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“Los adolescentes llegan ebrios a los boliches”: alerta por la violencia juvenil en San Juan

La psicóloga Mariela Serra explicó cómo el abuso de alcohol entre los jóvenes sanjuaninos potencia la agresividad y los expone a situaciones de riesgo.

Hace 20 horas
El intento de pertenecer a los grupos también influye en la violencia adolescente.

El aumento de los episodios violentos entre adolescentes en fiestas y boliches de San Juan genera preocupación entre las autoridades y especialistas. Los reportes policiales confirman que las peleas juveniles crecieron en los últimos meses, y los expertos apuntan a un factor común: el consumo desmedido de alcohol. Según la psicóloga Mariela Serra, la ingesta excesiva antes y durante las salidas nocturnas está alterando los comportamientos y disparando reacciones agresivas entre los jóvenes.

“Por lo general, en esos ámbitos la situación de pelea se da especialmente por el consumo”, advirtió a DIARIO HUARPE. “Los adolescentes no solo beben dentro del boliche, sino que llegan ya alcoholizados desde las llamadas previas, donde comienzan a tomar con amigos antes de salir”. La especialista explicó que esa costumbre es determinante: “Cuando ingresan al local, muchos continúan tomando. Al estar en estado de ebriedad, pierden control de sus impulsos y no miden las consecuencias de sus actos”.

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Según la psicóloga, el consumo excesivo provoca una pérdida del “freno inhibitorio”, lo que lleva a una mayor reactividad y vulnerabilidad emocional. “El chico, bajo los efectos del alcohol, no piensa con claridad y reacciona impulsivamente ante cualquier provocación. Muchas veces, lo que comienza como una broma o un malentendido termina en una pelea violenta”, detalló. Serra también destacó el efecto del grupo: “Actúan en masa. Un joven solo quizá no se enfrentaría, pero si su grupo es agredido, responde por impulso colectivo”.

La especialista alertó además sobre el riesgo físico de estas confrontaciones. “Estas peleas son muy peligrosas porque en ese estado la persona no tiene reflejos ni coordinación para defenderse. Un golpe mal dado, o el uso de objetos como botellas, puede causar heridas graves”, sostuvo. Por eso, consideró que se necesitan controles más firmes a la entrada de los locales y mayor responsabilidad por parte de los adultos. “Los boliches buscan vender, pero deberían controlar el estado en que ingresan los jóvenes”, subrayó.

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Serra también analizó los factores psicológicos detrás del problema. “La adolescencia es una etapa de transgresión. El joven busca desafiar normas, sentir pertenencia y demostrar independencia. A esto se suma la omnipotencia típica de la edad: creen que nada malo puede pasarles”, explicó. Pero más allá de esa rebeldía natural, la profesional advirtió que “la falta de control parental agrava la situación”. Y ejemplificó: “Si mi hijo hace la previa en casa y noto que ya está alcoholizado, ¿por qué permitir que salga a la vía pública y ponga en riesgo su vida o la de otros?”.

Otro dato preocupante es la baja en la edad de inicio en el consumo. “Antes comenzaban a beber a los 17; hoy vemos chicos de 12 o 13 años que ya consumen alcohol. Eso genera dependencia y hace que necesiten cada vez más cantidad para lograr el mismo efecto”, advirtió Serra. “Lamentablemente, muchos adolescentes creen que solo pueden divertirse bajo los efectos del alcohol o de otras sustancias”.

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En esa misma línea, la psicóloga alertó sobre un fenómeno social que amplifica el daño: la exposición en redes. “Cuando un joven pierde la conciencia, queda en un estado extremo de vulnerabilidad. Puede ser víctima de agresiones o abusos, y muchas veces sus amigos graban esas situaciones y las difunden. Eso provoca una segunda forma de violencia, el bullying digital”, sostuvo. Además, recordó que el impacto del alcohol no es solo psicológico, sino también biológico: “Afecta el desarrollo cerebral y físico en una etapa clave de crecimiento”.

Finalmente, Serra reflexionó sobre la necesidad de un abordaje integral que combine educación, control y contención. “Hay que enseñarles que pueden divertirse sin perder el control. Si se les permite transgredir sin límites, las normas se desdibujan y los desbordes se vuelven inevitables”, señaló. También propuso que los casos de violencia juvenil se aborden con acciones comunitarias. “Si un grupo se pelea en una plaza, debe haber una autoridad que intervenga, se tomen medidas y los padres se involucren. La educación es clave para que comprendan que toda acción tiene una consecuencia”, concluyó.

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