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Un estudio revela que la adolescencia cerebral termina a los 32 años y la declinación comienza a los 66
La investigación analizó más de 120.000 resonancias magnéticas y desafía la creencia de que el cerebro madura a los 20 años, mostrando que funciones como la planificación y el autocontrol se desarrollan hasta después de los 30.
POR REDACCIÓN
Un reciente estudio internacional ha puesto en duda la idea tradicional de que el cerebro alcanza su madurez alrededor de los 20 años. Analizando más de 123.000 resonancias magnéticas de personas entre 4 y 89 años, los investigadores descubrieron que la adolescencia neurológica se extiende hasta los 32 años, y que el declive cognitivo comienza mucho más tarde de lo que se pensaba, alrededor de los 66 años.
Este trabajo, publicado en Nature Human Behaviour, es uno de los análisis más extensos y precisos realizados sobre la evolución cerebral. Los científicos observaron que funciones ejecutivas clave, como la planificación, el autocontrol y la memoria de trabajo, continúan desarrollándose durante la tercera década de vida, especialmente en áreas críticas como la corteza prefrontal, responsable del razonamiento y la toma de decisiones complejas.
Por otro lado, habilidades cognitivas más básicas, como la percepción y el procesamiento sensorial, alcanzan su punto máximo alrededor de los 18 años. Sin embargo, capacidades superiores relacionadas con la organización, la empatía cognitiva y la proyección a largo plazo requieren un tiempo de maduración más prolongado, influenciado por factores sociales, ambientales y genéticos.
El estudio también revela que la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y reorganizarse, permanece activa durante más tiempo del estimado anteriormente. Esto permite que muchas personas desarrollen nuevas habilidades complejas después de los 30 años y que la resiliencia cognitiva se mantenga hasta edades avanzadas.
Los investigadores destacan que un cerebro que madura lentamente ofrece ventajas evolutivas, ya que facilita una mejor adaptación a los cambios del entorno y permite un aprendizaje social más prolongado, sosteniendo etapas más extensas de productividad intelectual.
Además, la investigación identificó que la velocidad de maduración cerebral varía según el entorno. Factores como la educación, la nutrición, el nivel socioeconómico y las experiencias emocionales influyen de manera significativa en el desarrollo, lo que sugiere que el apoyo social y educativo debería extenderse más allá de la adolescencia tradicional.
Respecto al declive cognitivo, el estudio señala que aunque pueden aparecer pequeñas variaciones antes de los 66 años, no representan un deterioro funcional importante. A partir de esa edad, comienzan a observarse cambios estructurales más claros, aunque su progresión depende de factores individuales como la actividad física, la estimulación mental, la vida social y la calidad del sueño.
Los autores insisten en que estos hallazgos deben inspirar nuevas políticas públicas que consideren esta cronología más realista del desarrollo cerebral. En educación, salud mental, prevención neurológica y mercado laboral, las estrategias deberían adaptarse a una madurez que se extiende hasta los 30 años y a un deterioro que inicia mucho después.
Finalmente, el estudio subraya que “el desarrollo humano es mucho más plástico, extenso y matizado de lo que se creía” y que esta prolongada madurez cerebral podría ser un rasgo esencial de la evolución humana, abriendo la puerta a la idea de que nunca es tarde para aprender o mejorar la salud cerebral.