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Policiales

"El sátiro de San Isidro": la historia del Ted Bundy argentino

Entre 1974 y 1975, este criminal metódico acechaba a mujeres y niñas los miércoles y jueves a las 18.00. Su captura llegó tras una persecución en las mansiones de San Isidro, donde fue abatido tras un enfrentamiento con la policía.

POR REDACCIÓN

Hace 2 horas
El patrón que delató a un asesino serial en San Isidro. FOTO: Gentileza

Entre 1974 y 1975, la zona norte del Gran Buenos Aires fue escenario de una serie de crímenes que mantuvieron en vilo a la población. Francisco Laureana, identificado posteriormente como el autor de estos hechos, violó y asesinó a aproximadamente quince mujeres y niñas, estableciendo un patrón criminal que lo caracterizaría como uno de los asesinos seriales más significativos de la historia argentina.

El modus operandi de Laureana presentaba características metódicas que facilitaron su identificación como autor serial. Según las investigaciones del forense Osvaldo Raffo, el criminal seleccionaba a sus víctimas mientras estas se encontraban en jardines o áreas de piscinas de residencias en San Isidro. Su actividad delictiva se concentraba específicamente los miércoles y jueves alrededor de las 18:00 horas, manteniendo períodos de "enfriamiento" entre cada crimen. Las víctimas presentaban generalmente signos de estrangulamiento o heridas de bala provocadas por un revólver calibre 32.

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Laureana, originario de Corrientes, se desempeñaba como artesano especializado en tallado de madera y utilizaba un vehículo Fiat para observar a sus potenciales víctimas. Las investigaciones posteriores revelaron que conservaba "souvenirs" de sus crímenes, consistentes principalmente en joyas como cadenas y pulseras que fueron halladas en su domicilio.

El punto de inflección en la investigación ocurrió cuando un testigo sobrevivió a un intento de homicidio por parte del criminal, proporcionando una descripción detallada que permitió la confección de un identikit. Este retrato hablado fue distribuido masivamente en espacios públicos de San Isidro y localidades aledañas, solicitando la colaboración ciudadana para identificar al sospechoso.

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La captura definitiva se produjo el 27 de febrero de 1975, cuando una residente de la calle Tomkinson alertó sobre la presencia sospechosa de un individuo que merodeaba una propiedad donde mujeres y niñas se encontraban en una piscina. Al ser interceptado por una patrulla policial en la calle Don Bosco, Laureana respondió con disparos de arma de fuego y huyó saltando cercos de propiedades vecinas.

El desenlace ocurrió en una vivienda de la calle Esnaola 666, donde el criminal se ocultó en un depósito ubicado en los fondos de la propiedad. Según relatos periodísticos de la época, fue una perra llamada Rina quien alertó a los efectivos policiales sobre la ubicación del prófugo. Tras un enfrentamiento armado, Laureana resultó abatido, imposibilitando así la determinación exacta de su historial delictivo y la obtención de confesiones sobre la totalidad de sus crímenes.

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Este caso permanece como uno de los capítulos más significativos en la crónica policial argentina, destacando por la metodología sistemática del victimario y el operativo que culminó con su neutralización.

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