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Rita y Natividad Páez: guardianas de la tradición textil en Jáchal

Rita y Natividad Páez, de 95 y 97 años, son el corazón de la tradición textil en Mogna. Herederas del oficio de su madre, mantienen vivo el arte del telar criollo y enseñan a nuevas generaciones una práctica que entrelaza historia, identidad y memoria del pueblo jachallero.

POR REDACCIÓN

Hace 4 horas
Rita y Natividad Páez, orgullo de la tradición textil sanjuanina. FOTO: Gentileza 

En el corazón de Jáchal, en la pequeña localidad de Mogna, el tiempo parece detenerse al ritmo de los hilos que se entrelazan en los telares de Rita y Natividad Páez. A sus 95 y 97 años, estas hermanas son mucho más que artesanas: son las últimas herederas de una tradición textil que guarda la historia, la identidad y el espíritu de un pueblo.

Durante el Mes del Adulto Mayor, la Municipalidad de Jáchal decidió rendirles homenaje por una vida entera dedicada al arte del tejido, una práctica ancestral que aprendieron de su madre, Clara Páez, y que han transmitido con paciencia y amor a hijas, nietas y bisnietas. En un emotivo encuentro, el intendente Matías Espejo reconoció su trabajo como símbolo del patrimonio cultural jachallero.

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Natividad: la vida entre hilos y silencios

En su taller de Los Puestos, Natividad Páez aún trabaja en su telar criollo de cuatro cuadros, el mismo que le permitió, según cuenta, “llevar el hogar al frente” después de quedar viuda. A los 35 años empezó a tejer en cantidad, y nunca más se detuvo.
“Paso mis días desenmarañando hilos”, dice con serenidad, mientras sus manos repiten movimientos aprendidos en la infancia. Hilando, tiñendo y tejiendo, ha creado ponchos, colchas, frazadas, alforjas, peleros y fajas, piezas que conservan el alma del campo sanjuanino.

Natividad Páez

Su telar, plantado a la sombra de un árbol, conserva la esencia de las antiguas tejedoras cuyanas. El mecanismo a pedal libera las manos, y la pala ajusta cada trama con firmeza. Es un oficio de cuerpo y alma, donde cada golpe de peine encierra memoria.

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Rita: el arte de enseñar con paciencia

A pocos kilómetros, en la Villa de Mogna, su hermana Rita mantiene vivo otro telar, heredado también de su madre. Allí, entre lanas, madejas y colores naturales, enseña con generosidad a quienes se acercan a aprender. Su taller se ha convertido en una pequeña escuela donde las nuevas generaciones descubren que tejer no es solo una técnica, sino un lenguaje de identidad.

Rita Paéz

Rita conserva la tradición del tejido “a pala o peine”, y produce piezas con los mismos motivos y colores que caracterizan al norte sanjuanino: guardas listadas, tramas zigzagueantes y figuras geométricas que dialogan con siglos de historia.

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Un legado de siglos

El tejido en San Juan tiene raíces que se hunden en miles de años de historia. Desde los primeros pobladores de la región de Cuyo, hace más de 8000 años, las fibras vegetales y de camélidos fueron parte de la vida cotidiana. Con la llegada de los pueblos agropecuarios, las culturas locales desarrollaron el semitelar, incorporaron teñidos y técnicas que dieron origen a los tejidos planos, las fajas y los ponchos que aún hoy se elaboran en Mogna.

El telar criollo, herencia del español pero adaptado por las comunidades rurales, se transformó en un símbolo de resistencia cultural. A través de él, las mujeres del campo transmitieron su conocimiento en silencio, mirando y repitiendo, hasta dominar el arte que hoy las define.

Las manos de Rita y Natividad guardan los secretos de generaciones. Cada hilo que pasa por sus dedos es una historia: la del campo, la familia, el trabajo y la fe en la tierra. En cada pieza se mezclan la paciencia y la fuerza, la herencia indígena y la impronta criolla.

En Mogna, el sonido del pedal y el roce de la pala aún resuenan. Es el eco de una tradición que sigue viva gracias a ellas, las hermanas Páez, guardianas del telar y del alma jachallera.

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