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Fue dado en adopción y se reencontró con su familia 41 años después
Se llama Daniel Abrate y creció con su familia adoptiva en Córdoba, tras años de búsqueda se reencontró con sus padres biológicos y sus tres hermanas.
POR REDACCIÓN
Daniel Abrate tiene 41 años, nació en Caucete, pero fue dado en adopción y el creció rodeado de su nueva familia en la localidad cordobesa de Hernando, tras años de búsqueda de su origen, el hombre pudo reencontrarse con sus padres y hermanas.
En declaraciones a Diario La Voz de Córdoba, el sanjuanino dijo que creció conociendo que Pedro y Marta no sólo lo habían adoptado a él, sino también a su hermano Guillermo.
Pero una fuerza extraña lo movilizó desde hace cuatro años. “Nací en 1977, quería saber si no tenía nada que ver con los desaparecidos”. Con ese impulso buscó ayuda en Abuelas de Plazas de Mayo, pero desde esta entidad le confirmaron que él no tenía parentezco con personas desaparecidas.
Hace unos días viajó a Caucete, San Juan y a su vuelta a Córdoba contó casi entre lágrimas que el reencuentro se trata de “un milagro”, en el que ayudó su madre adoptiva.
Es que Daniel recibió la noticia de Abuelas respecto de sus orígenes el mismo día del primer aniversario de la muerte de Marta. “El 24 de enero pasado me avisaron desde Abuelas y mi mamá falleció el 24 de enero del año pasado. Casi a la misma hora, hubo una diferencia de 15 minutos, de cuando me enteré el año pasado de que había muerto en un accidente de tránsito, cerca de Despeñaderos, a este año, en que tenía datos de mi familia biológica”.
Al llegar a San Juan lo enmudeció “la emoción”. Pero ahí nomás, dijo que aprendió una nueva sensación: “La sangre tira”. Recordó que primero conoció a sus tres hermanas: “Patricia (43), Cecilia (36) y Verónica (33)”.
Lo más conmovedor se registró un par de horas después de hablar y descubrir la vida de sus hermanas: “A la noche conocí a mis padres, Nina (65) y Jorge (70). No hay palabras para describir lo que sentí, era un sueño, nos abrazamos, nos emocionamos”, se reconfortó.
Los minutos pasaban, se iban descubriendo. “Pero a la vez era como si nos conociéramos de siempre, algo así como ponernos al día”, dijo sin reparar en que esa actualización de información sensible y plagada de sentimientos demandaba un cúmulo de 40 años de vida.
En esas narraciones fue comprobando que era el segundo hijo del matrimonio. “Somos todos iguales, parecidos a mi papá”, acotó. A su hermana Cecilia también la habían entregado en adopción. Contó que hace un año su hermana también se reencontró con sus padres.
Daniel no pidió demasiadas explicaciones. No le hicieron falta ya que comprendió que sus padres tomaron la decisión sumidos en la miseria y la desesperación.
Contó que “no hizo falta un análisis de ADN”, porque se encontró su expediente. Explicó que “coincidieron todos los datos de la documentación, DNI y partida de nacimiento, con los entregados por su madre biológica a la hora de darlo en adopción.
“Tengo una historia hecha, pero con esto cierro un círculo, la manera de conocerme, de saber hasta mis antecedentes familiares por enfermedad” y agregó que el hecho de ser adoptado es algo natural. “Se trata de una condición con la que nunca tuve problemas y tampoco –agregó– me marcó”.