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Opinión

Cuando la pandemia sea historia

Una vez en la facultad nos propusieron un desafiante proyecto a nivel nacional; cuando observamos el plazo de entrega, preguntamos al Decano: “_¡¿una semana?!” Certeramente nos dijo: “_sin duda están evaluando nuestra capacidad de reacción y organización, experiencia y competencias, más allá del proyecto en sí”. Y así fue. Aquellas palabras resuenan hoy cual déjà vu con este vívido caso: Coronavirus.

 

Entre luces y sombras, acciones u omisiones, se vislumbra la capacidad de respuesta de los diversos espacios del ámbito privado como del ámbito público. Relatos que dan cuenta de la existencia de previsión, reacción o adormecimiento.

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La agilidad de cada función estatal: sea legislativa, ejecutiva o judicial, desde acciones estratégicas alineadas a objetivos preventivos o correctivos resulta crucial. Esta vez el letargo del Estado puede ser mortal, literalmente. Las acciones frente al Coronavirus hablan más de nuestras competencias, destrezas y valores, que de los recursos disponibles.

 

Cuando la pandemia sea historia, en las clases de “Planificación” veremos que pudimos correr con ventaja respecto a Italia u otros países. Como ocurre entre una provincia y otra, o entre ciudades: sus puntos de partida fueron distintos. Algunas tuvieron más margen para el diagnóstico, la definición de objetivos y evaluación de futuros escenarios posibles para incidir sobre ellos. Allí la experiencia habrá puesto a prueba la lección que hablaba de planificar en contextos críticos como cambiantes, de gestionar recursos escasos y priorizar abriendo el abanico de las alternativas posibles.

 

En las clases de “Liderazgo” sin duda consideraremos a aquellos jefes ejemplares que velaron por la salud de los integrantes de su equipo; que modificaron rituales y adaptaron herramientas para que el espacio físico habitual no se transformara en una asfixiante jaula, sostenida por los hilos de una cultura organizacional que no pudo o no supo adaptarse jamás al contexto social.

 

En las clases de “Estadística” finalmente entenderemos el valor de los indicadores para la toma de decisiones. Sabremos que es incompleto hablar de la cantidad de muertes en China, Italia, Israel o Argentina sin vincularla con el número de habitantes de cada uno de esos territorios. Reconoceremos la diferencia entre un dato aislado y la información generada tras relacionar una evidencia con otra.

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Cuando todo pase incorporaremos a la currícula clases de “Empatía”, porque tendremos la certeza que para enfrentar desafíos graves y urgentes necesitamos reposar la mirada en “esos otros”, habitar en su piel y sentir cuan gélidos son sus miedos por un instante, sabiendo que no somos ni seremos ellos.

 

La marea súbitamente nos llegó al mentón. Algunos treparon solos a una tabla, otros con ayuda. Hubo quienes descubrieron que sabían nadar y quienes los imitaron con buen resultado, mientras se veían miles flotar a la deriva. Hubo quienes ya tenían relevadas las islas más cercanas y quienes se empecinaron solo a esperar que el agua bajara. Hubo quienes remaron por sí y por otros, como también hubo quienes fueron una pesada carga que arrastrar hacia la costa más cercana.

 

Cuando la pandemia sea historia y la fuerza del agua nos dé un respiro; cuando baje la marea, allí estaremos unos y otros, desnudos y despojados mirándonos. Quedaremos reconociendo cuáles competencias, destrezas y valores pusimos en juego; pero fundamentalmente cuáles son todos aquellos que aún nos faltan desarrollar.

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