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Muchas gracias Jaime

La partida física de Jaime Bergé deja un vacío importante, pero sobre todo deja una enseñanza y ahí me quiero detener.

El cordobés que se vino a estudiar Ingeniería en Minas a San Juan y nunca más se fue, dejó grandes legados.

Todo se detiene en su vida dirigencial, que fue muy activa, y que recuerdo con mucho cariño, porque estuve a su lado llegando al 2000, cuando la Cámara Minera se reunía en la sede de Avenida Libertador de la Federación Económica.

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Cuando éramos más, llegábamos a cinco o seis. Jaime a la cabeza, Jorge Mayoral como secretario, y muy de cerca Vicente Albors otro grande, y algunos más a quienes pido disculpas por no recordarlos en este momento.

En aquel tiempo la asamblea la hacíamos en el Centro Valenciano, pues claro, era más cena de amigos que otra cosa.

Luego vino el boom minero y el crecimiento de la Entidad; y también algunos codazos y el pedido de lugares de las grandes mineras; pero allí hubo dos personajes principales que respetaron trayectoria, capacidad e historia: Ricardo Martinez y Mario Hernandez.

Tuvimos algunas diferencias en la manera de vincular a los proveedores sobre todo, yo sostenía que había que llamarlos y pedirles que se “jugaran un poco más” por la actividad, Jaime más sereno y conciliador tenía una mirada distinta.

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Después por mi actividad tuve que alejarme de la Cámara, pero con Jaime siempre tuvimos contacto. Habíamos tenido mucho vínculo personal, muchas cenas en su antigua casa de calle Paula.

Perdón por detenerme en ese recuerdo personal, en realidad no más que un homenaje agradecido al querido Jaime, uno de los tantos recuerdos que muchos tienen.

De todas maneras, mis palabras en este momento se quieren detener en otra etapa de su vida; su enfermedad.

Sería irrespetuoso de mi parte ingresar en su vida privada, pero si es necesario resaltar que su etapa gris, encontró una luz que lo encandiló para bien, casi de casualidad en su oficina de San Francisco del Monte, María Alejandra llegó a su vida, y nació un nuevo Jaime, en realidad volvió a surgir el de siempre; el pujante, el luchador incansable.

Ese luchador sin pausa que siempre buscó el crecimiento de todo lo que tenía cerca, ahora le tocó luchar por su vida, y lo hizo como un gigante. Creo que nunca bajó los brazos.

Se animó a mostrarse en la intimidad de su vida, hasta algunos -me incluyo- nos animamos a criticarlo, hoy debo pedirle disculpas porque me demostraste que yo estaba equivocado.

¿Y saben porqué estaba equivocado? Porqué justamente con esa actitud llevó adelante una lucha incansable con su enfermedad, porque con esa actitud mostraba ese luchador innato que ahora le tocaba luchar con algo muy difícil, que lo terminó venciendo, aunque a pesar de eso, yo lo considero un ganador.

Jaime querido, no sólo supiste vivir, supiste Honrar la Vida, con tu actitud, con tu accionar, con tus ganas, nos has mostrado que nunca hay que dejar de luchar. Has dejado una enseñanza muy grande, y no es como ser un gran dirigente, sino como ser un gran hombre en la vida, que te juega duro a veces, pero que siempre con Actitud hay que luchar y seguir adelante.

Esa enseñanza de como Honrar la Vida, es la que te quiero agradecer mi viejo querido; porque un gran dirigente puede ser cualquier iluminado, pero un luchador y amante de la vida como Vos, sólo es para los elegidos, y Vos lo fuiste.

GRACIAS Viejo, por enseñarnos que a pesar de todo, se puede Honrar la Vida. Nos vemos. Hasta pronto.

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