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Cómo preparar la clásica tortita raspada con solo cuatro ingredientes
Emblema del desayuno y del mate, la tortita raspada combina tradición, sabor y una identidad que se transmite en cada horno familiar.
POR REDACCIÓN
La tortita es mucho más que un panificado: representa identidad, tradición y memoria afectiva, presente en desayunos diarios, mateadas familiares y encuentros improvisados donde nunca falta “un par de tortitas recién salidas del horno”. Su aroma tostado y textura crocante forman parte del paisaje cultural de la provincia, y su popularidad se sostiene por una receta simple que pasa de generación en generación.
Dentro de las múltiples variantes, la más conocida es la tortita raspada, distinguida por su superficie marcada y su crocante perfecto. Su preparación requiere pocos ingredientes (harina, grasa, agua tibia, sal y polvo para hornear) y una técnica sencilla que garantiza buenos resultados incluso para principiantes. El primer paso clave es derretir la grasa a fuego bajo para lograr una masa tierna y maleable.
Luego, la harina se mezcla con la sal y el polvo para hornear, y se incorpora la grasa caliente hasta integrar. El agua tibia se suma de a poco para obtener una masa suave que no se pegue. Tras un breve amasado, se estira fina como masa de empanadas y se forman discos pequeños, que pueden rasparse con tenedor para lograr la textura clásica.
Las tortitas se cocinan en horno medio, sin necesidad de engrasar la placa, hasta que tomen un dorado parejo. Para evitar que se inflen, se recomienda pincharlas antes de hornear, lo que asegura su crocancia característica. Con estos pasos simples, cualquier cocina puede convertirse en una panadería mendocina por un rato, recuperando un sabor que forma parte del ADN provincial.