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Opinión > Hablemos en serio

Los argentinos y el síndrome de Estocolmo

Este síndrome e un trastorno psicológico temporal que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en mostrarse comprensivo y benevolente con la conducta de los secuestradores e identificarse progresivamente con sus ideas, ya sea durante el secuestro o tras ser liberada. Nos miremos al espejo un ratito.

Para tratar de ser lo más objetivo posible, voy a colocarme en primera persona y como si escribiera mis memorias veré que pasó conmigo y mi relación con la Argentina.

Cuando nací, en el mes de mayo de 1965, la desocupación en el interior llegaba al 9%, mientras que en Buenos Aires estaba en el 7,4%. La capacidad ociosa era del 42%.

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El gasto público medido en egresos de tesorería había crecido un acumulado del 14% en 1964 y en los dos años anteriores había producido un crecimiento del déficit fiscal que llegó al 100% entre el 63 y el 64.

Me imagino a mis padres por entonces, preocupados para tener el dinero suficiente para la compra de chiripá, el talco feculax para no pasparme y la pizpireta amarilla para salir elegante.

Al año siguiente, el país me dijo “pará pibe, para que vayas aprendiendo que la democracia no sirve, te ponemos un mandamás militar”.

Así llegó Onganía, luego Levingston y Lanusse, a quien querían un poquito más por su yerno, el entonces ascendente Roberto Rimoldi Fraga, que muchos lo recuerdan con una guitarra, cuando su “nacionalismo” fue su mejor legado detrás de su producción “sembrando Con Ciencia”, a quien además apodaban “El Tigre” por supuesto muy lejano del actual protagonista de la serie que muestra a una historia sindical.

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También diferente a otro Yerno Famoso de la historia argentina, como lo fue Raúl Lastiri, cuyo suegro fue el último gran influyente peronista José Lopez Rega.

Cuando estaba cursando mi tercer grado de primaria, los argentinos tenían felicidad y yo no entendía por qué. Ahora me querían explicar que la democracia era mejor y que por eso se venían las elecciones.

También me explicaron que pusieron un suplente que era Héctor, que luego renunciaría y que se venían nuevas elecciones y que, … “tenía que volver el General al gobierno y punto”, debió haberme explicado alguien lo inédito.

Así fue que llegó Juan Domingo Perón nuevamente a ser presidente, luego falleció asumió Isabel su esposa, que debiera ser un “leading case” para que los políticos no pequen de soberbios y no elijan a sus candidatos con la sola razón del capricho.

Luego, tiros, bombitas, y algunas cositas más.

Recuerdo que me bajé del colectivo, el 12 de Alto de Sierra, en Av. Rawson y Santa Fe para ir a mi querido Colegio Don Bosco, y el movimiento era terrible, “llegaron los militares”, muchos asustados, y los curas nos encerraron en un aula hasta que los padres llegaron a buscarnos.

Voy a resumir el dato de la economía en algo de lo que hoy se habla mucho como marcar el fracaso económico del actual gobierno amarillo, la llamada Inflación. Cuando María Estela Martinez debió entregar el gobierno, la inflación superaba el 270%.

Ya ingresado en la secundaria, y vestido de rebelde con el pucho en la boca la economía era otra cosa, pero no entendía nada, ahora me decía don Martinez de Hoz que la reforma del Estado necesaria para crecer era: Congelar los salarios y pedir créditos externos.

“Viejo vos como laburante tenés la culpa. Vos no entendés nada. No ves que ahora están diciendo que ACHICAR EL ESTADO ES AGRANDAR LA NACION”, debí haberle dicho a mi querido viejo, laburante de aquellos, que debió buscar un nuevo trabajo como mozo y mi viejita a tejer hasta la madrugada para “llegar a fin de mes”.

En el final de mi secundaria vino la historia más nefasta, la “Guerra de las Malvinas”; con el “pueblo” en la calle vitoreando a los militares dueños del asesinato masivo.

Luego, por fin. De vuelta a la democracia. A esa altura ya no entendía nada, no sabía que era lo mejor ni peor; pero la esperanza había ganado mi corazón.

Desde entonces, y tal como si fueran huracanes me tocó vivir: Hiperinflación que superó el 3000%, la convertibilidad y el neoliberalismo extremo que llevó a un desempleo al 22%, la aparición de los piqueteros con la crisis del 2001 y el helicóptero más famoso que el de la serie “el lobo del aire”.

Desde entonces la devaluación del 400%, el default aplaudido como un campeonato mundial, el corralito, corralón, cepo, cierre del indec, pérdida de la matriz energética, “recuperación estratégica” de las banderas nacionales con la “recompra” de YPF y aerolíneas, el desastre de Río Turbio, pasando por la explosión de Rio Tercero.

Luego la pobreza cero como slogan que ayer marcó la más alta de la historia contemporánea con 13.800.000 argentinos pobres, cierres de Pymes, sinceramiento de tarifas, pero impagables para muchos argentinos, y lo peor, que es transversal a todos los gobiernos del último tiempo: el desastre unificado de la educación argentina.

Así llego a mis 54 años y pronto a una elección.

Entonces pienso que es lo mejor, mis hijos me lo preguntan, conversamos entre amigos, y con la siempre filosofía personal que el parabrisas de la vida es más amplio que la suma de los retrovisores, me obligo a mirar hacia adelante, pero claro, el camino está con una neblina tal que no puedo mirar más allá de un metro, por lo tanto, mi decisión será la peor de todas, observar mi metro cuadrado.

Ya advierto que cuando alguno de mis hijos quiera reescribir esta historia, sólo deberá cambiar los años, porque la historia se repetirá.

Sólo me resta cerrar los ojos y pedir un milagro, por mi Argentina, por ese país que como dice Cacho Castaña en su memorable Septiembre de 1988; “….La crisis se pasea por la calle y la tristeza del pueblo es como un barco que no llega a destino …”, pero la esperanza sigue en pie, porque si bien la culpa la tuvieron todos sin distinción de escudo político, en la Argentina “…la cosa sigue igual, pero de una manera u otra vamos a salir adelante, hay algo que no se debe perder nunca y es la esperanza … porque todo fue culpa de cuatro atorrantes que solo lograron que el pueblo no cante…”.

Argentinos, de pie. Que la esperanza nos guíe. Que no se apodere de nosotros el síndrome de Estocolmo, no amemos a nuestros depredadores.

 

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