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Provinciales > Historias sanjuaninas

Atraviesa los cielos para traer insumos sanitarios para proteger a los sanjuaninos del coronavirus

Su trabajo cambió con la pandemia. No se considera un héroe, pero se siente feliz al hacer su aporte.

18 de junio de 2020

“Ahora cruzás el país y te das cuenta que sos el único avión que está volando”, dice Juan Bustelo.

El hombre es piloto y es el delegado en San Juan de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas. Tiene 42 años y hace 22 que surca los aires. No sabe bien qué fue lo que lo incentivó a estudiar esa carrera. Quizás fueron los viajes continuos que hizo con sus padres a Buenos Aires en los que vio una gran cantidad de aviones. También cree que pudo influirlo el cuadro que tuvo cuando era niño en su pieza en el que salía un avión. Lo cierto es que decidió estudiar en el Aeroclub de Pocito, siguió formándose en Buenos Aires y ahora es parte de la Dirección de Aeronáutica por lo que se encarga de conducir los vuelos sanitarios y de traer insumos médicos a la provincia.

“Nosotros trabajamos día, siesta, noche, en feriados; no tenemos franco. Cuando hay que salir lo hacemos, es parte del trabajo”, dice.

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El llamado para que maneje un avión puede llegarle en cualquier momento, ya que algunos vuelos están programados y otros pueden surgir por una emergencia. Juan está en una guardia permanente, sabe que su teléfono puede sonar y va a tener que dejar todo lo que esté haciendo para ir.

En ese todo se incluye su hija de 2 años y 10 meses. Cuando su esposa no puede cuidarla, recurre a las abuelas de la niña a las que define como “maravillosas”.

Ahora vuela menos por la pandemia. Antes del coronavirus hacía al menos 2 o 3 vuelos por semana. Actualmente, hace uno cada 7 días aproximadamente. Aunque esto es relativo: “Son rachas, quizás uno puede volar todos los días y después estás 5 días sin hacer nada”, cuenta.

Juan no viaja solo. En el caso de que el destino sea para buscar insumos sanitarios, van dos pilotos. Si en cambio se trata de un vuelo para trasladar a pacientes, se suman un médico y un enfermero.

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Él disfruta no solo de la tranquilidad que transmiten las nubes, sino de estar en el aire con personas con las que se lleva muy bien. “El 95% de mis amigos son pilotos, es como se fuera un ciclo constante de estar con amigos, de disfrutar al trabajar”, dice con voz alegre.

Los viajes cambiaron por el virus que ya dejó miles de víctimas en el mundo. Antes de subirse a las aeronaves deben enfundarse en un mameluco blanco o en una bata, tal como lo hacen los enfermeros. A eso le deben sumar el barbijo y las gafas. Además, no puede faltarle la desinfección constante de los zapatos y de las manos. El alcohol en gel se volvió un elemento indispensable para estos trabajadores.

“Por la pandemia se ha restringido el espacio aéreo. Esto, al menos en Argentina, es la primera vez que lo veo. Solo lo había visto en Estados Unidos en el 2001, aunque ahora es por otro tema”, admite Juan. Sabe que son “tiempos distintos” y trata de adaptarse.

Cada vez que llegan al aeropuerto a cargar insumos sanitarios deben descontaminarlos. Aunque de esto no se encargan ellos. Las cajas que los contienen las pasan por un equipo que les lanza un líquido para limpiarlas. El proceso no termina ahí. Después van a una especie de carpa pequeña en la que están al menos 5 minutos bajo rayos UV. Ahí ya las pueden cargar a los aviones.

“No somos héroes ni nada, pero siento que estoy poniendo un granito de arena. Siento que puedo hacer un pequeño aporte a la sociedad porque estamos trayendo cosas que hacen falta para cuidar a los médicos, a los policías, a quienes están en el frente, en la línea de fuego. Eso me alimenta un poquito el alma”, cierra Juan.

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