Huarpe Deportivo > El potrero que resiste
Un barrio, una pelota y un sueño: los chicos de Huazihul pelean por su cancha
En Huazihul, un grupo de chicos y jóvenes, acompañados por Maximiliano Garay, pelea para recuperar y mantener en pie una cancha de fútbol que corre riesgo de ser desalojada.
En el barrio Huazihul, cada sábado se respira fútbol. Los chicos corren detrás de la pelota en el Torneo Amistad y en el campeonato organizado por la Asociación de Fútbol Infantil. La cancha es de tierra, áspera, llena de piedras y espinas, pero para ellos es mucho más que un pedazo de terreno: es su lugar en el mundo. Sin embargo, hoy ese espacio se encuentra en riesgo.
“Estamos en representación de los chicos de la escuelita Cacique Huazihul, exponiendo los inconvenientes que tenemos con la cancha de la Comisión del Valle. Está inundada, tirada, y hace apenas dos meses logramos limpiarla”, explicó a DIARIO HUARPE Maximiliano Garay, referente del grupo.
Recordó que incluso consiguió un camión con pasto para mejorar el terreno, pero el apoyo se desvaneció: “Me dieron de baja el camión, no sé con qué necesidad, porque la cancha es para los chicos, no es para sacarle fruto ni ganancia a nadie”.
Chicos que se arremangan
El esfuerzo no queda en discursos. Son los propios niños quienes, junto a Garay, trabajan a pulmón para que la cancha se mantenga en condiciones mínimas. “Los chicos levantan la cancha conmigo. Con carretilla, sacando tierra, piedras y yuyos. Con calor, al lado mío, limpiando. No importa si hay césped o no: la intención de ellos es jugar”, relató.
Hoy participan alrededor de 40 chicos por fecha, divididos en categorías y representando a distintos barrios y escuelitas: Valle Almirante Brown, Soñadores de Salta y Benavidez. Todos los sábados, sin falta, están ahí, ya sea como locales o visitantes.
La precariedad es evidente. No tienen alambrado para contener la pelota, ni pasto firme para evitar lastimaduras, ni siquiera agua potable en la cancha. “Nos arreglamos porque un vecino de enfrente nos presta un tacho grande con baldes. Los chicos vienen conmigo a cargarlo y así se hidratan”, contó Garay.
Fútbol sin negocio, solo corazón
El proyecto no tiene fines de lucro. Garay lo subraya cada vez que puede: “Esto es de corazón. La escuelita nació con la intención de sacar a los chicos de la calle. No todos tienen la posibilidad de pagar una cancha sintética o una escuelita privada. Acá encuentran un espacio para divertirse y crecer”.
Los resultados deportivos son secundarios. Lo que prima es la alegría. “¿Qué importa? La diversión, que se diviertan, que hagan lo que más les gusta, que es jugar al fútbol. Aunque la cancha tenga piedras y espinas, ellos no se tiran atrás. No dicen ‘me voy a lastimar’. Eso es lo que menos les preocupa”, aseguró.
El vínculo que los chicos desarrollan con la cancha y con el equipo trasciende la lluvia o las dificultades. Garay recordó una anécdota reciente: “El sábado pasado estaban en mi casa esperando que pasara la tormenta. No se querían ir hasta jugar. Apenas dejó de llover, a los 20 minutos me decían: ‘Vamos, vamos, vamos’. No me dejaron ni tomar mate y vinimos igual a la cancha”.
Una lucha contra el desalojo
Pero a pesar del esfuerzo comunitario, la cancha está en la mira de un posible desalojo. “Ese es el inconveniente: nos quieren desalojar. Quieren que deshabilitemos la cancha y no entendemos por qué. Nosotros jugamos, limpiamos, hacemos el mantenimiento. No se entiende cuál es el problema de que los chicos tengan un lugar”, denunció Garay.
El reclamo es concreto: pasto, un cierre perimetral, un surtidor de agua y apoyo para el riego. Nada más. “Lo básico, lo mínimo. No pedimos lujos, pedimos dignidad para que los chicos puedan seguir disfrutando”, señaló.
La preocupación también se extiende al futuro. “Cada vez quedan menos potreros. Hoy casi todas las canchas son de sintético y hay que pagar para entrar. Levantar esta cancha es salvar uno de los pocos espacios gratuitos que quedan para la juventud”, reflexionó.
El sueño que los sostiene
A pesar de la incertidumbre, Garay transmitió un mensaje de esperanza: “Que los chicos sigan haciendo lo que más les guste. No hay nada más lindo que el fútbol, verlos divertirse, emocionarse, contagiar ese sentimiento. Ganes o pierdas, siempre se transmite algo”.
La cancha de Huazihul, con su tierra seca, sus piedras y su lucha a pulmón, se convierte así en un símbolo de resistencia barrial. Un lugar donde la comunidad entera se organiza para que los chicos tengan un espacio de encuentro, juego y pertenencia.
“Si no se puede hacer nada acá, pedimos que alguien nos dé un terreno abandonado para levantar otra cancha. Pero no podemos dejar a los pibes sin este lugar. Lo peor que se puede hacer es negarle a la juventud la posibilidad de jugar”, concluyó, con la voz cargada de la misma pasión que empuja a los chicos cada sábado.
Dato
El número para contactarse con Maximiliano Garay es 2644724791.