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Opinión > Literatura

¿Caminar es la consigna?

Hoy me levanté muy temprano. En el último sueño de anoche no pude sacudir unos miedos diurnos que se me pegaban en la ropa de dormir. Cuando terminé mi desayuno, aun, no aclaraba del todo. Tomé café dulce y caliente, no es mi desayuno habitual. Pero tenía una fuerte necesidad, de que muchas cosas de las que hoy haría fuesen como antes, tal vez como cuando era niño. No……mejor, como cuando era estudiante, solo tenía la preocupación de un parcial, del final de una materia, un sueño por la revolución… y me estaba enamorando. Hoy yo necesitaba caminar las calles que, por la ventana del altillo de mi soledad, veía atestadas de gente que caminaban por caminar, en una multitud que iba y venía sin incomodarse.

¿Cómo va a ser incómodo caminar por las calles? Yo había convenido con mi sombra no separarnos. Al salir, lo primero que haría, sería pasar por el trabajo de mi hija para darle un beso. Es un hermoso lugar, una vieja estación de trenes, recuperada, un teatro, amplios espacios verdes y frente al teatro una superficie con agua, que simula un lago. A mi sombra le encanta caminar por las aguas, yo sólo bordeo el lago, porque estoy grande y tal vez más descuidado, sino probaría eso de caminar sobre las aguas. La sombra cuando cruza se siente superior y regaña por la supuesta posibilidad de que, por ese juego, la pongan en una estampita. Compañera no te agrandes, que vos llevas mi memoria. Las calles eran como una manifestación, pero sin carteles ni consignas, o ¿el caminar era la consigna? Eso es, caminar era la consigna, no importaba donde estuviese el Sol, las sombras de la multitud iban, verticales, como superpuestas, encimándose como en un juego de niños, por las paredes de las construcciones. Un hermano mío, que ya no está. “que ya no está”, decimos para simular la muerte… bueno… la puta madre, releo cuatro frases y se me hace un nudo en  la pronunciación y los lentes se me empaña… y apenas he caminado siete cuadras. Bueno, no sé bien... o llevo setenta años o siete siglos caminando.

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Mi hermano me decía, “cuatro mil pasos, flaco…cuatro mil” y me miraba a los ojos, indicándome que no era ni uno menos. Por lo menos teníamos que caminar “cuatro mil” pasos en la mañana. Nos hicimos hermanos en el viejo Nacional, la última promoción sin guardapolvo… que mierda. Mira vos, si no éramos capaces de caminar “cuatro mil”, cada mañana. Pero ahora, con mi sombra, entre toda esta multitud que salió a hacer las calles, vamos a caminar “cuatro mil por cuatro mil”, o mejor, vamos a caminar “cuatro mil elevado a cuatro mil”. Y yo voy a sacar de memoria cuantos pasos son. Voy a caminar, y si me trabo en la cuenta de los pasos, me voy a detener en la casa de otro hermano que vive en una de esas calles donde no se puede estacionar. Algunos le dicen oso, porque es inmenso. Y es así porque su cuerpo tiene las dimensiones de su corazón.

Es especialista en “Evaluación”, ha escrito libros sobre eso. Puede decir cuánto “valen” las propiedades del capital y los edificios de los gobernantes. Entonces le preguntaré, qué valor tiene la Tierra, qué valor tiene el Agua y qué valor tiene el Aire, pero no en las monedas del mercado sino en síntomas de Libertad y en un millón de millones de sonrisas de sus nietos y de mis nietos. ¿En tus libros dice que no hay fórmulas para saber con cuántas necesidades de abrazos a mis hijos y a la mujer que amo, puedo sobreponer mi Existencia a esos miedos de mierda que nos pusieron las calles tumbadas boca abajo? 


Sigo caminando con mi sombra en una multitud de hombres y mujeres, sin incomodarnos, poniendo nuestras huellas digitales en los árboles y en los bancos de las plazas, en las paredes, como si fuesen grafitis que dibujan la Vida… la Vida.

Camino y necesito extender las fronteras de mi Mundo…
 

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