consolidar su narrativa transformadora mientras navega las restricciones del poder y las tensiones sociales. El próximo año será crucial para determinar si logra cumplir con sus promesas más ambiciosas o si estas terminan diluyéndose en un escenario de pragmatismo y realismo político.

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