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El Cronista

Postergar la respuesta a un problema es igual a crear un problema mayor

Si hay una lección que la Argentina tiene que aprender (y no hablamos solamente de aquellos que sean elegidos para conducir el Poder Ejecutivo a partir de diciembre) es que los problemas que no se corrigen en el inicio de la gestión, duelen más al final del período.

POR EL CRONISTA PARA DIARIO HUARPE

Por Hernán de Goñi - Director Periodístico

Si hay una lección que la Argentina tiene que aprender (y no hablamos solamente de aquellos que sean elegidos para conducir el Poder Ejecutivo a partir de diciembre) es que los problemas que no se corrigen en el inicio de la gestión, duelen más al final del período. Porque lo que impacta en el resultado es la suma de cada decisión equivocada. La tentación de los atajos hace cada vez más complejo retomar la ruta original, con el agravante de que haber elegido un camino secundario para evitar el peaje, termina por estropear el vehículo más de lo necesario, fastidia a los pasajeros y eleva la chance de que nos quedemos sin combustible.

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Para el Gobierno, los problemas empezaron en 2017, pese a que ese fue el único año de crecimiento de la economía. Aunque muy lejos del ritmo deseado, la inflación se desaceleró, el cambio avanzó y las elecciones legislativas fueron un respaldo visible al proyecto de Mauricio Macri, quien en base a esos apoyos tomó una decisión arriesgada: elevó la meta de inflación y al hacerlo, violentó el mecanismo de toma de decisiones monetarias. La meta de déficit fiscal tampoco bajó, y de ese modo el Gobierno optó por elevar su financiamiento mediante emisión de bonos en el exterior. Como decía por ese entonces uno de los más experimentados consultores de la City, "hasta ese momento todavía le tenían confianza a Macri, pero eran cada vez más lo que pedían ver los números fiscales, porque las dudas para el corto y el mediano plazo estaban a la vista".

Es real que hubo una dosis de mala suerte, y no hay que sacarla del tablero. La sequía que le sacó u$s 9000 millones al balance cambiario de 2018 fue real. ¿Podría haber cambiado la historia una cosecha récord? Los problemas hubieran tenido otra magnitud y sin duda una gravedad menos determinante. Pero algo hubiera seguido igual: a excepción de muy pocos períodos, la Argentina siempre fue deficitaria.

La causa de la mayoría de sus crisis fue la imposibilidad de utilizar un mecanismo de financiamiento sustentable. La suba de impuestos tiene límites legales y reales (crece la evasión), el ajuste del gasto suele encontrar límites políticos y el único que genera quejas de menor calibre es el aumento de la deuda. Pedir más dinero prestado incluso está bien visto a nivel global, porque obliga a los países a adoptar estándares crediticios exigentes, y eso trae el reconocimiento de inversores y banqueros. Pero es una solución transitoria. Al final del día, si el sendero del gasto hubiese tomado otro rumbo, hoy no estaríamos hablando de reperfilamiento, ni de default selectivo de las Letes y las Lecap.

La moraleja incumbe a Macri, a Alberto Fernández, a los legisladores y a la sociedad que vota. Cuando los problemas quedan para más adelante, crecen. No hace falta verlos ni hablar de ellos todo el tiempo para comprobarlo.

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